Suplementos | De abril a junio. El sabor de la temporada ¡Las pitayas llegaron ya! Además de sabrosos, estos frutos son ricos en nutrientes y hasta son buenos para el amor Por: EL INFORMADOR 11 de abril de 2013 - 21:12 hs Irresistibles. Pese a que no es sencillo degustar una pitaya, en el barrio de las Nueve Esquinas son pocos los que dicen no a estos ape / GUADALAJARA, JALISCO (11/ABRIL/2013).- Comer pitaya no es cualquier cosa. El chiste es embarrarse la cara, los dedos. Saciar el antojo de una sola mordida. Que la pulpa se desgarre en la lengua, que las semillitas negras truenen en el diente, y que el jugo –el más importante– se escurra entre los labios. Así se come la pitaya: a mano limpia. Al menos es lo que se observa cada temporada primaveral en Guadalajara, de abril a junio. La pitaya jalisciense llegó otra vez a las calles del Centro tapatío, a los mercados y a la mesa de los hogares. A cinco, a ocho y a 12 pesos por pieza, depende del tamaño. A 40 pesos el kilo para las más chiquitas y mallugadas. “Usted escójala. Pruébela. Si no le gusta, no paga”, se atreven a decir bromistas los pitayeros, procedentes de Techaluta de Montenegro y Amacueca –al sur de Jalisco–, en el tradicional barrio de las Nueve Esquinas. Saben que la temporada de pitayas es la sensación y no hay pierde en las ventas, pues es lo más esperado por muchos. “Yo sólo vengo al Centro por las pitayas, desde Zapopan, porque las que venden por mi casa no me gustan como las de aquí, uno ya sabe a lo que viene”, dice la señora Antonieta Fermín Gómez, mientras echa a la bolsa dos kilos del exótico fruto: mil gramos de la morada, otro tanto de la rosa. Los alrededores de las Nueve Esquinas se transforman en una meca frutal. Un oasis en medio del asfalto y el concreto, donde el calor amenaza con dar el golpe al primer descuido. Algunos compradores llegan al tú por tú con el vendedor. Ni preguntan el precio, sólo arrebatan la primera pieza de fruta que ven. Clavan el dedo gordo en la cáscara, la pelan a medias y sueltan la mordida. Aquello es un gesto místico, un reencuentro con el sabor exótico entre las calles de Colón y Nueva Galicia. Para el mal de amores Carmen Arriaga se persigna. Su primera venta del día son seis pitayas por 30 pesos. “Ojalá tenga buena mano, señorita. Hay que aprovechar que este año las pitayas están más dulces que otros años. Siempre están ricas, pero esta cosecha se adelantó y salieron bien bonitas”, dice la vendedora que por más de 10 años se ha instalado en el centro de la ciudad para vender hasta más de 50 kilos del fruto al día. Doña Antonieta sigue merodeando a los vendedores. Viendo cómo la gente come pitaya. “Hay quienes se las comen tan sabroso que a uno se le antoja comérselas así, echarse el bocado de una mordida y seguir con otras tres de jalón, pero también hay que tener cuidado, luego le escaldan la lengua, como la piña”. –¿Y usted por qué come pitaya?– Antonieta, de 63 años de edad, dice que porque los beneficios a la salud son muchos más que otras frutas. “Las pitayas le curan el alma. En serio. Curan los corazones rotos. Le limpian el mal sabor de boca, y así, con el sabor dulce, usted ya está lista para besar a nueva gente; le endulzan la lengua, el aliento. Si no me cree, cómase una rosita y verá como le alegra el día”. Doña Antonieta no se equivoca. Las pitayas le cambian el rostro a la gente, la sangre y de paso hasta los pulmones. La popularidad de este fruto va más allá de su sabor, una mezcla entre piña, guanábana y kiwi, pues los activos nutrientes que tienen son una dosis de bienestar al cuerpo. Está más que demostrado que las pitayas –también conocidas como frutas del dragón– gozan de un surtido efecto saludable. En primera instancia, son un hidratante natural, pues su dulce y suave pulpa disminuyen la sensación de sed. “Es como el chayote, están hechas de pura agua en su carnita”. Uno de los beneficios más aplaudidos que tiene la pitaya, y que recientemente se respaldó por el Departamento de Biología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), es que ayuda a controlar los niveles de la glucosa en el torrente sanguíneo, sobre todo para aquellas personas que padecen complicaciones relacionadas a la diabetes, hipertensión y deficiencias cardiovasculares. Vitaminas preventivas El alboroto inicia en las Nueve Esquinas a medio día. “De una vez venimos, luego se llena de gente y no se disfruta igual. En los mercados venden, pero pues aquí es una tradición”, dice José Hernández, quien ha llevado por primera vez a su hijo Carlos, de siete años de edad. El pequeño nunca ha probado pitaya. “Que le da asco”, dice su padre con la boca llena de pulpa blanca. “Ni sabe lo que dice, pero se tiene que enseñar a comer, luego uno tiene la culpa de que coman pura chatarra”. El niño hace una mueca de espanto. Con la punta de la lengua toca la pulpa amarillenta de otra pitaya mientras sus dedos evitan tocar el origen de las espinas arrancadas. Lo baboso de la fruta le escurre por la barbilla. “Muérdele con ganas, así como le muerdes a las papas con chile”, dice su padre al asegurar que él mide 1.80 por que desde niño comió pitaya. “Nunca me enfermé, mi madre nos daba pitaya para que no nos diera gripa, y pues sí es cierto. Durante tres meses no comíamos otra cosa más que pura pitaya morada”. José tampoco miente. La pitaya contiene altos niveles de vitamina C y una importante dosis de fibra, lo que agiliza el proceso digestivo y evita el estreñimiento. “Pues no soy nutrióloga, pero sé que la pitaya es buena para limpiar el estómago en ayunas, como lo hace el nopal. Además, las semillitas tienen hierro, de algo tiene que servir”, expresa Carmen (la vendedora), sin saber que éste fortalece al sistema autoinmune, además contiene vitamina B y lleva oxígeno hasta los pulmones, mientras que sus activos de fósforo y calcio limpian el hígado y los riñones. Doña Antonieta Fermín Gómez recuerda la primera vez que comió pitaya y suelta la carcajada advirtiendo al niño primerizo que no se espante cuando vaya al baño. “Las pitayas son como el betabel, uno se hace adicto a estas cosas y cuando comes de más, tremendo susto te das en el baño, así que ya sabes, hasta morada se te va a poner el alma”. PARA SABER En detalle -La pitaya es un fruto cactáceo. En su periodo de madurez la pulpa es dulce y con pequeñas semillas negras que son comestibles, su cáscara es suave y con espinas que, como las tunas, son extraídas por los vendedores. - En Jalisco se producen cinco colores distintos, con diferente intensidad de acidez: amarilla, blanca, roja, morada y solferina. TOMA NOTA Calidad, sabor y variedad En la zona de las Nueve Esquinas (Colón y Nueva Galicia) además de la pitaya natural, se venden productos elaborados con la pulpa, como la mermelada, helado, té y hasta dulces artesanales mezclados con leche o chile molido. Temas Alimentos Calor de hogar Lee También Miércoles de Plaza en La Comer y Fresko: Estas son las ofertas de hoy 8 de octubre ¿Qué tan saludable es comer pan de muerto? ¿Cómo quitar el mal olor de los zapatos de manera natural? 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