Jueves, 25 de Abril 2024

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- Paradojas tapatías

Por: Jaime García Elías

- Paradojas tapatías

- Paradojas tapatías

Tópico obligado: hasta la mañana del miércoles, todas las miradas -las de los creyentes y las de los agnósticos- buscaban en el cielo señales esperanzadoras: indicios de que las lluvias se aproximan; de que cese el anticipo del Purgatorio que ha sido todo mayo y lo que va de junio; la mañana del jueves (ayer), después de que se hicieron efectivos los buenos deseos de que un bendito chubasco atenuara las temperaturas calcinantes, los medios de comunicación dieron cuenta de otra información que igualmente se ha vuelto rutinaria: el inventario, más o menos pormenorizado, de los estragos del aguacero del que en un primer momento se consideró que llegaba como respuesta del cielo al clamor generalizado de los sufridos habitantes de este Valle de Lágrimas.

-II-

Al ya tradicional inventario de las zonas de la ciudad en que se produjeron espectaculares encharcamientos, de los vehículos que se quedaron atrapados en ellos, de los árboles caídos, etcétera, se sumaron incidentes como la caída de uno de los cientos de anuncios espectaculares que en condiciones normales se limitan a generar contaminación ambiental, pero que ocasionalmente se convierten, primero, en amenaza para vecinos y viandantes, y después en trastorno para miles de personas por las complicaciones que ocasionan, por horas, al tránsito vehicular.

Que muchos tapatíos, durante más de un mes, elevaran al Cielo la añeja plegaria (“San Isidro agrador, pon el agua y quita el Sol”), y a los pocos minutos de que sus ruegos fueron escuchados, invirtieran, apremiantes, los términos de la misma (“¡San Isidro Labrador, quita el agua y pon el Sol…!”), remite a una de las consabidas paradojas de Guadalajara y sus alrededores: durante nueve meses del año, una convicción: que el incontenible crecimiento de la mancha urbana hace del abasto del agua para sus habitantes una de las más graves preocupaciones de las autoridades y de sus propios moradores; durante los tres meses del temporal de lluvias, otra convicción: que ni los tapatíos ni quienes teóricamente los gobiernan, han aprendido a manejar las supuestas inclemencias de los aguaceros característicos de estas latitudes: ni a prevenir (y atenuar, en consecuencia) sus inconvenientes, ni (lo más grave) a beneficiarse del don que el cielo, puntualmente, les manda.

-III-

“Benditas lluvias -sentenciaba el ‘Chacho’ González Gortázar, de feliz memoria- que, aunque causen tantos estragos, tantos beneficios dejan”… Sin perjuicio de que los tapatíos puedan decirles lo de la canción: “No puedo vivir contigo… pero tampoco sin ti”.

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