Suplementos | Crónica de un descanso interrumpido Compañeros de ruta Crónica de un descanso interrumpido Por: EL INFORMADOR 19 de octubre de 2014 - 03:43 hs Ser compañeros de viaje implica convivir con tu acompañante por las horas que dure el vuelo, por más que se rehuya la situación. EL INFORMADOR / ARCHIVO GUADALAJARA, JALISCO (19/OCT/2014).- Intentaba dormir. El vuelo había despegado a las seis de la mañana, lo cual había significado dejar el cuarto del hotel a las cuatro y a la carrera, liquidar la habitación y regatear unas llamadas de larga distancia que no había realizado (nunca conocí a nadie en Mozambique), tomar un taxi al aeropuerto, documentar la maleta, pasar los controles de seguridad en donde uno es tomado, siempre, como un terrorista en ciernes y esperar una hora en una salita que no le pedía nada en incomodidades a las de espera del ISSSTE antes de subir al avión. Quería, intensamente, dormir. Pero mi vecino de asiento tenía otros planes. Lo primero fue un comentario más o menos fortuito. Cuando la asistente de vuelo caminó junto a nosotros para corroborar que tuviéramos puestos nuestros cinturones de seguridad, el tipo la miró alejarse, resopló apreciativamente y aventuró esa expresión inconfundible con que alguien finge asombro. “Tssss, qué mujerón”, soltó, como al aire. Yo cerré los ojos y procuré no darle el menor atisbo de vida. Fue inútil. Apenas despegar, mi vecino, un sujeto de unos 40 años, trajeado, con el cabello recortado con ese estilo marcial que los peluqueros de antaño llamaban “de cepillo”, decidió que mi obligación era conversar con él. “Me gustan las azafatas, porque nunca hay azafatas gordas, todas son flaquitas”, dijo. “Aunque esta así como que tan flaquita no está ¿eh?”. Su comentario le provocó una sonrisa enorme de gorila. ¿Qué responder? ¿Que sus ideas al respecto me interesaban más o menos lo mismo que los rituales de apareamiento de las focas? No se desanimó ante mi silencio ni ante el hecho de que si abrí los ojos fue solamente para localizar mi mp3 y refundirme los audífonos en los oídos. Su táctica para sacarme de la burbuja de aislamiento fue elocuente: me dio un codazo en las costillas como un jugador de hockey. “¿A poco no te gustan las muchachas?”. En la línea del consejo atribuido a Napoleón, de hacer con detenimiento las cosas que requieren prisa para no tener que repetirlas, le expliqué con toda cortesía y lentitud que sí, que las muchachas me gustaban, pero que no me dedicaba a acecharlas y en ese momento prefería una hora de sueño que la visión arrebatadora de la reina de Saba. El hombre volvió a reír. Me permitió 10 minutos de inconsciencia durante el despegue y hasta que la nave se estabilizó y alcanzó su altura y velocidad de crucero. Entonces me colocó otro codazo. “¿Tú vas a Guadalajara?”. Su intuición era brillante, desde luego, porque sólo un genio habría supuesto que el pasajero de un vuelo a Guadalajara se dirigía hacia allá. “No. Voy a Moroleón”, dije con un tono fúnebre que trataba de imitar al de Germán Robles, ese actor que pasó la vida entera ejecutando las inflexiones de voz de un supuesto duque transilvano. Pensé que su risa quería decir que se daba por vencido. No: la hilaridad era por las sílabas de la palabra Moroleón, que se le hizo graciosísima. “¿Neta así se llama tu pueblo? ¿Moroleón?”. Conseguí, al menos, otros cinco minutos de paz. Cuando la asistente de vuelo le volcó el refresco en los pantalones, el berrido de indignación del vecino de asiento volvió a despertarme. Estaba claro que deseaba lanzarse sobre el cuello de la chica pero nunca pudo quitarse el cinturón de seguridad. Cuando aterrizamos todavía estaba intentando secarse la entrepierna con una servilleta. “Buen aterrizaje”, le dije al vecino al saltarlo y perderme por el pasillo. Me temo que la anécdota será usada para torturar a otro viajero algún día. Temas Tapatío Aviones Antonio Ortuño Lee También Chivas Femenil, a una victoria de asegurar su lugar en Liguilla KIVA Inversión inmobiliaria integral presenta Atriva, esencia viva Sociales: Nice de México celebra su 29 aniversario El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones