Martes, 23 de Abril 2024

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Documental mexicano viaja a Europa

"Mi sangre enarbolada" formará parte del Festival de Cine de Newcastle  después de haber pasado por escaparates de Latinoamérica
 

Por: El Informador

El director Luis David Palomino Benítez recurrió al cine para acompañar a su madre en plena lucha contra un fulminante cáncer de páncreas. EL PAÍS

El director Luis David Palomino Benítez recurrió al cine para acompañar a su madre en plena lucha contra un fulminante cáncer de páncreas. EL PAÍS

“El día que tú te mueras, yo también me voy a morir”. Esa fue la improbable promesa de infancia que un niño llamado José hizo a su adorada hermana Ana Luisa en el México de 1963. El augurio se hizo realidad cuatro décadas después, mientras el hijo de ella registraba con su cámara los últimos momentos de esta especial simbiosis en el documental “Mi sangre enarbolada”.

El director Luis David Palomino Benítez (Ciudad de México, 1984) recurrió al cine para acompañar a su madre en plena lucha contra un fulminante cáncer de páncreas. “Había una ingenuidad muy grande en mí cuando comencé a grabar sus rituales cotidianos. Pensaba en mostrarle nuestra vida, la suya, sus amigos, su carrera profesional, como un incentivo para que mejorara su salud”, recuerda. Finalmente, el relato se convirtió en una exploración de su herencia emocional.

El documental mexicano viaja ahora a Europa y se proyecta entre el 29 de marzo y el 1 de abril el Festival de Cine de Newcastle (Reino Unido), después de haber pasado por los principales escaparates mexicanos y de parte de América Latina. Con él se recuperan gracias al cine dos importantes ausencias del director. Ana Luisa era chef y José era poeta, ambos estaban dispuestos a dejar su modesta huella en el mundo legando sus recetas y escritos, sin saber que sería una película la que les ayudaría a lograrlo.

“Mi tío José iba con nosotros a hacer la tarea en las tardes, comíamos con él y nos enseñaba de música, literatura, arte, cine. Después regresaba mi madre del trabajo y, antes de que él se fuera a su casa, los dos conversaban durante largo rato. Era una cercanía tan excepcional que a veces hasta caía mal de lo entregados que eran como hermanos”, recuerda.

Las últimas palabras de José fueron dedicadas a su hermana. Él había ocultado a todos que también padecía cáncer. Cuando sintió la presencia de la muerte, supo de inmediato que la hora de ella también había llegado.

El tributo de “Mi sangre enarbolada” se extiende también a su abuela, cocinera de profesión que antes fue una madre coraje capaz de sacar adelante a dos hijos en solitario. Era el ancla y el referente común de los dos hermanos protagonistas del relato.

El País

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