Jueves, 25 de Abril 2024
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Con eucaristía, el Cardenal celebra el primer centenario de EL INFORMADOR

El sentido de pertenencia es necesario para crecer como personas, pero puede aprisionarnos dentro de unos muros de ignorancia mutua

Por: EL INFORMADOR

El purpurado destacó durante la misa realizada en la Catedral Metropolitana la labor informativa desarrollada por el diario. EL INFORMADOR / ARCHIVO

El purpurado destacó durante la misa realizada en la Catedral Metropolitana la labor informativa desarrollada por el diario. EL INFORMADOR / ARCHIVO

PRIMERA LECTURA
Lectura del Segundo Libro de los Reyes (5,14-17):

“¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada”.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo (2,8-13):

“Si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

EVANGELIO
Lectura del Evangelio según San Lucas 17, 11-19:

“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

GUADALAJARA, JALISCO (09/OCT/2016).- Con una celebración eucarística oficiada por el cardenal de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega, arrancó el centenario de EL INFORMADOR. En presencia de directivos y trabajadores de la empresa, el purpurado destacó durante la misa realizada en la Catedral Metropolitana, la labor informativa desarrollada por la empresa en Jalisco a lo largo de casi 100 años:

“Hermanos en Cristo nuestro Señor: Este es el día uno del año 100 del Periódico EL INFORMADOR, y estoy seguro que a lo largo de este año tendremos oportunidad de conocer a detalle el origen de este diario, tendremos oportunidad de conocer a los actores más importantes, a los esfuerzos más grandes que hace esta empresa  para el bien de la información y para el bien de la sociedad. Como dice el salmo responsorial: ‘Bendito sea Dios. Nosotros bendecimos a Dios con esta gran obra, con este gran servicio’.

Este centenario que inicia hoy unidos para escuchar la palabra de Dios… ¡Qué hermoso mensaje nos deja la palabra de Dios este día! Uno de sus discípulos viendo orar a Jesús, le dijo: ‘¿Maestro, por qué no nos enseñas a orar?’ Y Jesús le dijo: ‘Cuando oren digan, Padre, Padre que estás en el cielo’. La primera palabra con la que nos tenemos que dirigir a Dios es la palabra de reconocimiento de su paternidad sobre nuestra pobre humanidad. Hay muchas personas que no oran porque piensan que orar es muy complicado, y Jesús nos dice: no, no hace falta la palabrería, no hace falta el discurso, basta con que desde tu corazón, desde lo íntimo de tu ser reconozcas al Padre. Que le digas: ‘Padre, venga tu reino, cúmplase tu voluntad,  que el pan no me falte a mí ni le falte a nadie, perdóname las ofensas que por mi debilidad pueda cometer. Padre, no me dejes caer nunca en la tentación’. Esa es la oración, así de sencilla.

Fíjense con qué frase cierra  esta sencilla oración: ‘No nos dejes caer en la tentación’. ¿Saben cuál es la tentación más grande que nos puede poner el enemigo en nuestro corazón? La tentación de desconfiar de Dios, la tentación de no aceptar que Dios es nuestro padre, la tentación de dudar de su amor y su misericordia. Esa es la tentación más grande, dudar que Dios es un padre bueno, misericordioso más allá de nuestros errores y de nuestros pecados. Dios es nuestro padre, Dios te ama y es misericordioso.

Qué bueno que iniciemos este año de celebraciones por los 100 años de EL INFORMADOR escuchando esta palabra de fe,  esta palabra de misericordia, y al mismo tiempo que escuchamos la palabra tenemos todo el derecho de expresar nuestra acción de gracias: Gracias por el servicio a la información, por la información a la sociedad de la empresa. Gracias por todos los esfuerzos que están a la vista.

También escuchamos la palabra y damos gracias; y en esta ocasión, queremos pedir que esta empresa se mantenga al servicio de la información. Dice el Papa Francisco: La información que necesitamos es aquella que nos comprometa a servir más al ser humano y a nuestra fe,  esa es la información que requiere el mundo, la  que nos ayude a renovar el compromiso de servicio al género humano.

También se refiere al amor a la verdad,  que la información sea fiel a la verdad y que la información tenga como base la cuestión ética. Dice el Papa: Si aceptamos la información sobre esos dos pilares, entonces vamos a hacer que la información  contribuya a favorecer una cultura del encuentro ante un mundo que cada vez más se desencuentra, que cada vez más se enfrenta no  sólo por temas económicos o políticos, sino hasta por temas religiosos.

Necesitamos información que nos haga ser buscadores del encuentro, de reconocer al otro, y que en esa cultura del encuentro nos sepamos respetar y sepamos buscar juntos lo que sea mejor para el ser humano y lo que sea mejor para  rescatar nuestro planeta, es decir, nuestra casa común.

Escuchamos la palabra, damos gracias por lo que ha significado este esfuerzo ya de 100 años, y al mismo tiempo pedimos que esta empresa vaya a acorde con  estos principios y sea fuente de trabajo para las familias, que sea fuente servicio… Vamos a continuar nuestra celebración ofreciendo el esfuerzo de esta empresa. Que así sea”.

No siempre somos conscientes, pero vivimos cautivos de una red invisible de barreras y prejuicios tan profundamente interiorizados e institucionalizados que forman parte de nuestro ser. Nos creemos libres, pero ellos nos dictan a quién amar y a quién rechazar, con quién andar y a quién evitar. Cada uno habita en un “territorio” bien delimitado. Pertenece a una raza, es de un color y un sexo, tiene una patria, practica una religión. Y es tal nuestra necesidad de seguridad que es difícil no considerar al otro como inferior. Nos parece lo más natural: mi raza es superior a otras, mi patria más noble, mi religión más digna que otras creencias.

El sentido de pertenencia es necesario para crecer como personas, pero puede aprisionarnos dentro de unos muros de ignorancia mutua, rechazo, exclusión e insolidaridad. Se nos puede olvidar que, para ser humanos, no basta ser leal al propio grupo y hostil al diferente. Hace falta algo más. Ningún investigador lo pone en duda. Jesús puso en marcha un “movimiento de compasión” que tenía como objetivo introducir en la sociedad un “amor no excluyente”, una corriente de comunicación y solidaridad que, eliminando barreras y prejuicios, tuviera en cuenta el sufrimiento de los más excluidos.

La compasión es lo primero para ser humanos. No necesita otra justificación. No hace falta fundamentarla en religión alguna. Viene exigida por quienes tienen la máxima autoridad sobre nosotros: “la autoridad de los que sufren”. Según el relato de Lucas, un grupo de leprosos, excluidos social y religiosamente, se detienen a distancia y “desde lejos” le piden a gritos lo que no encuentran en la sociedad: “Ten compasión de nosotros”. La reacción de Jesús es inmediata. Hay que acogerlos: nada ha de ser obstáculo para atender a los que sufren.

Son muchos los que sufren hoy en el mundo. Su grito nos llega “desde lejos”, desde otras razas y otros pueblos que no son los nuestros. Podemos encerramos en nuestras fronteras, pero si no escuchamos su grito, nuestro corazón no es cristiano.

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