Lunes, 22 de Julio 2024
Jalisco | Los niños sentados en toldos de autos señalan hacia arriba

Los domingos aéreos…

Un predio en el kilómetro 14 de la Carretera a Chapala es el escenario para que decenas de familias disfruten del espectáculo

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- Sin música ni globos, ni siquiera un cartel de felicidades o bienvenida, la fiesta comenzó. Todos ven hacia el cielo. Es el kilómetro 14 de la Carretera Guadalajara-Chapala. Justo en frente de un deshuesadero de autos. Es domingo, son las seis de la tarde y ya hay 15 carros estacionados. De pronto, con el ruido de un motor se ve una pequeña mancha en el firmamento… es un avión.

Los niños sentados en toldos de autos señalan hacia arriba, mientras sus padres les explican el trayecto del avión. Algunas personas traen binoculares, otras sólo su celular esperando una buena fotografía de la enorme aeronave que pasa arriba de los espectadores. Poco a poco se acerca y los niños comienzan a gritar: “¡Mira, ahí está!”. En cuestión de segundos, la enorme máquina ya está sobre ellos. Rápidamente la multitud voltea en dirección al aeropuerto tapatío para apreciar el aterrizaje. “Era particular”, dice un joven.

Todos los domingos, desde la inauguración del Aeropuerto de Guadalajara, éste es el punto de reunión para ver el aterrizaje de las aeronaves. Algunos van únicamente a ver el espectáculo, a distraerse el fin de semana; otros porque regresan de Chapala y les queda a la pasada. José Cruz González Montiel tiene 30 años de visitar el sitio. En esta ocasión trajo a su nieto por primera vez. Lo sube a la reja que rodea al terreno con chatarra, le explica por dónde pasará el avión y espera. Una vez que pasó la aeromáquina, baja a su nieto de la reja, mientras éste le pide que se vayan a ver a su abuelita. “Lo bonito es cuando oscurece”, indica mientras se aleja.
A veces hay que esperar sólo cinco minutos para que pase el siguiente avión; otras, más de 20. Pero la expectativa emociona a la mayoría.

“Mira ‘Monchis’, ahí está un pájaro”, dice un niño que lleva más de 20 minutos esperando arriba de una camioneta roja con dibujos en las ventanas. Las intermitentes de los autos anuncian su llegada al espectáculo, la luz de reversa la despedida. Algunas familias esperan a que pase sólo un avión e inmediatamente se van, otras duran más de media hora. El desfile se intensifica cuando el sol comienza a ocultarse.
Llegan por igual carros de reciente modelo como antiguos; familias, parejas, amigos, niños, personas de la tercera edad… Cada quien pone su música de fondo: corridos, banda, electrónica y pop. La fusión de sonidos intensifica el bullicio; el ruido de los camiones que pasan por la carretera se disuelven; el tráfico se sumerge a lo lejos; lo importante es lo que pasa arriba.

Un carro blanco se estaciona en el último lugar de la derecha. Un señor con dos niños baja de él. Después de explorar rápidamente el cielo, el hombre saca un recipiente grande, unas tostadas y una botella de salsa. Al lado, una camioneta de carga con una niña de 11 años completamente de pie en el techo, acaba de llegar. El señor del carro blanco parte una sandía y les ofrece una rebanada a sus vecinos. Al pasar el avión, juntos voltean mientras muerden su rojo pedazo. Algunos con botellas de agua, otros con latas de cerveza, platican, ríen, observan y comentan.

Son las siete y media de la noche, el sol se ocultó. Los automovilistas que van a Guadalajara voltean curiosos hacia el estacionamiento improvisado de los espectadores. Se escucha una voz diciendo: “Mira, ahí vienen dos”. Son los primeros de la noche. Se alcanzan a ver dos pequeñas lucecitas cerca del cerro. Poco a poco se van haciendo más grandes. Parece que van a chocar. Tardan más de cinco minutos en acercarse. Mientras tanto los moscos comienzan a atacar.

“¡Ahí viene, ahí viene!”. Una enorme agrupa

ción de luces de colores verdes, blancas y rojas iluminan el cielo. Parece que pasan muy cerca de la reja, muy cerca de las personas. Otra vez el mismo movimiento para ver el aterrizaje, pero esta vez voltean inmediatamente para ver al otro que se está acercando. “Ahí va hijo, se está preparando”. Pasan de nuevo las luces tricolores. Algunos se esperan al siguiente avión, otros encienden sus carros y se van. El espectáculo continúa mientras lleguen aviones a Guadalajara, para disfrute de generación tras generación.

EL INFORMADOR/ITESO/Marylú Vallejo Bárcenas

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