Viernes, 19 de Abril 2024
México | Y... PENSÁNDOLO BIEN POR FRANCISCO BARUQUI

¿Y, se acabó la rabia?

Los acontecimientos de la muerte del jeque se han dado al mundo. La venganza ha sido cobrada…

Por: EL INFORMADOR

Francisco Baruqui.  /

Francisco Baruqui. /

Como en su momento lo escribí, siempre creí que Osama Bin Laden tendría, tarde o temprano, un grado de vulnerabilidad que sería el punto débil por el cual podría caer. La línea a seguir serían sus mensajeros. El tiempo me dio la razón…

Afirmaba esto toda vez que de las investigaciones e interrogatorios de todo tipo saldría luz para vengar el tan histórico como sangriento atentado. Cuando Bin Laden, extremadamente astuto —con la desconfianza misma que la astucia conlleva—, era lógico determinar que ni sus principales comandantes conocerían su escondite, empero…

Empero, comunicado siempre con los medios para la difusión de sus mensajes, tendría, insisto y repito, su aspecto vulnerable y débil que serían sus mensajeros, iniciándose todo cuando en una prisión de la CIA en Europa Oriental, Khalid Sheik Moammed, reconocido como tercer hombre de Al Qaeda, dio los motes de varios mensajeros de Bin Laden. Y otro detenido, Abu Faraj al-Libi, soltó a interrogadores que cuando fue ascendido en la organización para suceder a Mohammed, la comunicación fue recibida por conducto de un mensajero del líder criminal. De ahí que cuando se diera con el mensajero se encontraría a Osama bin Laden.

Por agosto del pasado año, personal de inteligencia monitoreó una conversación telefónica de un mensajero que fue localizado cerca de la guarida de Bin Laden procediéndose a su vigilancia, la que los llevó a la ciudad de Abbottabad en donde Al-Libi vivió alguna vez.

Los acontecimientos de la muerte del jeque se han dado al mundo. La venganza ha sido cobrada…
Diez años transcurrirían del atentado en Manhattan en el que se determinó la increíble, para muchos, vulnerabilidad del país más poderoso, que resultó herido, al margen de las vidas humanas, en la profundidad de su nacionalista orgullo, cuando las miras de los ataques de Al Qaeda se enfocaban hacia otros países para objetivos de ataque. España lo vivió en la estación de Atocha en Madrid.

El curso del tiempo implicó que Osama se dedicara, por la gravedad de sus daños, a proteger su vida. Seguía, sí, siendo el vivo símbolo de la Yihad, pero ya no podía significarse como un caudillo militar operativo cuando al ser buscado por los servicios de inteligencia en todo el mundo, su motivo primordial, más que la planeación o la ejecución de acciones bélicas, era llana y simplemente seguir con vida.

Ahora existe el válido temor de las represalias. La posibilidad casi inminente de nuevos atentados. El Gobierno de Barack Obama —agradecido con la alza de su decaída popularidad— pretende, al ocultar la fotografía del cadáver, no echarle más leña al fuego.

Y… PENSÁNDOLO BIEN.

Y… PENSÁNDOLO BIEN, hubo el caso de aquel boxeador que extremadamente golpeado, cuando su manejador le consultó si tiraba la toalla para terminar la pelea, respondió: —¡Mejor dásela en la mano, no sea que se encabrite más y me ponga otra golpiza..!

Muerto el muerto, ¿se acabará la rabia?

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