Jueves, 28 de Marzo 2024

Daniel Brühl: "Si el cine se está muriendo, Marvel y Netflix no son los únicos responsables"

En entrevista con BBC Mundo, el reconocido actor hispano-alemán Daniel Brühl conversa sobre su primera experiencia dirigiendo, la coexistencia del cine comercial y de autor y la tolerancia del actor hacia la crítica constante

Por: BBC News Mundo

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A Daniel Brühl (Barcelona, 1978) le conocimos la mayoría con el éxito de Good Bye Lenin en 2003.

Encarnaba a un joven de la recién extinguida Alemania Oriental, que para evitar disgustos a su madre despertada de un coma, se inventó una burbuja socialista donde el país seguía dividido por el muro de Berlín.

La cinta fue un auténtico éxito en Alemania, catapultó a Brühl a la fama y desde entonces el actor ha cambiado continuamente de rostro.

Interpretó a un soldado nazi bajo la dirección de Quentin Tarantino en Malditos Bastardos, revivió al piloto de Fórmula 1 Niki Lauda en Rush, y hasta ha sido enemigo del Capitán América en el universo Marvel.

A ese currículum le faltaba dirigir y en 2021 estrenó su primera película: La puerta de al lado, una comedia negra que arremete contra todo y todos, incluido una parodia de sí mismo, a través de un diálogo con su brutal vecino.

Brühl, de padre alemán y madre española, es uno de los invitados a participar en el festival Hay Cartagena de Literatura, que se celebrará entre el 27 y 30 de enero en la ciudad colombiana.

BBC Mundo conversó con él sobre su primera experiencia dirigiendo, la coexistencia del cine comercial y de autor y la tolerancia del actor hacia la crítica constante.

¿Cómo cambia un rodaje desde la silla del director?

La verdad es que tenía muchísimas ganas de coger toda la responsabilidad y ser el capitán del barco.

Tarde o temprano a la mayoría de actores les apetece contar su propia historia. Soñaba con dirigir, sobre todo porque de vez en cuando, durante mi carrera, me disgustaba no poder formar parte de todo el proceso cinematográfico y ser excluido de tantos aspectos.

Hacer cine es como montar un concierto y grandes misterios pasan durante el viaje.

En el rodaje, hay momentos piensas que son mágicos, pero quizás esa magia luego no se materializa y no funciona en la partitura.

Aprendí mucho sobre cómo puede cambiar una narración con cambios muy sutiles. Por ejemplo, la importancia del sonido al final de la producción. Una secuencia cambia mucho si de repente oyes a un camión por detrás o unas campanas sonar. Es una riqueza en todo el proceso que me llenó e inspiró muchísimo.

La puerta de al lado es el debut de Daniel Brühl como director de cine. GETTY IMAGES

¿En qué momento decidiste a dar el salto?

Era una idea que llevaba circulando en mi mente desde hacía diez años, pero no fue hasta hace poco que me sentí capaz, con el apoyo de un estructura para poder levantar el proyecto.

Cuando se me ocurrió estaba en Barcelona en 2010 y tenía como 30 años, pero no salió la película. Yo no sé escribir bien y lo primero que escribí fue horroroso. Además, en España no tenía productora y acabé olvidándome del tema.

Diez años más tarde, ya en Berlín, retomé la idea, que me seguía gustando, con una productora apoyándome detrás.

Seguía teniendo el problema de no saber escribir, así que me atreví a preguntar a mi amigo escritor y guionista, Daniel Kelhmann, con quien ya había trabajado en una película basada en un libro suyo.

Teníamos confianza y sabía que el tema podía gustarle. Recibí su primera versión del guion y entonces supe que era el momento. Tenía una historia buena en la que creía y me sentí finalmente capaz y feliz de hacerla.

Ha sido la experiencia más linda que he tenido a nivel creativo. Ha sido brutal participar escribiendo el guion, ejecutar la película, decidir los planos con el cámara, montarla… me lo he pasado muy bien.

Haciendo esta película entendí por qué los directores no quieren a ninguno de los actores en este proceso, porque se pueden poner muy pesados.

Si los actores pueden ponerse pesados en el montaje, ¿cómo se gestiona que hayas dirigido una película donde tú eres el actor protagonista?

Sabía que actuar en mi propia película podía ser un problema desde el inicio y varios amigos me advirtieron.

Gael García Bernal me dijo que qué buena onda que hiciera mi propia película, pero me recomendó no actuar en ella.

Ahora entiendo por qué. Es suficientemente complejo dirigir algo por primera vez como para tener esa doble función que al final puede resultar un poco rara.

Primero pensé que mi persona, un tipo privilegiado de Alemania Occidental, podía haber sido un arquitecto, músico o político. Pero luego pensé que habría sido difícil, en mi primera película, adentrarme en mundos que no conocía tan bien.

Entonces me pregunté: ¿por qué no elegir a un actor? ¿Por qué no soy yo y así me burlo un poco de mí mismo?

Eso me resultó mucho más fácil para escribir porque basé muchos aspectos en experiencias personales. Solo necesitaba tener a alguien, en este caso al cámara y asistente de dirección, para que hicieran recomendaciones sobre mi actuación.

"Uno debe defender la vocación y pasión por ciertos proyectos, pero también ser realistas de que en el 80% de los casos puede que no funcionen."

Traté de no juzgarme como director a la vez que rodaba las secuencias en que actuaba. Solo necesitaba el feedback de mis colegas.

La verdad es que me fastidiaba cuando me decían que una escena no estaba nada bien, que era una mierda y que había que repetirla, pero era fundamental contar con gente honesta y crear una dinámica democrática.

Fue raro verme a mí mismo tanto tiempo al montar la película. Te ves tantas veces que te das mucho más cuenta de cuando estás bien o mal. De vez en cuando puede hasta doler.

Los actores tenemos vanidad y hay momentos en que pensamos: 'buah, en esa secuencia estuve brutal, buenísimo'. Y cuando ves el conjunto notas que estuviste regular. Al menos tienes la posibilidad de cortarlo.

Nos pasa mucho a los actores. Terminamos de rodar, se monta la película sin ti, y cuando se estrena descubres que han cortado la escena donde te creíste fenomenal.

Ahora, cuando actúe, me callaré mucho más e intentaré no ser pesado con los directores cuando corten una escena en que me sentí increíble.

Entonces te fastidiaba cuando recibías comentarios negativos de tu equipo. Curioso que en la película el coprotagonista critique tu forma de actuar e incluso tu persona. Me imagino que con todos los canales de comunicación de hoy en día los actores están muy expuestos a la crítica y cualquier comentario. ¿Qué tanto te afecta?

La historia que cuento trata un poco todo eso y de ahí que viniera muy bien que mi personaje fuera un actor. Trata de una dinámica muy fea en que todas las sociedades hemos entrado.

A la gente le da mucho morbo descubrir los detalles más íntimos de alguien. Es algo que se ve mucho en mi mundo del cine y los actores.

Pero es verdad que también los propios actores alimentamos esa necesidad exponiéndonos, vendiendo motos de una imagen supuestamente perfecta de nuestras vidas. Y muchas veces, por detrás, hay una soledad, depresión, tristeza y vacío enormes.

Por eso me pareció oportuno hacer de un personaje que se ha perdido en la fama, la profesión y está vacío detrás de esa imagen de familia, la súper casa y el dinero. Él mismo ya no es consciente de lo que realmente pasa en su entorno o su familia.

Mi película va sobre miradas desde fuera, desde dentro, lo que saben nuestros vecinos sobre nosotros, nuestro entorno y lo que sabemos sobre nosotros mismos.

Me ha pasado pocas veces, pero sobre todo cuando era joven notaba que a veces no pisaba tierra. Ahí me acordaba de mi padre, que siempre me advirtió ir despacio porque duele mucho cuando uno se cae de una casa muy alta.

Noté que la vida me cambió mucho después del éxito de Good Bye Lenin! aquí en Alemania. La gente de repente me paraba por la calle, pero supe que habría días en que me dejarían de reconocer.

Daniel Brühl fue premiado por su rol en Good Bye Lenin en 2003. GETTY IMAGES

Por eso trato de andar así por este mundo del cine, la televisión, el ruido y el follón. Siempre hay que tener mucho cuidado porque todo puede acabar en nada.

Soy muy autocrítico con lo que hago y muchas veces no estoy satisfecho con el resultado de mis proyectos.

Incluso con mi propia película, habrá cosas que entenderé que se critiquen y cosas que yo quisiera cambiar. Es más sano ser autocrítico, sin exagerar, porque entonces así tampoco duelen tanto las críticas de fuera.

Es algo que 20 años después tolero mejor. La crítica tonta no me llega. Pero la buena, aunque sea negativa, si tiene sentido, sigue doliendo. Yo no soy como el actor de la película al que no le interesan ni las buenas ni las malas críticas.

Me alegran las buenas y me duelen las malas, sobre todo si están bien formuladas y son verdad. Es parte del aprendizaje. Hay que asumir y digerir.

El problema son las críticas por criticar, las tonterías, maldades, el veneno de hoy en día. Ya trato de no leer nada de comentarios de la gente en internet. Lo hacía a los veintipico de años y descubría un mal rollo y mala leche tremendos, una locura que también se puede sufrir en la calle.

Hay gente que te dice cualquier barbaridad.

Entonces, ¿qué tanto hay de ti en el personaje de ti mismo que parodias en la película?

Hay que poner muy claro que se trata de una comedia negra, oscura, donde el tono es muy elevado pero que no es una película realmente sobre mí.

Para algún amigo o conocido que ha visto la película, les pareció exagerada la manera en la cual intento distanciarme de mí mismo, pero esa fue claramente mi intención.

Es un tío arrogante, pesado, repugnante, pedante. Un tío que se ha perdido. Conozco a algún actor así.

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Sí que es cierto que le añadí anécdotas y experiencias propias porque nos parecía gracioso manipular al espectador para que no sepa qué es real y qué es ficción.

Algunas cosas que me dice el vecino las he oído en mi vida.

Como cuando una conocida, durante una fiesta en Berlín, me dijo que yo realmente no actuaba, que siempre hacía de mí mismo. Le pregunté si de verdad, en 20 años que me ha visto actuar, jamás le di la impresión de ser alguien más que yo mismo. Me respondió que no.

Me pareció tan increíble y de poco respeto que me tuve que ir de la fiesta.

¿Y no te da miedo que algunos espectadores no separen la ficción con la realidad y te asocien a todo lo negativo de tu personaje?

Me han preguntado mucho si estaba listo para asumir que la gente pudiese pensar que yo soy como mi personaje.

Pero la verdad es que no. La distancia me parece clara y no me preocupa.

Pudo haber sido una película más realista, privada, intimista y cercana a mí, pero yo quería exagerarlo todo y contarlo a través del humor.

Claro que hay cosas que comparto y son verdad.

Como el personaje de la película, yo he sido un privilegiado, parte de la gentrificación que critico en el filme.

Me mudé con 20 años al barrio de moda de Berlín tras el éxito de Good Bye Lenin! A esa edad ya ganaba buen dinero cuando mis amigos en Colonia tenían hasta tres trabajos para financiar sus estudios.

Desde entonces me siento en una burbuja y alguien con suerte.

La película claro que trata todo eso, pero la intención es hacer comedia y exagerar el tono. No soy yo el que veo en la película y creo que la gente sensata, la que me importa, la verá de la misma manera.

Me resbala si la gente piensa que soy así de idiota. Esos son los que luego también dirían que soy el peor actor, el más feo y el más tonto.

Has hecho roles muy diversos: ciudadano del este de Berlín, soldado nazi, piloto de Fórmula 1, personaje de Marvel. ¿Se queda un actor con vicios y manías de sus personajes? ¿Cuál de tus roles es el que más te ha marcado?

Hay proyectos que marcan mucho y no solo al nivel de actuación.

Depende del tiempo que ha estado entrando y saliendo del personaje y aprendiendo de otras personas y mundos que te hayan llenado mucho más allá de la interpretación.

Como actor uno siempre quiere perder sus manierismos y ciertos gestos y tonos que ya haya usado para no repetir. Puede pasarle a muchos actores que hay ciertos personajes que les van tan bien que se meten en tu rutina.

En este camino he aprendido mucho, como cuando hablaba y aprendía del expiloto de Fórmula 1 Niki Lauda para la película Rush.

Lo bonito de mi profesión es entrar en mundos que desconoces por completo. Yo nunca había conocido a alguien como Lauda, un hombre sin miedo al volante y la vida.

Daniel Brühl interpretó al piloto de F1 Niki Lauda en el filme Rush de Ron Howard. GETTY IMAGES

Era 100% honesto, sin conocer el juego diplomático en que la mayoría de nosotros jugamos para evitar conflictos, incluido yo.

Me impresionó mucho su vanidad, especialmente por cómo vivía con su imagen, ese cuerpo y esa cara quemados por su accidente. Lo llevaba con mucho coraje, sentido del humor y una fuerza que no sé de dónde sacó.

Lauda decía siempre a la cara lo que pensaba y nunca se guardaba nada para sí mismo. Interpretarlo fue una lección vital.

Reflexionando sobre lo que significaba ser actor, él mismo me dijo lo importante que era que bajáramos en nuestra cabeza el volumen de la crítica y las voces exteriores.

Tu película es claramente de autor, arriesgada, un filme no pensado a priori para taquillazos. ¿Es muy diferente hacer una película que sabes que será un éxito de taquilla con una más dirigida a un público específico?

En esta profesión nunca puedes anticipar el éxito o el fracaso, aunque siempre empieces con ilusión. La dinámica es incontrolable y dependes de muchas casualidades.

Quizás Good Bye Lenin! no habría tenido tanto éxito de haberse estrenado 10 o 20 años después. Puede que hoy no tuviera ni el 10% de espectadores de aquí en Alemania. Todo ha cambiado.

En el momento en que se estrenó había un sentimiento más positivo, más esperanza en que los dos países se unieran más de lo que ahora vemos. Había mejor relación entre los dos países y la sociedad en general. Históricamente era un buen momento para estrenarla.

A veces debes tener suerte con lo que pasa en el mundo.

Siempre digo que es un milagro que una película, si no está diseñada para el éxito comercial, funcione.

Es el caso Marvel, por ejemplo, con películas que están muy bien hechas en mi opinión. Si a la gente no le gusta, lo respeto, pero yo defiendo y disfruto ese universo.

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Son productos que sabes que funcionan, aunque vengo de un cine en que cada vez es más duro que las películas lleguen al público.

Lo he vivido con mi propia película. Entre la pandemia y otros aspectos hay poca gente que habrá visto o verá está película en el cine, pero al menos espero que la vean de otra manera, aunque sea en la computadora.

Mejor que la vean de cualquier forma, porque quién sabe si en 10 años la gente aún pondrá dinero para contar una historia como yo la he contado.

Antes del estreno de la película quise defenderme del disgusto que me hubiese dado hace cinco años. Habría entrado en una depresión brutal viendo las cifras que mi película hace en el cine.

Como una especie de vacuna contra eso, contra la increíble tristeza y decepción, me protegí asumiendo que la dinámica ha cambiado muchísimo.

Yo estoy contentísimo por cada persona que haya visto mi película en la gran pantalla, que no serán muchos. Pero eso hay que asumirlo y aceptarlo sin entrar en depresión o mal rollo.

A mis 43 años estoy contentísimo de haber participado en un par de películas de autor que han funcionado, películas que nadie pensaba que mucha gente vería de repente funcionaron.

Hubo ofertas al principio que me pronosticaban un exitazo seguro y no las quise hacer, las típicas comedias que tan bien les va en Alemania. Entonces vivía con la decepción de trabajar en las películas que quería hacer pero que no funcionaban...hasta que llegó Good Bye Lenin! en 2003.

Pero poco después de eso hice otra que no la vio ni Dios.

Uno debe defender la vocación y pasión por ciertos proyectos, pero también ser realistas de que en el 80% de los casos puede que no funcionen.

Cuando empecé todavía existía la posibilidad de que cierto cine alcanzara cifras que hoy serían magníficas, pero eso ha bajado mucho en los últimos años.

Es posible seguir defendiendo un cine de autor, pero han cambiado las fichas y cómo se consume el cine.

No cabe duda de que en el cambio de fichas ha tenido mucho que ver Netflix y otras plataformas de streaming. ¿Lo ves como amenaza?

No soy muy fatalista y me gusta la diversidad. En esta era del streaming y la televisión, veo resultados de altísima calidad.

Yo vengo de la generación en que hacer teatro y cine se veía muy bien pero la televisión se asociaba a las chorradas.

Ahora todo cambió y la televisión domina la industria a través del streaming. Y aunque puede que lo sea, no quiero verlo como una amenaza, sino aceptarlo como una alternativa.

El mundo del streaming te da también, de vez en cuando, ofertas creativamente ricas. Solo que hay que encontrar esas perlas dentro de la masa de contenido que en muchísimos casos es bastante mediocre y pésima.

Daniel Brühl en la serie de Netflix El alienista. WARNERMEDIA

Hay que llenar y crear tantísimo contenido para todas esas masas que a veces la calidad baja.

Pero luego tienes The Crown, Gambito de Dama,Succession, algunas series que ves con un nivel increíblemente bueno.

No quiero verlo demasiado negativo, tampoco al universo Marvel, al que también se ha criticado mucho.

Creo en la coexistencia. Si el cine está muriendo, ellos no son los únicos responsables. Hay gente que no va a ver las películas de Marvel y consumen otro tipo de cine. La solución no es que Marvel pare de producir películas.

Quizás solo estemos en una especie de valle. Por eso es importante que los festivales sigan promocionado la experiencia única del cine.

Si logras sentar a la audiencia en sus butacas, seducirla, la gente se va a ir entusiasmada de la sala. Pero para que eso no desaparezca hay que luchar a saco, para que en el futuro haya un renacimiento del cine.

Aún no veo muy claro cómo, pero quiero creer que resurgirá, que habrá un momento en que la gente piense que mola muchísimo más ir a ver una película en una sala que en casa.

Has trabajado con muchos directores: Quentin Tarantino, Ron Howard, los hermanos Russo…¿de quién has aprendido o incorporado más cosas ahora que eres director?

El cine de Tarantino siempre me ha entusiasmado mucho. Ese aspecto western suyo siempre lo tuve en mente para mi historia, que es casi un duelo sin pistolas entre mi persona y su vecino con las palabras como armas.

De Tarantino intenté emular cómo orquesta secuencias larguísimas y mantener la tensión en el diálogo.

Daniel Brühl junto a Mike Myers, Diane Kruger, Quentin Tarantino y Mélanie Laurent promocionando Malditos Bastardos. GETTY IMAGES

Esto es fundamental cuando tu película trata sobre la dinámica de dos personajes en un bar.

De Ron Howard también aprendí mucho en Rush por su actitud siempre abierta y democrática en el set, algo que no he visto mucho.

Con Peter Morgan, guionista de Rush y series como The Crown, tuvo una relación donde el guionista en cada día del rodaje aún contribuía al guion, mejorándolo continuamente.

Howard, como director, permitía mucha autoridad al guionista y eso es algo que yo nunca había visto en un rodaje. Como actor también podías contribuir muchísimo.

En mi rodaje quise crear esa atmósfera donde todos pudieran colaborar y participar.

Luego también me he inspirado en otros directores de películas que he visto aunque yo no haya trabajado con ellos, desde Sidney Lumet y Hitchcock como Polanski y los hermanos Cohen.

Ahí hubo un fondo muy rico de inspiración de la más alta calidad que siempre a la hora de hacerlo me asustó mucho.

Tarantino, especialmente, es una enciclopedia del cine. Lo sabe todo. En muchos casos me habría encantado tenerlo a mi lado para preguntarle de todo.

Ahí yo noto que no puedo decir que soy director, después de haber trabajado con gente como ellos. Si hablas con Tarantino, que todo lo que vive, sueña y hace es cine, yo noto una diferencia.

He dirigido una película y estoy orgulloso, pero aún no tengo bolas para llamarme director.

¿Y quieres llegar al punto en que te consideres director?

Sí, con precaución y cuidado. Quiero repetir y hacer algo diferente, pero paso a paso.

Primero pensaba que si esto resultaba un fracaso como película y también como experiencia personal y profesional, no repetiría.

Pero ahora sí que me ha gustado. Quiero aprender más, cambiar de género y abrirme más en mi próxima producción.

Si eso sigue interesándome y llenándome de tal manera como lo hice en la película, que fue lo más lindo, quisiera hacer una más y una más.

Quién sabe si algún día me siente mejor en una entrevista cuando me llamen director.

Este artículo es parte de nuestra cobertura del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 27 al 30 de enero de 2022.

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