Sábado, 25 de Mayo 2024
México | POR MARÍA PALOMAR

De lecturas varias

Deberían pedirles a los aspirantes a políticos un portafolios, como a las modelos, pero incluyendo sus casas y sus tiliches

Por: EL INFORMADOR

María Palomar.  /

María Palomar. /

David Miliband es un político laborista inglés que en septiembre estuvo a punto de convertirse en líder de su partido (fue derrotado por su hermano Ed).

Por estos días el Daily Telegraph de Londres publica un artículo sobre él, pero no por razones políticas: es un comentario acerca de una fotografía de David Miliband y su mujer en su casa, sentados en un sofá detrás del cual hay un cuadro, y se llama “La pintura horrorosa de David Miliband: lo que nos dice”, y el subtítulo explica: “las cosas que tenemos abren una ventana a nuestras almas; lástima que nadie se lo dijera a David Miliband”. (HYPERLINK "http://www.telegraph.co.uk/culture/art/8094458/David-Milibands-awful-painting-what-it-tells-us.html"   http://www.telegraph.co.uk/culture/art/8094458/David-Milibands-awful-painting-what-it-tells-us.html ).

El autor es un crítico de arte, Stephen Bayley, cuya descripción del cuadro es regocijante: “una recua de ménades rositas y adiposas”, dice, que bailotean en una frustradísima evocación de la célebre serie de danzantes de Matisse.

Vaya: ni siquiera llega a caricatura, pues “las buenas caricaturas están vivas”. Luego se aventura a glosar el significado de la cursilería: “Tiene que ver con lo fingido y lo falso. Con pretender ser lo que no es. Con presumir de los efectos del arte sin hacer el necesario esfuerzo ni para crearlo ni para entenderlo... es cínico y explotador”.  

Habrá quien diga que “cada quien su gusto” y biempensanteces así (también hay otro dicho: “hay gustos que merecen palos”), pero el que sale en la prensa exhibiendo sus posesiones queda a merced de la opinión pública: ni modo. A eso se atienen las celebridades, semicelebridades y variopinta fauna que en revistas como Quién, que amablemente remite El Informador, exhiben sus casas y sus cosas; por ejemplo, en el último número sale una señorita muy principal, otrora subsecretaria, en su delicuescente e irisado hábitat. Como dijo alguna vez Álvaro Mutis, “¿y esto se quita con un alkaseltzer?”

Deberían pedirles a los aspirantes a políticos un portafolios, como a las modelos, pero incluyendo sus casas y sus tiliches: la estética suele ser una buena guía para la ética y da pistas insólitas acerca de la gente.   

En México, territorio desoladoramente exento de crítica, ésta suele venir implícita, encriptada pero transparente, en las páginas de “sociales”. También ha habido publicaciones excepcionales como aquella estupenda colección de fotografías de Daniela Rosell, Ricas y famosas: para una historia muda (pero a gritos) de la gloriosa Revolución, ahora que se acerca el centenario.

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