Martes, 23 de Abril 2024

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- Tiempos mejores

Por: Jaime García Elías

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En diciembre –¿ya qué falta…?–, dicen los vecinos, prometen las autoridades y ofrecen los comerciantes que el Centro de Guadalajara volverá a la normalidad y recuperará, si no el esplendor, sí, al menos, el decoro que tuvo en otros tiempos. Para entonces –es decir, para la temporada alta de las ventas navideñas–, si no hay contratiempos, se supone que habrán terminado las obras del túnel y terminales de la Línea 3 del Tren Eléctrico Urbano, y tendrá un avance significativo la reconversión de la otrora avenida en el flamante Paseo Alcalde.

-II-

Es ilusorio –y, por ende, imposible– que para entonces se haga efectivo el buen deseo del presidente municipal, Enrique Alfaro, de que Guadalajara tenga “el mejor Centro de México”. Es poco probable que en la fecha señalada se aprecie a plenitud la deseable metamorfosis del corazón de la ciudad –ruidoso, contaminado, partido por la mitad por el tráfico incesante de miles de automóviles y decenas de líneas de camiones– en un espacio amable, pensado más para las personas que para los vehículos… Es de desearse, sin embargo, que una vez concluida la actual etapa de la obra pública más importante del sexenio en la ciudad, independientemente de los cacareados beneficios que reportará la misma, pueda verse la luz al final del túnel y vislumbrarse, por fin, lo que hasta hace poco tiempo parecía imposible: una zona atractiva para los turistas y agradable para los lugareños.

-III-

Es una verdad de Perogrullo: la mayoría de las personas que tienen que desplazarse en automóvil de su casa a su trabajo, y viceversa…, preferirían no tener que hacerlo. Quienes trabajan en el Centro o tienen la necesidad de visitarlo con relativa frecuencia, saben de las molestias que ello les representa: el tiempo de los traslados, la saturación de los estacionamientos o la carestía de los mismos, la incomodidad e inconvenientes adicionales del transporte público, la falta de atractivos, la degradación de las otrora “buenas fincas” de la zona, convertidas en bodegas o comercios de baratijas…

La prometida “nueva imagen” del Centro, con la avenida Alcalde convertida en un espacio propicio para la convivencia de los peatones y la Catedral equipada nuevamente con el atrio –que al serle amputado dio a su fachada la apariencia de un camión chato–, implica la perspectiva de que para la ciudad –y, sobre todo, para visitantes y lugareños, como ya se apuntó– vengan tiempos mejores.

Así sea.

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