Domingo, 12 de Octubre 2025
Suplementos | Pontiac Solstice GXP Cupé

De colección

Con una edición limitada a 100 unidades, el Solstice GXP Cupé probablemente será nuestro último Pontiac a prueba

Por: EL INFORMADOR

Quien lo ve pasar, se pone a soñar con él. Así ha sido con el Solstice desde que salió el primero, como un roadster. Así continua la historia con este cupé, que más bien es un targa. La pena, o la ventaja, es que pocos podrán tener uno.

Una y otra vez ha sonado la noticia del borrón que General Motors dará a la legendaria marca Pontiac, en 2010. Algunos ya digirieron la información, otros no tanto. Pero queda ese sentimiento de que las cosas pudieron ser hechas de manera distinta en el pasado, teniendo como uno de esos resultados (que jamás veremos) una gama propositiva como lo pudo ser Pontiac.

Hubo una época en que el diseño de los coches de Pontiac eran como para darse la media vuelta, con sus contadas excepciones. Pero en los últimos tiempos se intentó rescatar a la marca con un rejuvenecimiento en sus productos. Parte fundamental de ello, fue la aparición del Solstice. Su diseño destaca por mucho. Es un coche encantador a la vista y elegante en su andar, que hacía suponer a mucha gente que era más costoso de lo que es. Un contrapunto era que su imagen atrevida quedaba a deber con la potencia de su motor de 2.4 litros de desplazamiento, con 177 caballos de fuerza, cosa que ahora cambió radicalmente y de la que hablaremos más adelante.

Recién presentado a principios de julio de este año, el Pontiac Solstice GXP Cupé aparece como la única opción que la marca ofrece meramente como Solstice, dejando atrás el modelo que usaba el techo de lona y que se guardaba en la cajuela. Este Solstice GXP Cupé, limitado a 100 piezas para el mercado mexicano, se convierte entonces en un objeto del deseo para los que buscan un auto que puede convertirse en auto de colección, ante la inminente desaparición de la compañía.

Las diferencias estéticas son notorias. Principalmente, Pontiac cambió en el Solstice GXP Cupé, su techo. Ahora es un toldo rígido que se abre desenganchando tres seguros que lo mantienen en su posición. Este techo no es para transportarse, ni existe un compartimento especial donde guardarlo. Hay que dejarlo en casa y no es recomendable hacerlo en época de lluvia, ni con mucho Sol, ya que no hay forma de protegerse de la lluvia, ni de achicharrarse, si no se compra la opción del techo de lona, que está disponible al menos en Estados Unidos. Más bien, el toldo pudiera dejar de usarse para dar un paseo corto. Nada más.

Teniendo nuestras cabezas descubiertas, notamos que la parte superior de la carrocería es más elevada que los asientos, cuando antes era todo lo contrario. El Solstice, incluso con el techo cubriéndonos, es muy ruidoso. Tanto el aire como ruido que viene en función de una rigidez estructural menos que la esperada, hacen de su habitáculo un lugar apto para espíritus más juveniles y deportivos, que refinados y elegantes.
El acceso a la cajuela. Un lugar al que no quería llegar... ni tampoco el coche quería que llegáramos. Si antes era complicado guardar objetos, ahora es casi imposible.

La apertura de la “cajuela”, se hace botando el medallón trasero. No existe manija, interruptor ni nada que se le parezca, para abrirlo. Se acciona desde el control o desde la guantera. ¿Qué es lo que cabe? Dos ó tres mochilas medianas que nos taparán el ya de por sí reducido ángulo de visión posterior.

Y ya que hablamos de uno de sus puntos más débiles, la visibilidad es igualmente terrible. Un auto que pase por nuestro “punto ciego” es algo que hay que cuidar. El tamaño de la parte posterior del Solstice GXP Cupé tapa toda visualización por encima de nuestro hombro hacía atrás. Por lo que hay que ser precavido y tratar de visualizar con antelación la aproximación de vehículos, apoyándonos un poco con el pequeño retrovisor.

El Solstice GXP Cupé está, pues, hecho para dos personas, que únicamente saldrán a divertirse. Es por eso que el coche no está pensado para quien busca cargar objetos, ni siquiera un vaso, ya que los porta-vasos, extrañamente, están detrás de las cabeceras.
Los asientos están tapizados en piel, con bordado para llevar la leyenda “GXP” a cuestas. De hecho, eso es lo único que distingue al coche por dentro. Cuenta con su estéreo de altos decibeles, con entrada auxiliar para el reproductor de MP3.

La posición de manejo es muy baja, como siempre lo ha sido el coche. Con el “pequeño” inconveniente, de que los más altos sufrirán proporcionalmente a su estatura, ya que el techo rígido tiene las partes laterales más cerradas, lo que hace que la ventana sea sumamente pequeña. Para subirnos hay que bajar bien la cabeza, esquivando un golpe seguro con el techo. Para salir, otro esfuerzo está garantizado. En conclusión: Estando arriba no nos vemos y abajo nos preguntamos, ¿Tendré cabida? Pero no se preocupe, sí hay espacio.

Manejar el GXP fue como reencontrarnos con aquel Solstice que tuvimos a prueba de mediano plazo, a finales de 2006. Recordamos su forma de conducirlo, a tan pocos centímetros del suelo, con una enorme trompa en la que se perdía el ángulo de las esquinas. También fue grato percibir de nuevo las miradas de todos hacia nosotros. Su encanto ha resistido bien el paso del tiempo.

Lo mejor de todo fue que realmente nos topamos con una máquina que hiciera de este pequeño auto una bala. Su motor es un Ecotec, de 2.0 litros de desplazamiento, con turbo y 260 caballos de potencia, acoplado a una caja automática de cinco velocidades y tracción posterior. Todo un alivio para los que no buscaban, sino exigían que el Solstice tuviera una máquina acorde a su imagen.

Andar en la ciudad en el Solstice GXP Cupé es como hacer un camino de pólvora. Podemos viajar tranquilos, sin que el coche nos pida acelerarlo, como otros lo hacen. Incluso hubo momentos en que olvidamos que el coche tiene tanta potencia. Pero, cuidado. Cuando aceleramos a fondo, el auto se transforma completamente. Su ruidoso motor y el turbo hacen que la pólvora regada sea al fin encendida y podamos dejar atrás, muy atrás, a quienes nos acompañaban en un semáforo.

 En carretera, ni qué decir. Despliega una velocidad que llegamos a experimentar hasta 220 kilómetros por hora y no llegamos a más, porque el auto realmente se siente algo nervioso. Un tanto de culpa le echamos al mal pavimento y otro tanto a la rigidez de la suspensión. Pero es un hecho de que acelera como pocos, con mucha fuerza al inicio y sin titubear. Nuestro cero a 100 km/h lo dice todo. Se acerca mucho a su “primo”, el Camaro SS, al presentar 7.1 segundos (contra 6.77 del Camaro).

Con tanta potencia y velocidad en este pequeño auto, decir “adiós” a los demás fue muy común para nosotros en cada arranque de semáforo. Pero realmente decir adiós al Solstice, significa una despedida a un auto que se destacó en su familia y que esperamos pronto encontrar de nuevo para manejarlo, porque a pesar de sus detalles, también nos trajo muy buenos recuerdos. Es que la belleza — y lo sentimos por los que no la tienen— es fundamental.

Mario Castillo

Precio:

362,350 pesos

Ficha técnica  

Motor: Frontal longitudinal; cuatro cilindros en línea; 2.0 litros de desplazamiento; Ecotec; Turbo; inyección de combustible secuencial multipunto; Potencia- 260 cv a 5,300 rpm. Torque- 260 libras-pie a 5,300 rpm.

Tracción: Trasera.

Transmisión: Automática de cinco velocidades (5+R).

Suspensión: Delantera- Independiente, de brazos cortos y largos, con barra estabilizadora. Trasera- Independiente, de brazos cortos y largos, con barra estabilizadora.

Frenos: De discos ventilados adelante y de discos sólidos atrás, con sistema antibloqueo (ABS).

Dirección: De piñón y cremallera, con asistencia hidráulica.

Dimensiones y capacidades:
Largo / Ancho / Alto (mm)
3,992 / 1,810 / 1,273
Distancia entre ejes: 2,415 mm
Peso: 1,350 kilogramos.
Tanque- 49 litros.
Cajuela- 49 litros.

Resultados de la prueba
realizada en el Autódromo Guadalajara:

Aceleración de 0 a 100 km/h
en 7.1 segundos
Frenado de 100 km/h a 0 en 41 metros
Cuarto de milla
en 15.85 segundos a 151.4 km/h
Velocidad máxima observada: 220 km/h

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