Jueves, 09 de Octubre 2025
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El ocaso de Luis

Videgaray Caso se despide del gabinete luego de cuatro años

Por: EL INFORMADOR

El hombre que asume como propio el ridículo de la visita de Trump. EL INFORMADOR / J. López

El hombre que asume como propio el ridículo de la visita de Trump. EL INFORMADOR / J. López

GUADALAJARA, JALISCO (11/SEP/2016).- Luis Videgaray fue lo más cercano que hay a un primer ministro. Comparable, tal vez, con las figuras de Juan Camilo Mouriño en el sexenio de Felipe Calderón o a José Córdoba Montoya durante el salinato. Como lo definía Jorge Castañeda en un artículo publicado hace algunos días: Videgaray se encargaba del estado de la administración; día a día. Amigo del Presidente, el ex secretario de Hacienda asumió responsabilidades a diestra y siniestra. Uno de los pocos que le habla al oído al Presidente. No había sopa, política o administrativa, en donde Videgaray no metiera su cuchara. Su ocaso, al menos tras su salida de Hacienda, es también el ocaso de la hiedra de dos cabezas con la que decidió Enrique Peña Nieto operar las decisiones de su sexenio. Un modelo que le dio rumbo en los primeros 18 meses de su Gobierno, pero que luego fue incapaz de encontrar la salida al extravío.

Luis Videgaray cometió al menos cinco pifias que dinamitaron su crédito como el hombre fuerte y sensato del gabinete. La imagen de un secretario de Hacienda “de hierro”, con visión y conocimiento, que mostraba la prensa internacional en los primeros meses del sexenio de Peña Nieto, se estrelló con la realidad de los números. Sus argumentos, aquellos que alegremente le espetaba Videgaray a Calderón cuando el primero era diputado federal, se le voltearon con el paso de los meses. Videgaray tropezaba una y otra vez, tirando por la borda la imagen de un súpersecretario eficaz y con un proyecto claro en la cabeza. Las ambiciones presidenciales también le explotaron en las manos y lo llevaron a tomar decisiones que serían, poco tiempo después, totalmente insostenibles.

La reforma fiscal abolló su corona. Es innegable, las modificaciones al sistema tributario del país permitieron darle cierto aire a las finanzas públicas. Los datos son contundentes: antes de la llegada de Peña Nieto, el Gobierno recaudaba 8.5 puntos del Producto Interno Bruto (PIB), en la actualidad supera los 13 puntos. No es menor. La reforma tenía como objetivo recaudar 1.4% extras. Superó las expectativas, las cifras no mienten. Sin embargo, la gestión no fue la correcta. Videgaray impuso la reforma con pocos consensos, excluyó al PAN y la acordó con el PRD. Los empresarios se sintieron excluidos por un secretario que tocaba sus intereses y no tenía la menor cortesía con las cúpulas empresariales. Es cierto que casi cualquier reforma fiscal molestara a los empresarios, no lo dudo. Incluso, diría que es positivo que no haya puesto las modificaciones al escrutinio de aquellos que siempre se niegan a aportar más a la hacienda pública, pero es innegable que su ausencia de interlocución le pasó altos costos. La reacción tan positiva de la Iniciativa Privada a la salida de Videgaray es un indicativo del desgaste del secretario.

Del supersecretario eficaz al hombre de los fracasos. La ineficacia de Videgaray está clara al revisar las cifras que hereda. Crecimiento económico de mediocre para abajo -una tasa promedio de dos puntos porcentuales; un aumento de 18 puntos del PIB en deuda pública; una política fiscal cero redistributiva, como demuestra el índice Gini después de las transferencias; duda en los mercados respecto de la estabilidad económica de México; un tipo de cambio por las nubes, y una “montaña rusa” en el ejercicio del gasto pública. Y es que el Gobierno cerró el flujo de gasto en 2013 y lo abrió excesivamente en 2014, y en parte de 2015. Toda esa “borrachera” de gasto, aunado a un entorno internacional difícil en materia petrolera, obligó a  Hacienda a comenzar una serie de recortes muy importantes en el gasto público. ¿Cómo podemos mantener la idea de Videgaray como un secretario responsable y que apuesta por la estabilidad, con estos vaivenes injustificables? El gasto en inversión, en carreteras, puentes o transporte público, es el más bajo en dos décadas. Si revisamos los indicadores, nos daremos cuenta que la gestión de Luis Videgaray dista mucho de los parámetros aceptables. Incluso, el recorte anunciado y ahora defendido por José Antonio Meade, fue decidido por Videgaray: 230 mil millones de pesos menos de gasto, incluyendo 31 mil millones de pesos recortados en educación, 12% del gasto educativo del país.

Un secretario de Hacienda no puede ser presidenciable. Entiendo que ésta fue regla de oro durante décadas, pero abunda la evidencia que sustenta que Videgaray se tomó en serio ser el “Delfín” de Peña Nieto. Aunque tengamos al Banco de México, una institución con prestigio, siempre es peligroso que un secretario de Hacienda piense que su arena es más la electoral que la económica. Los candidatos pueden surgir de donde sea, pero considero que las áreas menos propicias, aludiendo al interés público, es seguridad y finanzas. La inquietud electoral llevó a Videgaray a ser parte de la sobreventa de las reformas y, con ello, el camino hacia una decepción inevitable. Ahí está el precio de la gasolina. Videgaray, al igual que el Presidente, ataron irresponsablemente la reforma a los precios del combustible. La respuesta: una indignación de una parte de la sociedad ante la promesa incumplida. El electoralismo, la visión cortoplacista de la política y las elecciones, sólo lleva a nublar el juicio y a tomar malas decisiones. Videgaray fue presa de su propio éxito.  

El conflicto con Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, fue un elemento de inestabilidad durante todo lo que llevamos de sexenio. Ambos se han golpeado hasta con la cubeta. Han utilizado su poder en los medios de comunicación para colocar al otro en una posición realmente incómoda. Sin embargo, el corolario de su particular “juego de tronos”, es el desprestigio del proyecto presidencial y la guerra de fango durante largos tramos del sexenio. Entiendo que la política implica eso, pero lo que es incomprensible es llevar el pulso hasta el extremo y, con ello, la credibilidad al suelo del proyecto presidencial. La división al interior del gabinete de Peña Nieto es más que palpable y los dos súpersecretarios son responsables de esta fractura en el equipo de trabajo del Presidente.

La decisión de la visita de Trump. Incomprensible. Error histórico, por decir lo menos. La excusa de “calmar a los mercados” desata la risa de más de alguno. ¿De verdad alguien pensaba que una visita de Trump podía calmar la reacción de los mercados que temen al proteccionismo y la locuacidad de un sujeto como Trump? ¿Alguien se puede tomar en serio que un secretario de finanzas crea que abona a la estabilidad del país recibir en Los Pinos, como jefe de Estado, a un candidato que se ha mofado de México y de los mexicanos? Luego la actuación timorata de Peña no es achacable a Videgaray. Al día de hoy, no sé si realmente Videgaray fue el “chivo expiatorio” de toda esta ridícula historia, pero si en realidad fue idea de Videgaray, pasarán muchos años para que se quite el estigma de tamaño yerro. Haiga sido como haiga sido, la visita de Trump marcará la trayectoria de Videgaray, particularmente si decide ser candidato a la gubernatura del Estado de México en 2017.

El ocaso de Luis es también el ocaso de un proyecto presidencial en extravío. El supersecretario no sólo fue el garante de la estabilidad económica y el semblante serio de una administración que apostaba por la responsabilidad, fue también el gran ideólogo del peñanietismo. Como lo registran las notas de prensa y las columnas de opinión, Videgaray se metió a la confección misma de las reformas y su negociación. Los hombres fuertes del Presidente para negociar reformas fueron los cercanos a Videgaray: Aurelio Nuño, Enrique Ochoa Reza y hasta José Antonio Meade. Se especuló previo al sexenio si Peña Nieto apostaría por un espacio autónomo para Videgaray en donde tuviera libertad para moverse de un lado a otro y todas las herramientas para negociar las reformas de tiempo completo. No extrañó ese puesto, desde Hacienda hizo mucha política. ¿No dicen que los presupuestos son política en forma de números? Al final, en la práctica Luis Videgaray es también un damnificado del fracaso, hasta el momento, del proyecto reformista de Peña Nieto. Su salida significa más que desprenderse de un hombre de todas las confianzas del Presidente, es, sobre todo, asumir que la ruta que trazaron Videgaray y Peña Nieto ya no está dando resultados en la práctica. El ocaso de Luis es el ocaso de un proyecto, nacido en la expectación y rápido devenido en decepción.

Tapatío

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