Viernes, 26 de Julio 2024
México | LUCIÉRNAGA CIUDADANA POR GUADALUPE MORFÍN

Fiestas e ideas de fiesta

Ojalá un día no lejano, la abogacía deje de ser terreno de extorsiones contra el débil y vulnerable

Por: EL INFORMADOR

Guadalupe Morfín.  /

Guadalupe Morfín. /

Ayer comenzaron las posadas navideñas, aunque hay acelerados que desde octubre nos tienen encandilados con foquitos y pinos plateados. En mi cercanísima infancia, antes de cargar pastores, diablos y heno, primero celebrábamos a Nuestra Señora de Guadalupe, fiesta cifrada en un relato de infinita ternura con los pueblos indios, que igual congrega a sus herederos que a la gran comunidad de mestizos que somos, y alumbra a mexicanos de muy distintas creencias.

En medio de una sensación de orfandad nacional, a la que contribuyen los episodios de Apatzingán, Michoacán, Tecalitlán, Jalisco, y los no menos graves de Ciudad Juárez o Tamaulipas, la luz del Tepeyac pone en las mesas una idea de unidad, una remota posibilidad de que nos reconozcamos hermanos o parientes lejanos de ese Juan Diego que fue consolado y cosechó rosas en invierno.

De la pausa navideña —que se impone a veces con falta de delicadeza a quienes no profesan la fe cristiana— nos perdemos la oportunidad de recrearnos con su sentido humano, si no abrimos un paréntesis al silencio personal, a la escucha de los otros y a la paciente elaboración de los signos de la fiesta: pollo, pavo, bacalao, tamales, pozole, piñatas, villancicos, ponche, pero, sobre todo, encuentros, abrazos.

Es cierto que muchas cosas siguen lastimadas en México desde hace tiempo. La herida abierta en Acteal, y sus 45 víctimas del 22 de diciembre de 1997, liberados según testimonio de los sobrevivientes muchos de los victimarios, por errores en el proceso, sin que aún se abra camino a una fórmula integral de reparación del daño. Sigue el agravio a las mujeres del país, hecho visible en Ciudad Juárez, y hay una sentencia por cumplir, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por los casos del Campo Algodonero en esa frontera. Falta hacer justa la justicia, vía la independencia de jueces y magistrados y la reforma al sistema de justicia penal, incluida la dignificación del ámbito penitenciario, pero también a través de la actitud ética de colegios de abogados, y el decoro de una práctica profesional que supere aquel dicho que le oía a mi padre: “Me dedico a lo más noble de la profesión, que es no ejercerla”.

Ojalá un día no lejano, la abogacía deje de ser terreno de extorsiones contra el débil y vulnerable. Ojalá en todos los despachos prósperos y honrados, se lleven cada día más casos “pro bono”, gratuitos o casi, para dar una mano a quienes sufren los oprobios de un sistema cerrado a quienes no pueden pagar sus honorarios. Estos casos vendrán a ser un laboratorio de aprendizaje para los postulantes jóvenes, y una ocasión de magisterio social para los sabios mayores. Y a quien así da, se le regresará al ciento por uno. La paz descansa en la justicia. Pongo mis “ojalás” bajo mi árbol de Navidad.

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