Domingo, 12 de Octubre 2025
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Preste y llame

Probablemente nadie se ha escapado de estas llamadas incómodas y a horas inapropiadas

Por: EL INFORMADOR

Hay llamadas que causan sorpresa o emoción; hay otras que sacan a la bestia que todos llevamos dentro.  /

Hay llamadas que causan sorpresa o emoción; hay otras que sacan a la bestia que todos llevamos dentro. /

GUADALAJARA, JALISCO (03/AGO/2014).- Buenos días. ¿Sería tan amable de comunicarme con la señorita Adriana Maracas?”. La alegre voz femenina en el teléfono contrasta con el cielo negro de las 05:29 de la mañana del domingo. Luego de tallarme la cara con las manos, conteniendo el impulso de amenazar de inmediato con la crucifixión a la chica al otro lado de la línea, procedo a responder: “Mire, señorita: aquí no vive Adriana Maracas, ni ha vivido jamás. Tampoco es su oficina ni somos sus parientes, amigos, amantes o avales. Es más: jamás en la vida hemos oído hablar de ella y ni siquiera creemos que el apellido Maracas sea verídico, porque suena bastante chistoso, la verdad. Y le advierto: si vuelve a marcar este número, especialmente a estas horas y en fin de semana, nos encargaremos de que alguien la busque, dé con usted y la crucifique. Buenos días”.

Alguien anotará que la respuesta de marras es desproporcionada, cuando no abiertamente salvaje. A ese comentarista, me temo, habrá que explicarle que no es divertido que lo llamen a uno a las 5:29 de la mañana de cada sábado  y domingo, durante año y medio, para preguntarle por una persona que no conoce y que quizá no exista, sin que ninguno de los pelmazos que han osado alterar el silencio prístino de esa hora inexplicable e insultante haya sido capaz de tomar nota de que el número está mal o ha sido errónea o ladinamente mal proporcionado.

¿Quién es Adriana Maracas? Ah, pues ese es un misterio a la altura de las míticas existencias del Yeti o de los alienígenas ancestrales. ¿Por qué la busca con tal intensidad y frecuencia el personal del call center al servicio del reconocido Banco Inepto Que No Sabe A Quién Le Presta Dinero? Tampoco hay mayor luz al respecto porque, luego de año y medio de llamadas, ninguno de los chicos y chicas del call center ha accedido a contarnos el motivo de la indagación, puesto que les negamos a la persona solicitada. Alguna vez he tenido la tentación de fingir que yo mismo soy Adriana Maracas y preguntarles, entonces, con vocecita de cantante de salsa caribeña, si es que les debo una fortuna o si acaso es que me andan localizando para que cobre la herencia del Rey Salomón, pero cada vez he desistido ante la evidencia de que pasarán otros 200 años llamando a mi número si llegan a creer que, efectivamente, la seño Maracas atiende en él.

Me imagino que de este episodio se pueden sacar algunas deducciones. La principal es que los bancos, las tiendas departamentales y otros negocios similares son singularmente laxos y fofos para conceder créditos en el afán de ampliar su cartera de clientes. Pero, claro, cuando una Adriana Maracas cualquiera desaparece un día de la vista, luego de haberse encharcado con un comedor o una sala o cinco televisores de alta definición, sus departamentos de cobranza sacan las uñas. Y todo lo que antes fue suavidad y “no se preocupe” se torna, de pronto, espinas, garras, amenazas y llamadas en horarios escandalosos para ver quién se intimida.

Y, aunque parece más que dudoso que con el método de las llamaditas matinales los call centers, y los despachos de abogadillos que terminan absorbiendo estos casos, logren cobrar de verdad alguna cuenta, imagino que el objetivo es justificar el dinero que le cobran al acreedor, pasándole cada cierto tiempo un papelito muy mono que registra año y medio de llamadas inútiles. Así, pues, persisten en marcar mi número mientras llega el día en que la deudora tenga a bien solventar sus pendientes porque sí, porque no tienen nada mejor que hacer.

Ay, Adriana: en tu honor, la próxima vez que me encharque con cinco televisores, firmaré el pagaré como “Higinio de Maracas” y como número de contacto pondré cualquiera, al azar, para que la alegría de la búsqueda sin fin siga y siga y se expanda por el mundo como una gozosa danza que nos saque a todos de la cama al amanecer.

Tapatío

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