Primer Acto: la Organización Mundial de la Salud, con los pelos pardos de la burra en la mano, recomendó a México, particularmente, en días pasados, “tomarse en serio” la pandemia del COVID-19; Segundo Acto: el Presidente López Obrador, en una “mañanera” de la semana pasada, emitió un “decálogo” de buenos consejos encaminados a reducir el riesgo de contagios: Tercer Acto: los medios de comunicación -prensa escrita, televisión, radio…- difundieron crónicas acerca de los tumultos registrados durante los primeros días, tanto en las calles céntricas como en los centros comerciales de las principales ciudades del país -México, Guadalajara, Monterrey…-, so pretexto de las tradicionales compras decembrinas.-II-Los mismos medios de comunicación, en sus páginas electrónicas, recogieron las correspondientes reacciones. Algunos botones de muestra: “Somos un pueblo de necios e ignorantes, y después, cuando vienen las consecuencias, siempre buscamos un culpable; en este caso, el Gobierno…”;“Gente irresponsable que va a ocasionar que al rato los enfermos estén en camillas, en la calle, por falta de cupo en hospitales…; y entonces sí, a llorar y a culpar al Presidente…”; “¿Que se podía esperar de un gobierno que no aplica las medidas necesarias para proteger al pueblo? 50% necedad, mentira, ocurrencia, falta de voluntad gubernamental, y el otro 50% de necedad de la sociedad…”; “No tomar medidas contundentes sobre la disciplina social es llevar al país a una crisis muy profunda en todos los aspectos”… Etc.Es cierto: la tradición es una de las leyes del comportamiento social; la economía, uno de los principales motores de la actividad humana; debe ser -nadie lo discute- primordial en la lógica de los gobernantes. Sin embargo, puesto que la vida es el valor supremo, el cuidado de la salud debería ser la prioridad número uno para gobernantes y gobernados…-III-En ese orden de ideas, se justifican plenamente las medidas dispuestas por las autoridades para reducir al mínimo las concentraciones de personas, restringir las actividades económicas “no esenciales”, poner límites físicos y temporales a los espacios públicos, y difundir mensajes acerca de las medidas profilácticas que todo mundo debería incorporar a sus hábitos.En cuanto a las tradiciones -las compras, los regalos, las “posadas”, las reuniones familiares o sociales…-, el pueblo, dizque “bueno y sabio”, muy bien podría entender la pertinencia de suspenderlas temporalmente, “por causas de fuerza mayor”. (Lo dijo muy bien Homero Simpson: “Las tradiciones son para romperse”).Ya vendrán tiempos mejores… para quienes sobreviva
