Suplementos | Un hombre que encarna los males del pasado puede ser el abanderado del cambio ¿Qué tan peligroso es Donald Trump? Un hombre que encarna todos los males del pasado puede ser el abanderado del cambio Por: EL INFORMADOR 5 de marzo de 2016 - 23:39 hs Trump es un populista, un demagogo que está a años luz de cumplir cualquier locura que defiende en su campaña. EL INFORMADOR / S. Mora GUADALAJARA, JALISCO (06/MAR/2016).- Donald Trump es un tipo más complejo de lo que solemos advertir. Es nacionalista, sí. Es racista, también. Su discurso roza en la xenofobia, eso es indudable. Sin embargo, tiene sus paradojas, particularmente si hablamos de un hombre situado a la extrema derecha en el Partido Republicano. Por ejemplo, Trump no es un feligrés del libre comercio y, por lo tanto, no es un enemigo del Estado como Cruz o Rubio. Su nacionalismo económico está por encima: quiere aranceles, y muchos. Barreras al comercio con México y con China, de los que presume una ventaja que daña los intereses de “América”. No es, a diferencia de la ultraderecha del Partido Republicano, un ferviente opositor al aborto. Quiere impuestos al patrimonio y, aunque usted no lo crea, más presión fiscal a las fortunas. Trump es un populista, bajo cualquier acepción de la palabra; un demagogo que está a años luz de cumplir cualquiera de las locuras que está defendiendo en su campaña. ¿Usted se imagina que Estados Unidos bloquee el comercio con China, digamos por un año, mientras el excéntrico nuevo inquilino del Despacho Oval negocia con el gigante asiático los impuestos a las importaciones chinas? ¿Usted cree que México abrirá la chequera, como Trump quiere, para pagar un muro, aún más alto que el actual, entre las dos naciones? ¿Ve usted probable que Trump tenga una mayoría hipercalificada de 75% del Congreso para modificar la Constitución e impedir que algún musulmán se cuele por la frontera? No hay mejor dosis para contrarrestar la locura política que instituciones sólidas. Para bien o para mal, el sistema político de los Estados Unidos es enormemente complejo y aunque algunos fanáticos, como George W. Bush, en el pasado, lograron domar al sistema y tomar decisiones que hicieron mucho daño al mundo, es innegable que las ambiciones de un personaje como Trump siempre se estrellarán con un sistema que limita las excentricidades. Lo preocupante no es Trump. Incluso, si revisamos los datos de las encuestas, a ocho meses de las elecciones, los estudios demoscópicos siguen demostrando que una victoria electoral de Trump es aún altamente improbable. Trump no cuenta ni con el apoyo del “establishment” de su partido, ni con los independientes que son clave en las elecciones presidenciales y tampoco tendría suerte en los “swing states”, los estados que por su fluctuación partidista, pueden orientar la victoria electoral para el bando demócrata o para el bando republicano. Trump es una amenaza, pero no por sus excéntricas propuestas y sus irrealizables políticas públicas, sino por algo que es más peligroso. El archimillonario, en caso de que sea el nominado republicano -lo que parece probable a todas luces- se convertirá en el representante del discurso antisistémico en las elecciones de noviembre; representará el cambio, la vacuna contra los males de Washington, particularmente si en la acera de enfrente se presenta Hillary Clinton. Lo sorprendente es que un hombre que encarna todos los males del pasado, racismo, xenofobia y discriminación, puede convertirse en el abanderado del cambio. Algo parecido le ocurrió a Hitler en Alemania. Y es que los datos confirman que Trump está ampliando sus porosos límites. El precandidato republicano ha desmentido, con el apoyo que ha recibido en las primarias, todas las teorías que partían de su incapacidad para aglutinar electorados diversos (“I´m a unifier”, dijo al ganar el supermartes). ¿Quién es ése 49% que apuesta por Trump en el Partido Republicano?, se pregunta la revista The Atlantic en un largo reportaje. Es cierto, hay algunos puntos en común entre sus seguidores: no pasaron por los estudios universitarios y se sienten amenazados por la globalización; 86% de sus electores piensa “que no tiene voz en los asuntos públicos”; 59% considera que existe una guerra interna en Estados Unidos, a causa de la descontrolada migración; su área de influencia, la actual, la marca una línea que se extiende al Este del Río Misisipi y del Río Ohio: el centro-sur del Este americano. Y de acuerdo a Nate Cohn del diario The New York Times, la base de apoyo de Trump también incluye a demócratas con resentimiento, a trabajadores blancos con poca educación y altamente ideologizados, y una tendencia a concentrar el voto masculino. Estas características, particularmente las relacionadas con su habilidad para cohesionar el voto antisistema y antielite, así como ser el altavoz de aquellos que se sienten excluidos, no tienen un techo electoral tan definido, como alguna vez identificaron los analistas políticos. A Trump lo hace peligroso, precisamente lo mismo que lo puede derrotar. A pesar de la aparente incorruptibilidad de sus ideas, y la firmeza de sus principios, en este Trump, el personaje que él mismo se ha creado, se esconde lo que siempre ha sido: el empresario pragmático. Trump decidió que la única forma de ganar la nominación republicana era decir las cosas que otros no quieren decir. Se labró entre sus electores, la fama de un hombre valiente, capaz de desafiar al “establishment” republicano y de nunca callarse lo que piensa. En un momento en el que la política se encuentra desprestigiada por su tendencia a callar y negociar en lo oscurito, Trump irrumpe como el “tira netas”, el hombre que desafía al sistema y que le dice a su base de simpatizantes lo que quieren escuchar. Ante la corrección política de Obama, el mejor antídoto es la incorrección de Trump. Pero, a pesar de lo que Trump ha significado en los últimos meses, el empresario pragmático y calculador puede aparecer de nuevo. Decir que en Trump sólo hay pragmatismo es reducir la realidad, pero es un elemento no descartable en su personalidad. La vaguedad de su discurso lo permite. Trump no vende un muro con México y menos una sólida doctrina en materia de política exterior. Lo que vende el magnate es una idea, racista y xenófoba, pero un concepto, al fin. Como dice Derek Thompson en The Atlantic: “a Trump no le interesa las políticas públicas, su llamado al elector trasciende a la agenda y a los problemas”. La base de su narrativa no pende del hilo de la congruencia tecnocrática. Trump, su personaje, parte de la maleabilidad, de su capacidad para decir ocurrencias que fortalezcan sus posturas nacionalistas, pero sería iluso analizar el impacto de las decisiones de un hombre al que no le importan sus propias posturas. El magnate es lo que es porque ocupa un espacio de la política americana, que siempre ha existido y que ha querido ser exaltado por muchos candidatos, que conjuga odio a la clase política, antisistemismo, racismo, depresión por la pérdida de la “grandeza americana” y ansiedad ante un futuro económico incierto. No olvidemos que Sarah Palin buscó, en el pasado, agitar las pasiones de este electorado que, es minoría, pero que resulta altamente cohesionado y ruidoso. Y no podemos obviar que es precisamente Hillary Clinton quien se encuentra enfrente. Hillary es, por así decirlo, el mejor símbolo del “establishment”. La familia Clinton embona a la perfección con el estereotipo del sistema. Una “insider” de Washington; una mujer que se mueve entre la aristocracia liberal de los Estados Unidos, y que lleva formando parte de la élite desde décadas atrás. Hillary puede significar el cambio por su condición de mujer, pero quitando política exterior, comparte prácticamente todo el ideario de Obama. Fue la secretaria de Estado durante buena parte de su administración. Y, al mismo tiempo, como decía, es una mujer del sistema. La retórica de Trump encuentra en Hillary al adversario perfecto, al “sistema” encapsulado en una mujer que lleva años cobrando sueldos públicos y tomando decisiones en la esfera más alta de la política americana. De la misma forma, la retórica de Trump será eficaz si encuentra ese marco de confrontación con la aparente candidata demócrata. Hillary Clinton buscará fortalecer su posición de mujer con experiencia, vender la estabilidad política y un cambio moderado con respeto a la gestión de Obama. Clinton se ha encontrado con innumerables problemas durante las primarias del Partido Demócrata. De entrada, la ex primera dama no conecta con el electorado. Es cierto, su apoyo entre algunos segmentos del Partido Demócrata es innegable, pero no logra ni embonar con los jóvenes ni tampoco con el trabajador blanco, fundamental en muchos estados que definen la elección. En estos dos terrenos, Bernie Sanders ha sido tremendamente eficaz. Entre los jóvenes, los menores de 30 años, el senador por Vermont ha recabado el apoyo de siete de cada diez. La fortaleza de Clinton está en las minorías: los negros y los hispanos apuestas vehementemente por la candidata demócrata. Si la elección se juega sobre el marco sistema/antisistema, si se convierte en un referéndum sobre quien puede realmente cambiar Washington, en ese terreno Trump podría hacerle mucho daño a Hillary. Lo que debe preocuparle, ya no a México sino al mundo, sobre Trump, es el movimiento que se encuentra detrás de él. Trump puede ser un populista irresponsable, lo que no debe llevarnos a cerrar los ojos ante esa base de simpatizantes que lo tienen hoy a un paso de obtener la nominación republicana. Detrás de Trump hay millones de americanos que comparten sus ideas y que están dispuestos a hacer todo por él. Estados Unidos entra en una fase política en donde la violencia verbal y la discriminación se vuelven armas legítimas en el terreno político. Trump ha construido a un enemigo de “América”, los chinos codiciosos y los corruptos mexicanos. No sabemos si el pragmatismo lo llevará al centro en la campaña presidencial, pero lo que realmente preocupa es que estas ideas sigan siendo tan populares entre distintos segmentos de la sociedad americana. El problema no es Trump, sino esa base de simpatizantes que no deja de crecer. Temas Tapatío Enrique Toussaint Orendain Lee También Sociales: André e Isabella reciben la Primera Comunión en familia Sociales: El Informador inicia una nueva etapa con la moderna imprenta "Doña Stella" Sociales: Nice de México celebra su 29 aniversario El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones