Viernes, 03 de Mayo 2024
México | Trigo sin paja por Flavio Romero De Velasco

Temas para reflexionar

Cuando las colonias americanas iniciaron la lucha por su independencia a principios del siglo XIX, la Iglesia apoyó con toda su fuerza e influencia a las potencias dominadoras

Por: EL INFORMADOR

Flavio Romero de Velasco.  /

Flavio Romero de Velasco. /

A dos años de que se iniciaran los preparativos para los festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, surgió de imprevisto el interés de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) para integrarse a las mesas de trabajo en que se realizaban los proyectos. Ante tal pretensión, no faltó quién recordara que hace dos siglos, la jerarquía católica mexicana maldijo y degradó al Cura Hidalgo. Ahí queda para la historia el estremecedor documento de excomunión firmado por el obispo Abad y Queipo...

Cuando las colonias americanas iniciaron la lucha por su independencia a principios del siglo XIX, la Iglesia apoyó con toda su fuerza e influencia a las potencias dominadoras, España y Portugal. El Papa Pío VII, en su Encíclica Etssi Longíssimo, el 30 de enero de 1810, condenó todos los intentos de emancipación de las colonias latinoamericanas, y contra todos sus empeños y voluntad no tuvo más que resignarse a ver nacer a las nuevas naciones. Inútil es pretender cambiar hechos históricos incontrovertibles. Somos una nación con memoria.

Todos los signos apuntan a la bíblica resurreción de Lázaro, simbolizado en nuestra actual circunstancia por un PRI beneficiario de los errores de un panismo incompetente y de un PRD autodestructivo, tan sólo dos sexenios después de haber sido expulsado del paraíso del poder. Es deseable que una nueva era priista sea señal de alternancia positiva y no de regresión lamentable. Ojalá que el PRI haya cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado que motivaron su deposición de la Presidencia de la República.

En las postrimerías del actual Gobierno panista, el partido que rigió durante 70 años la vida de la República ha sido el partido del “no” a cualquier cambio que implique confrontar, remodelar o sacudir el sistema político tradicional y los intereses rentistas que protege. En la actualidad es imprescindible enfrentar el control político de los partidos con candidaturas ciudadanas; la apertura de la vida sindical al escrutinio público; el embate a los monopolios que asfixian nuestra economía, etc.

Una ciudadanía politizada y bien informada, no aceptaría ya otro PRI clientelar y corporativo, ni tampoco a un partido que para congraciarse con obvios propósitos electorales con el clero y la derecha extrema presione a los congresos estatales para favorecer sus pretensiones, como la ya lo hizo en 18 de ellos que se prestaron a criminalizar el aborto... Vivimos tiempos de cambios en los que difícilmente se aceptan argucias y subterfugios. Si se cree todavía en una ciudadanía imberbe y a modo para el engaño, quien tal piensa, o bien apuesta a una desagradable sorpresa, o deliberadamente consiente la absurda ficción del autoengaño.

Todos los humanos dedicados al oficio de vivir, nos morimos con cierta frecuencia. Un súbito desánimo, un afecto que anochece, un revés de fortuna, una palabras que hieren, la lejanía afectiva de algunos seres y hasta la fatiga de cargar con nosotros mismos. Hay muchas maneras de sentirse doblegado y abatido. Ni modo, esto sucede, pero ¿qué sería si no hubiera una posibilidad de emerger de temporales naufragios?

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