Domingo, 12 de Octubre 2025
Suplementos | México es un recurrente invitado en la discusión electoral en Estados Unidos

La voz ausente

México es un recurrente invitado en la discusión electoral en Estados Unidos

Por: EL INFORMADOR

Sorprende el silencio del Gobierno Federal ante las elecciones del país vecino. EL INFORMADOR / J. López

Sorprende el silencio del Gobierno Federal ante las elecciones del país vecino. EL INFORMADOR / J. López

GUADALAJARA, JALISCO (02/OCT/2016).- No recuerdo una elección en Estados Unidos que desatara tanta atención en México. El debate del lunes pasado atrapó a una buena parte de la opinión pública del país. Las televisoras abrieron sus noticieros con los momentos más destacados. Las estaciones de radio configuraron mesas de expertos para analizar los saldos de la contienda. Y hasta los periódicos locales llevaron en portada lo que el portal político.com tituló como el “debate del siglo”. Nadie duda de la importancia que reviste una elección en Estados Unidos para los intereses de México. Nadie duda que los comicios de noviembre tienen un especial impacto en la política y la economía nacional.

La relación bilateral entre México y Estados Unidos es una de las más dinámicas del mundo. Los datos no dejan lugar a interpretaciones. Tres mil 100 kilómetros de frontera común. 277 mil millones de dólares representan las exportaciones de México a Estados Unidos. 216 mil millones de dólares la cifra que importamos de nuestro vecino del Norte. El 29% de los extranjeros que viven en Estados Unidos son de origen mexicano. El peso está atado al dólar como ninguna otra moneda. Hasta dos mil armas ilegales al día llegan a México provenientes de la Unión Americana. Y sin embargo, la voz de México tiene poco peso en la elección de Estados Unidos. La única intervención de nuestro país en el debate electoral fue la tristemente célebre invitación de Peña Nieto al candidato republicano Donald Trump.

México ha sido presa de ataques, estereotipos y agresiones permanentes en la elección de los Estados Unidos, y sin embargo, el Presidente sólo repite el mantra: “no intervendremos en las elecciones de Estados Unidos”. Como si estuviéramos condenados a sentarnos de brazos cruzados mientras se esfuma la poca credibilidad que tiene nuestro país entre amplios segmentos de la opinión pública americana. El mexiquense se abraza a la trasnochada tradición diplomática mexicana para dejar que nuestro país sea utilizado como piñata por unos y por otros. Resulta paradójico que Tlatelolco, la sede del cuerpo diplomático nacional, no haya sido capaz de desmentir ninguna de las injurias que se han popularizado en campaña. México es el país que exporta secuestradores. El país cooptado por el narco hasta las entrañas. México es el país que se “aprovecha” del comercio con Estados Unidos. Es la nación corrupta. México es un actor central del debate electoral en Estados Unidos y eso no ha motivado ninguna respuesta de los líderes políticos. Peña Nieto demuestra que es el rey del inmovilismo (y es que así nos va cuando se mueve).

Y es que el debate electoral en Estados Unidos ha colocado asuntos que son vitales para nuestro país. La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte es ahora más que una amenaza. No sólo porque el candidato republicano Donald Trump prometió revisarlo y abrir las negociaciones para modificar algunos criterios del acuerdo económico, sino porque incluso entre los demócratas hay voces que piden replantear el Tratado. Recordemos que el propio Bernie Sanders pidió un análisis serio del acuerdo con el objetivo de proteger los intereses de los trabajadores americanos. El TLCAN supone una automática polarización entre partidarios y detractores en México, pero lo que es innegable es que la turbulencia económica de “abrir la caja de Pandora”, supondría un duro golpe para la economía mexicana en el corto plazo. México ni siquiera ha sido capaz de poner una postura clara y sin ambigüedades en este tema. El miedo a López Obrador, a que utilice el TLCAN como instrumento de obtención de votos, le pone un bozal al Presidente que se ha limitado a decir que “está abierto a modificar el TLCAN”. ¿A modificar qué? ¿Qué puntos exigiría México que se reconsideren? Como un espejo de su sexenio, Peña Nieto es incapaz de escapar de la ambigüedad.

Y la discusión sobre el TLCAN nos transporta al futuro de la integración norteamericana. Después del fracaso de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN) se han diluido las alternativas de profundizar la integración entre los tres países del norte del continente. Por el contrario, la agenda trilateral apunta a involuciones muy profundas y a la reconsideración de los pocos avances que hubo en el pasado. La miopía del Gobierno de Peña Nieto llega a tal nivel que ni siquiera podemos rastrear qué opina sobre el papel que debe jugar México en la relación trilateral. El Presidente apostó por la Alianza del Pacífico y poco más. El cuerpo diplomático no sabe si remar para el Norte o para el Sur, Claudia Ruiz Massieu es una encargada de despacho ninguneada ante decisiones de peso. La visita de Trump visibilizó su poca relevancia.

La migración es otro ejemplo de la voz ausente de México. Los ocho años de Barack Obama tienen luces y sombras, y en la agenda de migración las segundas predominan. Los dos periodos de Obama serán recordados como la cúspide de las deportaciones. Según los datos oficiales, entre 2009 y 2015, la administración demócrata, y los gobernadores de los estados, son responsables por 2.8  millones de deportaciones. Deportados a los que son violados sus derechos humanos más básicos y, sin embargo, sólo han recibido un silencio cómplice de parte de las autoridades mexicanas. Ni Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto han condenado esa estrategia de deportaciones en caliente que ha implementado la administración Obama. Y la cosa se pone peor, las perspectivas de una reforma migratoria se nublan al paso de los años y menos en un entorno de polarización política como la que vive y vivirá Estados Unidos en los próximos meses.

Tengo mis marcadas diferencias con el ex canciller Jorge Castañeda. A pesar de ello, tiene razón en un punto: para defender los intereses de México, hay que hacer política en los Estados Unidos. La voz de México está ausente en los principales medios de comunicación de la Unión Americana y no existe un relato del México que se quiere socializar entre los sectores sensatos de la opinión pública americana. La agenda migratoria necesita eso: reconstruir la imagen de México en los Estados Unidos. Como estamos, no sólo no representamos factor alguno de presión en la legislación americana, sino que incluso los márgenes de autonomía se han reducido. ¿O cómo explicamos el Plan Frontera Sur, un proyecto que blinda a la Unión Americana desde los límites mexicanos con Centroamérica y obliga al Gobierno de Peña Nieto a emprender deportaciones masivas para evitar que dichos migrantes de paso lleguen hasta los Estados Unidos? Es la fotografía de un país que ni siquiera puede articular una política migratoria soberana.

La seguridad es otra arena de nutrida interrelación entre los dos países. Y no sólo por la importancia mutua en la relación bilateral. Buena parte de los problemas de inseguridad en México se ocasionan por el consumo de drogas en las grandes ciudades de los Estados Unidos y por las armas que llegan todos los días a fortalecer la capacidad de fuego de los grupos del crimen organizado. Estados Unidos tiene una responsabilidad histórica con la violencia en América Latina, particularmente en México, Centroamérica y Colombia, y que sólo discursivamente la asumió el Presidente Obama. En este contexto, Peña Nieto tenía espacio de avance e interlocución. El inquilino del Despacho Oval dio muestras de voluntad al revivir legislaciones para limitar el acceso a armas de determinadas características e incluso el debate en Estados Unidos sobre la violencia racial, favorecía los intereses de México en esta agenda.

Los Pinos nunca movieron ficha. Los escándalos y las dificultades políticas consumieron el tiempo del Presidente. La agenda de seguridad se redujo a un par de cumbres trilaterales y declaraciones de cajón. No sé si podamos rastrear algún otro sexenio en donde veamos una renuncia tan explícita de la Presidencia a mostrar avances en la relación. Los cambios del Presidente en la representación diplomática ante Washington son un indicativo de la brújula extraviada del Jefe de Estado.  Nunca supo qué quería construir con Estados Unidos y hoy como corolario tenemos que México se encuentra estigmatizado al Norte de la frontera y sin una respuesta satisfactoria del Gobierno.

Las elecciones en Estados Unidos son casi tan importantes como los comicios de 2018. En las urnas, el próximo martes ocho de noviembre, se juega buena parte de la economía mexicana, la estabilidad política, el futuro de la integración en América del Norte, la colaboración en materia de seguridad, la política de drogas, la agenda migratoria y un larguísimo etcétera. Ante estos debates, México no tiene posición. Es una voz ausente, mientras Trump agita el sentimiento antimexicano y Clinton se mueve entre las aguas del pragmatismo. El tono del debate en Estados Unidos daña la imagen del país y no veo más que una renuncia explícita de la diplomacia mexicana que parece que espera a que pase la tormenta para hacer el recuento de daños. Otra señal del extravío que vive la diplomacia mexicana en la última década.

Tapatío

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