El terror japonés regresa a los cines con "Dollhouse: Muñeca maldita"
La película recupera el espíritu del J-horror que consolidaron títulos como “Ringu” (1998) y “Ju-on: The Grudge” (2002)
El cine japonés de horror vuelve a la gran pantalla con Dollhouse: Muñeca maldita (Dooruhausu, ドールハウス), dirigida por Shinobu Yaguchi, que se estrena en cines de Latinoamérica, incluido México, este 6 de noviembre. Conocido por sus comedias Waterboys y Swing Girls, el realizador incursiona por primera vez en el thriller psicológico, combinando elementos de horror y drama familiar.
La historia sigue a Kae Suzuki, interpretada por Masami Nagasawa, y a su esposo Tadahiko (Koji Seto), quienes enfrentan la muerte de su hija de cinco años. En medio del duelo, Kae adquiere en un mercado de antigüedades una muñeca que guarda un parecido inquietante con la niña fallecida. El hallazgo se convierte en un refugio emocional hasta que, años después, la pareja tiene una nueva hija y la muñeca reaparece sin explicación. A partir de ese momento, la familia comienza a experimentar sucesos extraños que alteran su cotidianidad. “A pesar de los intentos por deshacerse de la muñeca, esta siempre regresa”, señala la sinopsis oficial.
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La película recupera el espíritu del J-horror —corriente del cine japonés de terror surgida a finales de los noventa— que consolidaron títulos como Ringu (1998) y Ju-on: The Grudge (2002). En esta tradición, el miedo proviene de lo sugerido y de la tensión psicológica más que de los efectos visuales. Dollhouse: Muñeca maldita mantiene esa línea: el terror se construye en la quietud, en la mirada fija de una muñeca que parece tener conciencia propia.
Uno de los aspectos más elaborados de la producción es la creación de Aya, la muñeca que da nombre a la película. Su diseño estuvo a cargo del artista de efectos prácticos Kakusei Fujiwara, quien combinó inspiración en las muñecas tradicionales del periodo Edo con técnicas contemporáneas de modelado. El resultado fue una figura con una ligera asimetría facial, lo que permite que su expresión cambie según el ángulo de la cámara. Para la filmación se usaron dos versiones: una detallada para primeros planos y otra más ligera para secuencias en movimiento.
El rodaje se llevó a cabo en diversas locaciones naturales de Japón, entre ellas la isla Chiringashima, en la prefectura de Kagoshima. Este sitio, que solo se conecta con tierra firme cuando baja la marea, reforzó la sensación de aislamiento y encierro que atraviesa la narrativa.
La cinta ha formado parte de la selección oficial de los festivales de Sitges y del New York Asian Film Festival, además de obtener una nominación a mejor dirección de arte en los Premios de la Academia Japonesa. En su estreno en Japón, superó el millón de espectadores y recaudó más de 12 millones de dólares, posicionándose como uno de los lanzamientos más exitosos del género en los últimos años.
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OB