Martes, 14 de Octubre 2025
Suplementos | Las series de televisión actuales son susceptibles de análisis más refinados

Una serie de desdichas

Varias series de televisión actuales son susceptibles de análisis más refinados ya que se trata de obras intelectuales

Por: EL INFORMADOR

Escena de la serie británica 'Ripper Street', cuyas acciones se desarrollan en el Londres Victoriano. EL INFORMADOR / A. García

Escena de la serie británica 'Ripper Street', cuyas acciones se desarrollan en el Londres Victoriano. EL INFORMADOR / A. García

GUADALAJARA, JALISCO (31/MAY/2015).- Llevo algunas semanas embebido en una serie de la televisión británica llamada “Ripper Street”, cuyas acciones se ubican en el Londres victoriano, específicamente en el barrio de Whitechapel, y se desarrollan unos meses después de los crímenes de Jack el Destripador que consagraron mundialmente el lugar. La trama es policiaca, claro, y una buena muestra de por qué la tradición británica ocupa un lugar central en el género, por encima incluso de la estadounidense y de otras, también robustas, como la escandinava y la latinoamericana.

Pese a ser una historia “de época”, “Ripper Street” tiene el mérito indudable de ser capaz de poner en su contexto decimonónico numerosos conflictos sociales cuyos tentáculos alcanzan la actualidad. Hay agitación obrera, multinacionales ambiciosas y avariciosas, discriminación brutal contra mujeres, gays, y contra individuos de pueblos colonizados, hay prejuicios arraigados y bestiales, brutalidad policial, etcétera. Hay, vaya, numerosos lazos de interés para el espectador contemporáneo. Como en toda buena ficción que juega con la historia, los escritores del serial saben que lo pasado solo cobra relevancia cuando ilumina (u oscurece con su sombra) el presente.

No siempre fueron las series de televisión obras intelectuales susceptibles de análisis más refinados de los que se le podrían dedicar a un programa cualquiera (pensemos en horrores nativos como “Laura de América” o “La Rosa de Guadalupe”, apenas dignos de ser estudiados por un forense). Aunque el auge de esa forma de la narrativa visual que  son las series lleva ya algunos años de haber sido declarado (imposible olvidar los alcances de “The Wire”, “Los Soprano”, “Band of Brothers”, “Breaking Bad”, “Deadwood” o la recientemente concluida “Mad Men”), quizá sea apenas en los recientes tres o cuatro en los que se ha podido hablar, con razón, de una suerte de “edad de oro”, de la que han formado parte también proyectos de las cadenas británicas BBC y la ITV como “Luther”, “Sherlock” o “Downtown Abbey”.

No, no siempre fue posible hablar de una serie de televisión como quien habla de una obra de arte, un buen libro o una gran puesta en escena. Por supuesto que la televisión basura no ha dejado de existir jamás (basta sintonizar ahora mismo cualquier canal, incluso en el cable o el satélite, y tendremos una altísima probabilidad de ver alguna vergüenza), pero es notorio que se ha dado un salto de calidad potencial inimaginable en la infancia de quienes ahora somos treintones y cuarentones. ¿Cómo olvidar martirios de aventuras bobas como “La isla de la fantasía” o el no menos nocivo “Crucero del amor”? ¿Cómo reponerse de haber contemplado esos remedios de un mal cómic llamados “Patrulla motorizada” o “El auto increíble”? Sé de al menos una persona que se volvió comunista porque le parecía esencial que gringos como los que aparecían en las series no gobernaran el mundo. ¿Quién recuerda esos monumentos al tedio, la chabacanería y el chiste malo que eran presuntas series de acción como “McGyver” o “Lobo del Aire” o esos dramones inverosímil llamados “Dallas” y “Dinastía”? Muchos buscábamos refugio ante el imperio de las telenovelas mexicanas, con sus códigos soporíferos e inmutables de buenos y malos, ricos y pobres, princesas en apuros, príncipes idiotas y villanos reventones, pero era arduo o imposible encontrarlo en la inmensa mayoría de las series gringas. Apenas programas como “El precio del deber” (llamado en realidad Hill Street Blues), “Historia del crimen” y algún otro que ingratamente olvido daban cuenta de personajes y situaciones más complejas que las eternas de un malandrín que huye y un bueno que lo corretea.

Pero en fin. La lucha no está ni mucho menos ganada. Las telenovelas y las malas series siguen allí. El enemigo, como siempre, acecha.

Tapatío

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