Tras los hechos que marcaron violentamente el Clásico Regio, fue una pomada para el dolor de las aficiones el ver a un Estadio Azteca plagado de familias, muchas de ellas divididas por los colores, pero unidas por la paz.Muchos fueron los llamados para vivir este duelo, el histórico del fútbol mexicano, con gran pasión, pero con nada de violencia, ya que muchas barras del fútbol azteca se han encargado de promover que una va de la mano con la otra.Conatos hubo, pero ni en el recorrido previo, ni dentro del estadio, se vieron ofensas violentas entre ambas aficiones, mientras que en pantallas y, sobre todo en las butacas, se pudo observar a cientos de familias, que incluían a bebés y personas de la tercera edad, en un ambiente tranquilo y respetuoso.Lo que no se erradica aún es el grito homofóbico al momento de un despeje, el cual ha desaparecido en muchos estadios, pero que en el Azteca aún sigue vigente y donde además ayer no se hizo nada para cortarlo o al menos sancionar a los que lo proferían.Otra pieza clave en el control de posibles pleitos fue que desde el minuto 60 de juego se dejó de vender cerveza, por lo que la gente a la salida estuvo de ánimos más controlados.Ya en las butacas las explosiones se dieron al 59’ y al 81’ cuando cayeron los goles de cada equipo y fue hasta ahí que se notó que el coloso estaba prácticamente dividido a la mitad entre rojiblancos y azulcremas.En el último suspiro sí creció el estruendo luego del penal atajado por Raúl Gudiño, ya que los chivas gritaron a todo pulmón, mientras que los americanistas se quejaban y atacaban a su cobrador por la mala ejecución.Al final fueron 74 mil 765 almas que se unieron para ver un partido en paz.
