Jueves, 02 de Enero 2025
Jalisco | De cada 100 denuncias, en 63 se confirma el abuso por parte del docente

Falta una política nacional contra abusos en aulas

De cada 100 denuncias que llegan a las autoridades locales, en 63 se confirma el abuso por parte del docente

Por: EL INFORMADOR

Hay 25 entidades que tienen registros al respecto de esta problemática en el sistema educativo nacional de nivel básico.  /

Hay 25 entidades que tienen registros al respecto de esta problemática en el sistema educativo nacional de nivel básico. /

Por Luis Alberto Herrera

GUADALAJARA, JALISCO (04/AGO/2012).- La problemática del abuso sexual en el ámbito escolar no es exclusivade Jalisco; es, antes, una con alcances nacionales y, sin embargo, no hay normas generalizadas para su atención ni una instancia en el país que aglutine con precisión la estadística que va generando y que dé luz sobre sus dimensiones reales.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) no cuenta con un panorama nacional sobre el abuso sexual que se presenta en los salones de clases del país, no tiene registros al respecto, argumenta, debido a los efectos que trajo el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, del 18 de mayo de 1992, suscrito por el Gobierno federal, los gobiernos estatales, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE):

“Se descentralizó la educación y la información referente a servicios educativos, que en el caso que nos ocupa se trata de los niveles preescolares, primarios y secundarios; pasaron a ser de la competencia de la autoridad educativa en cada entidad federativa, debido a que el Gobierno federal les transfirió las atribuciones técnicas, operativas y administrativas a los gobiernos estatales”, es la respuesta de la SEP cuando se le consulta al respecto.

Al mismo tiempo, hay ejercicios estadísticos que pueden dar una idea aproximativa de las dimensiones nacionales que ha adquirido este tipo de incidencia dentro de las aulas. En la Consulta Infantil y Juvenil 2012 que elaboró el Instituto Federal Electoral (IFE), el reactivo que expone si el menor es violentado sexualmente en las escuelas fue respondido positivamente por 9.7% de los alumnos de seis a nueve años; por 7.8% de los de 10 a 12 años; y por 3.9% de los de 13 a 15 años (estos números son generales, cuando se desglosa por planteles públicos y privados, hay más abusos en los primeros).

La SEP, por lo tanto, remite a cada una de las autoridades educativas locales en las 32 entidades para poder obtener, de una a una, sus registros sobre las agresiones sexuales que han sufrido los alumnos de parte del personal docente. Este diario así lo hizo. Le preguntó a todas las secretarías estatales de Educación de qué tamaño era este problema en su localidad en el periodo 2000-2010.

Todas contestaron, lo que no significa que todas dispongan de una base de datos al respecto. Así están las cosas en el país:

Hay 25 entidades federativas (78%) cuyas autoridades educativas sí cuentan con una base de datos de las agresiones sexuales que se han presentado en los planteles educativos de nivel básico, Jalisco entre éstas. No todas presentan el mismo nivel de desarrollo ni de precisión en su información: algunas son raquíticas en sus datos, otras son de lo más puntuales.

Estas 25 son: Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Distrito Federal, Durango, México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz, Yucatán y Zacatecas.

Seis entidades (18%) tienen autoridades educativas que, simplemente, no llevan una base de datos sobre las agresiones sexuales a sus alumnos. El argumento más común al que recurren es que, al tratarse de un delito, recae en el Ministerio Público estatal, por lo que queda fuera de su competencia (pese a que también implica una transgresión administrativa que sí les compete).

La Secretaría de Educación de San Luis Potosí dice, por ejemplo, que estos hechos “son competencia de las agencias del Ministerio Público y el Poder Judicial, razón por la cual no se cuenta con la información requerida por no ser del ámbito de competencia de esta Secretaría”.

Otras simplemente dicen que no tienen denuncias. Es el caso de Nayarit: “En esta Dirección Jurídica a mi cargo no existen expedientes ni procedimientos administrativos en contra de maestros por las razones expuestas (abuso sexual)”, o Colima: “Esta dependencia no tiene registro de casos de abuso sexual por parte de docentes hacia alumnos”.  En este grupo están: Chihuahua, Colima, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí, Tlaxcala y Veracruz.

Sólo una, Baja California, reservó la información.

“…Casi siempre después de que entrábamos del recreo nos llamaba a mí y a mis compañeros para revisarnos la tarea y si alguno estaba mal nos volvía a llamar y entonces, cuando a mí me tocaba que me revisaba la tarea, me levantaba la falda y me sentaba en sus piernas, metía su mano por debajo de mi calzón y me agarraba mi colita de adelante, y cuando hacía eso yo me quería bajar de sus piernas, y entonces él me decía que me fuera a mi lugar, y esto lo hacía varias veces en los años que estuve con él, y también a otras niñas de mi salón, y esto no se lo dije antes a mi mamá por que me daba miedo, y también le tenía miedo al maestro…”

Fue posible elaborar una base de datos nacional que refiere mil 158 casos de agresiones sexuales por parte del personal docente y teniendo como víctima al alumno, en los 11 años del periodo 2000-2010; 37% de los casos se originaron en las secundarias del país (424 registros); apenas por debajo, en 35%, siguieron las primarias (403). De esta manera, de cada 10 abusos de índole sexual en un aula de México, siete suceden dentro de las secundarias y primarias del país, donde se concentra 72% de estos hechos en la educación básica.

El nivel de preescolar aparece con 5% de los registros: de los jardines de niños provienen 61 casos de abuso sexual en las entidades. Existe, sin embargo, todo un 20% de incidentes de los que las autoridades educativas no brindan ninguna referencia o certidumbre sobre el tipo de plantel en el que ocurrieron (3% hace mención a otras modalidades de atención; por ejemplo, la educación indígena).

Con los archivos proporcionados por las autoridades educativas del país, se puede conocer con precisión (o algún grado de ella) la manera en que procedieron frente a este tipo de hechos en mil 082 de los mil 158 casos. En términos más generales, puede decirse también que, de cada 100 denuncias, 63 concluirán con la confirmación de la culpabilidad del docente involucrado y 34 con su exoneración.

Las estadísticas nacionales también revelan, por otra parte, que entre las sanciones que determinan las autoridades educativas locales ante este tipo de hechos se sigue recurriendo al cambio de plantel del docente señalado, con los riesgos que ello implica.

Hubo 55 casos en el país que concluyeron con el cambio de suscripción del implicado: representan 5% de todas las denuncias con resultados conclusivos, pero 23% de todas las que, se sabe, terminaron con una sanción de menor rango que el cese definitivo, lo que coloca a esa medida con una proporción importante entre las penas que aplican los entes educativos estatales.

“…me fui corriendo con Liz para no quedarme sola con él y después de eso me metí al salón con ella para ayudarle a hacer los bolos, y el maestro fue por mí para ayudarle en algo y me regañó, ya que me había dicho que tenía que quedarme treinta minutos con él, y que íbamos a empezar con el vestuario de la obra. En ese momento me dijo: ‘Quítate la ropa’ y le hice caso y me empecé a quitar la ropa, sin quitarme los calzones, y ya después me dijo que por qué no me quitaba los calzones y me empezó a insistir y yo decía que no, y ya después se agachó y dijo que, si quería estar en las clases de actuación, tenía que ser muy abierta (…) me volvió a decir que me pusiera delante de él y que le bailara, lo hice y me empezó a agarrar las ‘bubis’ y ya después me dijo que me cambiara porque vio que venía alguien. Mi maestro, en el salón de clases, me habló y me dijo que por qué estaba tan distraída, y yo le dije que porque tenía problemas con mi mamá, mi padrastro y mi hermano, y él me dijo que él iba a hacer todo lo posible por ayudarme, y que le tuviera confianza, y que le diera una muestra de confianza, y que consistía en que me fuera al baño y me quitara el calzón, cosa que hice y así me fui al salón de clase para que él me viera en el salón; así pasó, salimos al recreo y como a los veinte minutos, antes de la salida, fui al baño y me puse mis calzones; ya a la hora de la salida me dijo el maestro que me había ganado su confianza…”

De acuerdo con lo expuesto por la SEP y con las respuestas que otorgaron las entidades federativas, no existe a escala nacional un lineamiento estandarizado o un protocolo que defina con certeza la actuación que las autoridades educativas deben seguir ante agresiones sexuales del profesorado hacia los alumnos, ni sobre la manera de generar estadística en la materia.

Esto se refleja en el hecho de que haya seis entidades donde ni siquiera existe una base de datos al respecto y donde se niega la competencia propia para intervenir, incluso la del ámbito administrativo, sin que haya ningún tipo de implicación o responsabilidad para sus autoridades educativas locales.

En este grupo de Estados hay alrededor de dos millones 260 mil alumnos de nivel básico atendidos por el aparato público, con más de 100 mil docentes distribuidos en más de 2 1 mil planteles, pero ni un solo dato disponible con respecto a los antecedentes de abuso sexual que se pudieran haber cometido en un periodo de 11 años (2000-2010).

Y en las 25 entidades en donde sí se lleva un registro y se emprenden procedimientos de responsabilidad por estos abusos, sin embargo, los aparatos educativos estatales reaccionan bajo su propia interpretación del marco jurídico: sólo el Distrito Federal demuestra contar con lineamientos específicos para estos hechos violentos.

En 2011 el Gobierno federal emitió un Manual de Seguridad Escolar para el país, pero sólo considera las amenazas de violencia que surgen del exterior del plantel educativo, principalmente por los hechos vinculados con el crimen organizado.

“…el maestro nos dijo a [Alumna 1] y a mí que le ayudáramos a calificar exámenes, ya que los alumnos de nuestro salón estaban afuera contestando los exámenes, y luego le dijo a [Alumna 1] que se fuera más para allá en una mesa y que no volteara para con nosotros y que siguiera calificando, y luego le dijo que se saliera; ya el maestro se sentó en una butaca junto a la mía y me agarró las piernas y luego me dijo que cerrara la puerta, y fui a cerrarla y me salí, fui al baño y ahí me encontré a [Alumna 1] y le dije que no me dejara sola con el maestro…”

Por otra parte, las sanciones que se imponen al personal docente involucrado y su correspondencia con el tipo de falta también varían de una entidad a otra; en algunas, verbigracia, se sigue recurriendo al cambio de suscripción del profesorado; en otras esta alternativa no se utiliza; en Yucatán se emiten “exhortos a una vida decorosa”.

La misma semántica que se utiliza en la estadística disponible puede ser muy disímil. La Secretaría de Educación de Guanajuato categoriza todo como “conductas de tipo sexual”; otros se ciñen a la tipología del delito de su código penal estatal.

Ninguna entidad federativa reporta haber presentado denuncias penales por agresiones sexuales que fueron de su conocimiento, ni haberle notificado el hecho al Ministerio Público; por lo tanto, se replica la misma problemática que en Jalisco con respecto a la transgresión del artículo 42 de la Ley General de Educación del país, que obliga a las autoridades educativas desde 2010 a darle parte a la autoridad correspondiente.

“En caso de que las y los educadores, así como las autoridades educativas, tengan conocimiento de la comisión de algún delito en agravio de las y los educandos, lo harán del conocimiento inmediato de la autoridad correspondiente”.

Esto sigue sin acatarse.

Todas las respuestas fueron recabadas en 2011 pero los criterios no habían cambiado en este sentido. El caso de Puebla es ilustrativo. Su respuesta dice: “En relación al inciso donde refiere ‘se me informe por cada caso si la dependencia presentó una denuncia penal contra el maestro inculpado’, le manifiesto que esta Secretaría de Educación Pública no tiene competencia para instaurar acción penal en contra del docente, ya que estamos en presencia de hechos entre particulares”.

La Secretaría de Educación y Cultura de Coahuila sostiene algo similar: “En caso de acoso sexual, agresiones o extorsiones a alumnos, dichos delitos se persiguen por querella, y sólo los afectados, representantes legales, padres o tutores están facultados para presentarla, por tal motivo”.

“…y esto lo hacía en presencia de mis demás compañeros, y él esto la hacía tapándose con mi falda, y yo me sentía desesperada y me quería zafar pero él no me dejaba, y hasta que él quería me soltaba y él mismo me subía mi ropa interior, y esto me lo hizo muchas veces cuando fui su alumna en primero y segundo grado, y también a otras compañeras como [Agraviada 2], [Agraviada 1], [Alumna 2] y antes no se lo conté a mi mamá porque me daba miedo mi maestro, aunque no me amenazaba pero yo le tenía miedo…”.

Estadística
Los resultados en las 32 entidades federativas


De cada 100 denuncias por agresiones sexuales que se suscitan en el ámbito educativo nacional, las proporciones en que terminarán son las siguientes:

21 con la destitución del docente involucrado.

22 con una sanción de menor rango al cese, que va desde una amonestación o el cambio de suscripción hasta una suspensión laboral.

20
con una sanción no clarificada por la autoridad; pudo haber sido un cese, o sólo una amonestación y un exhorto a la vida decorosa.

34 con la exoneración del profesor señalado, ya sea porque la investigación confirma su inocencia o porque no hubo manera de recabar las pruebas necesarias.

es decir, las restantes, hacen referencia a procedimientos administrativos que aún continúan desahogándose o en los que incidieron otras variables, como la jubilación del docente señalado o su renuncia voluntaria.

Efectos del abuso sexual en el aula pueden perdurar toda la vida, advierten especialistas
Las víctimas luchan por librarse del “hechizo”


Los infantes que han vivido la experiencia del abuso sexual de parte de su maestro pueden llegar a replicar este tipo de violencia en los que lo rodean, según lo advierte la coordinadora del Programa de Atención a Víctimas de Delitos Sexuales del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica, Marta Catalina Pérez González, una institución de la Universidad de Guadalajara.

Los daños que le causará al niño su paso por una de estas situaciones de violencia serán correspondientes a distintas variables, desde la modalidad del abuso mismo (miradas y palabras hostigadoras, exposición de genitales, tocamientos, violación, etcétera), la edad de la víctima, su relación con el agresor (profesor-alumno), cuánto tiempo duró el abuso, con qué frecuencia se presentaba, cuál fue la estrategia de acercamiento del victimario, por mencionar algunas.

“Obviamente hay una alteración en el desarrollo sexual, en el desarrollo normal de su sexualidad y, en algunos casos extremos, vemos que puede haber intentos o ideas suicidas; que empiecen también a tener conductas de abuso hacia otros, sobre todo por tener ya una alteración de sus valores de manera cotidiana o de la manera de convivencia con los demás, y se ven envueltos en estas relaciones precoces sexuales que nos hablan de ese despertar temprano, de ese despertar abrupto a la sexualidad de manera no consentida”.

Los efectos en el plano emocional y de la conducta de un niño violentado sexualmente pueden ser muy diversos: tristeza, cambios de ánimo muy abruptos, enojo, coraje, rebeldía, miedo, terror nocturno, fobias, vergüenza, culpa, ansiedad, depresión, hasta trastornos del sueño y alimenticios.

Pueden desarrollar también conductas de fuga o evasión que los pueden conducir al consumo de drogas legales o ilegales para dejar de tener contacto con la realidad, o insertarlos en grupos “que van en contra de las normas”.

“…La [Agraviada 1] expresa su temor de salir a la calle, también dice que tiene pesadillas y se despierta sudando. A veces estas pesadillas tienen que ver con que sueña la cara del maestro que la persigue. La [Agraviada 2] también tiene pesadillas en las que es perseguida por el maestro. Ambas se sienten perseguidas por él. Sus hábitos alimenticios han cambiado, pues a la [Agraviada 1] se le ha quitado el apetito, mientras que a la [Agraviada 2] le sucede lo contrario, dice que ahora come más…”.

Si la víctima es muy pequeña, las formas que tiene de protegerse, las señales para mostrar su dolor, serán más corpóreas o somáticas; pueden vomitar o tener temperatura: “Es la forma de decirnos ‘me duele o tengo problemas’, porque no lo expresan, no saben cómo expresarlo, todavía no está elaborada esa idea de sensación o de pena”.

El abuso sexual que se presenta en el ámbito escolar generalmente se asocia a la teoría del “hechizo”, la que describe el proceso gradual de manipulación psicológica a través del cual el agresor, antes que llegar a atacar de inmediato, primero logra volverse “indispensable” para la víctima.

“Ser amigos, estar presente, tener un espacio de la víctima ya comprometido; a veces ella tiene ciertos huecos emocionales que el agresor llega a cubrir; ante esta sensación de completitud es que empieza a acceder a cuestiones de comprometer el cuerpo, los besos, las caricias, y entre el dar cariño y estar comprometiendo precisamente estas conductas ya de abuso, el sujeto llega a programar, de alguna manera, que si el niño quiere tener afecto tendrá que otorgar este tipo de dádivas al sujeto”.

“…volvimos [Alumna 1] y yo al salón y el maestro me dijo ‘que cuando diera una orden obedeciera’, y seguimos calificando y luego salió porque le informaron que había una junta, y entraron todos los del salón y, cuando regresó el maestro, los regresó otra vez para afuera para que siguieran contestando el examen, y le dijo a [Alumna 1] que se saliera y me dijo: ‘Ven para acá, cierra tus ojos y voltéate’, o sea, a un lado del escritorio, cosa que hice porque le tengo miedo, y me subió mi blusa y mi brasier y me agarró los senos otra vez, y me dijo que si le decía a alguien de todo esto me iba a ir mal, también a mis papás, y a mí, por eso no le decía a nadie de lo que me pasaba…”.

Los efectos dañinos del abuso pueden revertirse más fácilmente cuando no se utilizó la estrategia del “hechizo”. Esta dinámica puede comprenderse en tres momentos: efracción, cuando el agresor comienza a hacerse presente y a desarrollar la cercanía personal con la víctima satisfaciendo sus necesidades emocionales; captación: el agresor logra la atención del niño y “comprometer” su conducta, le da tantas cosas en todos los aspectos que lo ha vuelto “cautivo”; y entrenamiento o programación: aquí ya hay amenazas para seguir con el abuso del menor, y el agresor puede llegar a retirarle momentáneamente ciertas de las “bondades” que le otorga y luego reponerlas con la finalidad de incrementar el control.

“Ignoran estas condiciones de abuso en las que viven o estos ‘hechizos’ y solamente se sienten a gusto con él (el victimario), de ahí que nosotros tengamos que identificar la situación: el niño no sabe que está siendo abusado, y tenemos que darle elementos para que lo detecte. Ellos están confundidos; a veces piensan que eso sucede con todos los niños, como si fuera una realidad generalizada; sin embargo, a la luz de las pláticas con otros o de estar en contacto con otras realidades, el niño se da cuenta de que eso no es normal, que eso debe parar, y es ahí donde se rebela y puede decir no, o hacer algo al respecto. A veces el niño puede vivir en esa inducción o fantasía de que está siendo normal por mucho tiempo, por lo que sí es conveniente platicar con los padres de que esto puede pasar, y cómo es que pueden evitarlo”.

“…mis compañeros se me quedaban viendo y en el receso me preguntaron qué me había hecho el maestro, a lo que les dije que después les decía, y no les dije porque al terminar el juego el maestro se quedó solo conmigo y me dijo que si yo decía algo me iba a ir mal, que él me iba a reprobar; creo que esto pasó en el mes de abril. El maestro nos sacó del salón y nos puso a hacer un trabajo y nos hablaba de una en una para platicar; primero pasó [Alumna 11], después de esto me habló a mí y me dijo: ‘Acércate’, estaba sentado y dijo: ‘Ahí, pobrecita’ y me abrazó por la cintura. Me dijo: ‘Abrázame’; y quitó una mano y empezó a agarrarme los pechos y me apretaba, después me acarició mi vagina por encima de la falda; se me hizo mucho rato lo que duró agarrándome, y me soltó haciéndose para atrás y diciéndome: ‘Mete las manos a tus bolsas del suéter porque ya sé cómo acostumbras a ponerlas’, yo me quedé ahí parada y me dijo: ‘Ya salte…’”.

Un punto muy importante es que el abuso sexual sin contacto físico que también está presente en los planteles educativos —el profesor que se limita a las miradas hostigadoras, los comentarios sexuales, los gestos o al acercamiento sugestivo— puede generar en ciertas personas los mismos efectos que una violación.

“La víctima por supuesto que se siente igual con estas sensaciones de incapacidad, de falta de credibilidad, porque el abusador genera ciertas conductas que lo hacen no tener evidencia, piensa que no será creíble su historia, que nadie lo puede denunciar y navega en aguas solitarias para poder asirse de alguien; sin embargo, los efectos se pueden detectar como si fuera una persona que sufre un abuso de penetración, porque a nivel psicológico se presenta con la misma fuerza como si se presentara con o sin el tocamiento. De ahí que nosotros tenemos que evaluar estos casos para darnos cuenta de las heridas psicológicas que se están refiriendo en lo que se llama estrés postraumático, trastornos de ansiedad o depresivos que pueden presentar la víctima a partir de que está siendo abusada y que empieza a desarrollar los síntomas”.

—La SEJ cuenta con una línea telefónica para reportar casos de abuso sexual. ¿Le parece, en general, que la dependencia está bien preparada para atender este tipo de violencia y sus consecuencias psicológicas en los menores?

—El problema es que todavía falta mucho por trabajar, porque hasta ahora son medidas de contención para cuando ya apareció el problema. Creo que tenemos que ir un poco más allá y abonarle a la prevención, a que ni siquiera haya casos que se estén reportando, a que se esté previniendo la formación de agresores en casa, a que haya niños que puedan repeler el proceso de abuso. Tenemos que trabajar la educación en la familia, con la gente, porque puede haber procesos de intervención pero de uno a uno no vamos a acabar. Para eso hace falta mucho tiempo; qué bueno que están preocupados, pero falta mucho más.

“…me hablaba para calificarme y me decía: ‘Ven para acá’, y me subía a sus piernas y me empezaba a acariciar mis piernas, y también por atrás, cuando traía falda metía sus manos en mis pompas, agarrándomelas, y luego me besaba el cuello y hasta la mejilla y me chupaba y luego respiraba muy agitado, y yo a veces trataba de bajarme pero él me agarraba fuerte y no me soltaba, y esto también vi cuando se lo hizo varias veces a [Agraviada 3], a [Agraviada 5] y otras que ya no me acuerdo, y esto se lo dije a mi mamá hasta hace unos días, cuando la hija de la señora Sandra, que también está en tercero pero en otro grupo, le contó a su mamá; entonces mi mamá se enteró y me preguntó a mí, y yo le conté la verdad…”.

72% de los casos en el país ocurrieron en primarias o secundarias

Están confundidos; a veces piensan que eso sucede con todos los niños, como si fuera una realidad generalizada

Tenemos que abonarle a la prevención, a que se prevenga la formación de agresores en casa, a que haya niños que puedan repeler el abuso

FRASE

¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos soltado la cadena que ligaba esta Tierra al Sol? ¿A dónde se dirige ahora? ¿A dónde vamos nosotros mismos? ¿Nos alejamos de todos los soles?

Friedrich Nietzsche

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