Jueves, 25 de Abril 2024

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* Chivo expiatorio

Por: Jaime García Elías

* Chivo expiatorio

* Chivo expiatorio

Ahora se va a discutir, seguramente, cuál es el verdadero Matías Almeyda: si el que llevó hace seis meses al Guadalajara a la conquista del decimosegundo título de su historia, o el que lo tiene hoy en día como solitario inquilino del sótano de la clasificación general, viendo con binoculares, desde la plaza más distante, cómo se disputan otros el título que dirigentes, simpatizantes y jugadores del “Rebaño Sagrado” anhelaban refrendar.

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Si en el tiempo en que la vida le sonreía se le otorgaba el rango de genio del futbol, por haber sido capaz, primero, de ganarse la confianza del dueño del juguete -entre cuyas innumerables virtudes no había muchos indicios de que estuviera la paciencia-, y, después, de instalar al equipo en el cuadro de honor del futbol mexicano, a pesar del hándicap que significa participar en un campeonato saturado de extranjeros, exclusivamente con jugadores nacionales, ahora, a la vista del fracaso en vías de consumarse que ha sido su participación en el Torneo de Apertura, ya hay quien sostiene que Matías no pasaba de ser un aventurero al que de repente le dejaron de funcionar la herradura, la pata de conejo y el trébol de cuatro hojas.

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Lo más probable es que el “Pelado” no sea ni lo uno ni lo otro. Ni mago ayer, ni charlatán ahora. Almeyda es un entrenador serio, competente y estudioso al que los vientos le fueron propicios en la temporada anterior, y adversos en esta. Punto…
Ni el Guadalajara campeón del Torneo de Clausura fue el mejor equipo de la Liga, aunque merecidamente hubiera conquistado el título (hay innumerables pruebas de que en el futbol mexicano, merced a las peculiaridades del sistema de competencia, no siempre el mejor es campeón), ni el Guadalajara sotanero del Torneo de Apertura es el peor equipo del circuito.

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Independientemente de factores adversos consignados en su oportunidad -lesiones, ausencias, etc.-, el propio Almeyda ha reconocido que algo le faltó para manejar esos factores y enderezar la nave que desde el principio perdió el rumbo.
Por lo pronto, la directiva ha tenido un gesto de sensatez al pronunciarse -el dueño de la pelota, en persona- por la continuidad del técnico… en vez de aprovechar la ocasión, que los resultados le habían servido en bandeja, para endosarle la factura de los platos rotos y declararlo chivo expiatorio de la historia.

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