El amor que se juraron en 1970 y 1986 (México y Brasil) quedó en el olvido por algunos momentos en Rusia durante el enfrentamiento de Octavos de Final.Brasileños y mexicanos siempre se aplauden y echan porras en los estadios, hay una gran amistad que forjó Pelé levantando la Copa del Mundo en el Azteca y otros como Bebeto y Ronaldinho fortalecieron, siendo figuras y viniendo a México a deleitar los ojos nacionales.Ayer, en la Arena Samara, a muchos brasileños se les subió la emoción, quizá apoyados por la incesante presión de la tribuna mexicana, que aseguraba que los sudamericanos tenían miedo o que el Tri de nueva cuenta era local en un Mundial.Cayó el primer gol y estaban tranquilos, ambas fanaticadas se ponían al borde de la butaca esperando la conclusión del partido, nadie se quería animar a festejar antes de tiempo, posiblemente asustados por un mal augurio.Al caer el 2-0 el festejo fue incontrolable, algunos cantaban el gol en la cara de los tricolores mientras éstos aguantaban temerosos de represalias. Otros, levantaban la copa y se dirigían a los aztecas con dos dedos alzados en la mano, recalcando el marcador.La sangre mexicana ardió y comenzaron las respuestas. Las primeras llegaron con baños de cervezas y terminaron con insultos de los más ofensivos que hay en el léxico nacional hasta llegar a algunos manotazos, lo cuales eran castigados con la expulsión del estadio.Entre pequeños safarranchos y algunos mexicanos que pedían cordura y buen comportamiento, así sonó el silbatazo final, donde ya todos aceptaron su futuro y tuvieron reconciliaciones con los más tranquilos, abrazos de buena suerte y palabras motivantes.A la salida, en el camión gratuito, la sangre volvió a hervir, y es que no es fácil para el perdedor, regularmente tomado, estar escuchando por media hora cánticos del triunfador. Aun así, en el autobús no pasó de cánticos en respuesta y uno que otro conato de bronca que no llegó a mayores.Decenas de tapatíos vibraron y sufrieron con la derrota del Tricolor a manos de Brasil en los Octavos de Final. Los aficionados se citaron en el Pistones Sports & Food Garage para ver el partido. Poco a poco el “Vamos México” se convirtió en un “ahh” de lamento.Gabriel Tamayo/Enviado