Suplementos | Los atentados de París mostraron con toda la crudez la barbarie del Estado Islámico Cazando sombras Los atentados de París mostraron con toda la crudez la barbarie del Estado Islámico y el fracaso de la intervención de occidente en Medio Oriente ¿Es posible combatir el terrorismo de otra forma? Por: EL INFORMADOR 22 de noviembre de 2015 - 05:14 hs El terrorismo es la producción del terror con fines políticos. EL INFORMADOR / S. Mora GUADALAJARA, JALISCO (22/NOV/2015).- ¿Realmente comprendemos por qué un musulmán se quita la vida para generar terror? ¿Es un problema de exclusión social, un problema religioso o un choque de civilizaciones? ¿Hemos llegado a comprender las razones que motivan el terrorismo, su naturaleza, cómo actúa la mente del terrorista, o simplemente nos conformamos con los clichés de siempre, las explicaciones relativamente bien aceptadas por todo el mundo? Estas preguntas no las podremos resolver en un artículo, pero lo que sí es importante dejar en claro es que al día de hoy, la respuesta de Occidente ante el desafío terrorista ha sido un total y rotundo fracaso. Y es que la causa del terrorismo es política, aunque a muchos líderes occidentales les seduzca aquello de ponerse el uniforme militar y encabezar una “respuesta de Estado” a la violencia de los fundamentalistas. En el Diari Ara, se publicó el jueves pasado un extenso reportaje sobre Raqqa, la que podríamos catalogar como la capital del Estado Islámico (EI). Una metrópoli de poco más de 200 mil personas que se erige en los bordes entre Siria e Iraq. Un enclave del terror. Una ciudad administrada y controlada de pies a cabeza por la cúpula del EI. Narra el reportaje, cómo el fundamentalismo es el cimiento de la ciudad: los “soldados del EI” se pasean día y noche, administrando sanciones, cortando manos a los ladrones y castigando a las mujeres. Es el imperio de la opresión. No hay tribunales, y menos cortes para hacer justicia, sólo existe la mano larga de la violencia de los terroristas supuestamente amparados en la “palabra de Alá”. Todo ello no impide que en Raqqa existan más de 500 cibercafés, que el EI haya construido una red de provisión de servicios y que una parte de la legitimidad que tiene entre sectores radicales del islamismo, proviene de su posición de benefactor en ciudades de Siria e Iraq golpeadas por dictadores cruentos y por intervenciones de Occidentes. El Estado Islámico no es la típica organización terrorista, su aspiración a la construcción del “Califato” es una reminiscencia del poderío musulmán previo a la Reconquista y a las cruzadas. Mucho más letal, y filosóficamente más abominable que Al Qaeda. ¿Por qué surge el terrorismo? El terrorismo es la producción del terror con fines políticos. Es la sustitución del diálogo y la negociación, piezas claves de la política, por las armas, la violencia y el terror. Un musulmán que se inmola, un terrorista de ETA que asesina a un policía español, o un guerrillero colombiano que atenta contra un empresario de Bogotá, hace del terror su principal medio para conseguir un fin político. El terrorismo islámico, los atentados en Beirut, en París o en Mali, son mensajes de naturaleza política, expresan su malestar con el estado de las cosas, no admiten el equilibrio de poder de la actualidad, y expresan a través de la barbarie su inconformidad con la prevalencia de los valores occidentales en la cultura del mundo. Un terrorista cree que venga, con justificación, los excesos cometidos por Occidente, y que defiende la dignidad de Alá. No sorprende que al revisar los mensajes de texto que se enviaban entre los ocho principales operadores del ataque terrorista de París, nos diéramos cuenta que se refieren a todos los ciudadanos de Occidente como “los cruzados”. Esto nos recuerda que religión y política nunca han estado desligados: George W. Bush justificó con Dios su intervención en Iraq. La secularización del mundo no ha evitado que religión, política y violencia, sigan siendo un tridente temible, un triángulo que entorpece cualquier atisbo de entendimiento entre culturas y civilizaciones. Como es también, de la misma forma, la imbricación violenta de la política con el nacionalismo, con el tribalismo y con todas las manifestaciones xenófobas. Las motivaciones de los terroristas siguen siendo una incógnita para investigadores, tantos sociólogos, politólogos y psicólogos, que no logran decirnos por qué estos asesinos hacen lo que hacen. Las distintas hipótesis han sido falseadas, y son explicaciones parciales y, muchas veces, nebulosas del problema. Una primera explicación, muy difundida entre aquellos que simpatizan con ideas de izquierda, es: el terrorismo es producto de la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades. Sin embargo, de acuerdo a investigaciones de académicos de mucho prestigio como Alan Krueger o Jitka Maleckova, lo que nos indican es que no hay una relación directa entre marginación y predisposición al terrorismo. Es más, de acuerdo a su texto “Educación, pobreza, violencia política y terrorismo: ¿existe una vinculación causal?”, la tendencia es que las cúpulas y los principales terroristas provienen de familias con mayores ventajas para su entorno. Tampoco son pobres si son comparados con otros musulmanes que viven en Europa o en los países de Medio Oriente. Es decir, no encontramos una relación directa entre marginación social, pobreza y falta de oportunidades, por un lado, y probabilidad de que una persona cometa actos terroristas, por el otro. Tampoco hubo esa relación en el País Vasco, y tampoco entre las distintas guerrillas que utilizaban el terrorismo como arma política en América Latina. Una segunda hipótesis, más bien defendida por la derecha, es el famoso: “Choque de Civilizaciones”. El influyente texto de Samuel P. Huntington marcó un hito en el debate sobre el terrorismo. El académico de Harvard sitúo el problema en el plano de la cultura política, en la incapacidad del mundo islámico de “democratizarse y modernizarse”. Tal cual, como un Nostradamus moderno, Huntington veía inevitable esa batalla entre los valores occidentes, y los valores de los musulmanes. Una guerra entre el bien y el mal. Y aunque, en general, esta hipótesis ha demostrado sus vacíos, ya que el número de musulmanes que se radicaliza es realmente bajo y el yihadismo a quien más lastima en muertes y sufrimiento es al mundo árabe, la narrativa política, en particular de los jefes de Estado, tiende a refugiarse en estos puntos comunes. Hay que recordar que tanto George W. Bush como el presidente francés, François Hollande, justifican gran parte de su intervención en “la defensa de los valores occidentales, de la libertad y la democracia”. Es asombroso lo cercano de los discursos de un “cowboy” texano y un francés nacido en el mero Norte del País Galo, en la Normandía. ¿Hay solución? Aquí aportamos una tercera explicación, que bien podría abonar a encontrar una respuesta más atinada al problema del terrorismo. Como sostenía antes, el terrorismo es una manifestación violenta de ciertos fines políticos. La causa del terrorismo es siempre política. Si no lo es, significa simplemente una violencia de corte criminal como el narcotráfico. Por lo tanto, si se quieren atender las causas, ante un problema político, lo único ad hoc es una respuesta política. No significa ni sentarse en la mesa de negociación con líderes del Estado Islámico. Política significa construir aliados; significa aislar a aquellos que no entienden la política como una forma de construir, sino simplemente como un mecanismo para destruir al adversario. No se puede negociar con quien no quiere hacerlo, ni tampoco se puede llegar a acuerdos con los terroristas que ni siquiera reconocen el derecho de Occidente a existir. Sin embargo, los violentos siguen siendo minoría, por lo tanto, excluir a los yihadistas es la única vía para encontrar una ruta de paz y estabilidad política. Son muchísimos más los musulmanes que quieren paz, lo que no implica que acepten sumisión a los dictados de las potencias europeas o de Estados Unidos. Encontrar una ruta política significa la renuncia explícita de Occidente a tutelar los procesos políticos de la región, comprometerse a sólo buscar el respeto de los derechos humanos y no la imposición de dirigentes o de sistemas políticos. De la misma forma, es asumir responsabilidad por los daños ocasionados a la región tras las intervenciones de los últimos años, especialmente la de Iraq, y asumir, de la misma forma, que la guerra de Bush, Aznar y Blair sólo sirvió para hacer de la región un “baño de sangre”. También, asumir que Occidente, en especial Estados Unidos, Francia y Rusia, han sido condescendientes con dictadores que les eran funcionales y, cuando estos dejaban de defender los intereses de las potencias, la respuesta de estos países fue armar a sus opositores y construir los cimientos mismos del talibanismo o del yihadismo. No se puede atacar de frente el terrorismo, de forma política y con credibilidad, si antes no se empieza por admitir los fracasos y las miles de muertes que ocasionaron las guerras de los últimos años. Tampoco se puede enfrentar el terrorismo de forma creíble si eres tú el que les vende las armas. Quien más sufre por el yihadismo es Medio Oriente. Lo viven a diario, es una dolorosa tragedia cotidiana. Por lo tanto, encontrar una salida política implica incluir a actores de la sociedad civil de Irán, Egipto, Siria e Iraq. Con fuerzas democráticas, que crean en la paz y en el respeto a los derechos humanos. De la misma forma, dejar de medrar con alterar el equilibrio político de la región y, por lo tanto, apostar por un acuerdo global con todas esas fuerzas políticas, tanto gobiernos como oposiciones, que quieren un islamismo auténtico y no la radicalización de los yihadistas. Que quieren democracia, no necesariamente la europea, sino mayor participación local y poder decidir sobre los procesos políticos desde las instituciones que ellos mismos delineen. Las intervenciones militares siempre tendrán el mismo resultado: miles y miles de muertos, la radicalización de las poblaciones que ven a Occidente como enemigo y la ineficacia para derrotar a un fenómeno como el terrorismo, que es más parecido a “cazar sombras” que a las guerras tradicionales de antaño que enfrentaban a estados con estados. El terrorismo no tiene religión. La islamofobia y la eurofobia, una en Occidente y la otra en el mundo árabe, lo único que provocan es el encono entre las sociedades y la imposibilidad de construir un diálogo entre culturas, desde nuestras diferencias, pero siempre aceptando que todos tenemos el derecho a creer y pensar lo que queramos-mientras respetemos los derechos humanos de los demás. Francia ha respondido, en conjunto con Rusia, intensificando los bombardeos a los territorios controlados por el Estado Islámico. Y, también, muchos ciudadanos europeos, los franceses en particular —76% según Le Figaró— están a favor de perder libertades, siempre y cuando mejore la seguridad en el combate al terrorismo. Guerras como solución y un estado policial en Europa, no sería la mejor respuesta a la horrible tragedia de París. La clave está en la política, cazar sombras ha demostrado su rotundo fracaso. Temas Tapatío Terrorismo Enrique Toussaint Orendain Estado Islámico Lee También Sociales: André e Isabella reciben la Primera Comunión en familia Sociales: El Informador inicia una nueva etapa con la moderna imprenta "Doña Stella" Sociales: Nice de México celebra su 29 aniversario El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones