Domingo, 12 de Octubre 2025
Jalisco | El comercio, el principal atractivo del primer cuadro de Guadalajara en esta temporada

El Centro y sus muchas caras navideñas

Realizar las compras de la temporada, el objetivo de muchos de los visitantes del Centro Histórico de Guadalajara

Por: EL INFORMADOR

Comercio de temporada. Un Santa Claus ofrece a los transeúntes la tradicional fotografía navideña en el Centro tapatío.  /

Comercio de temporada. Un Santa Claus ofrece a los transeúntes la tradicional fotografía navideña en el Centro tapatío. /

GUADALAJARA, JALISCO (18/DIC/2012).- —  ¿Y ya no va a haber venta nocturna?

— No señor, ya fue la última del año.

— Ah...

El hombre revisa los juguetes que está a punto de comprar. Los observa para cerciorarse de que no les falte una sola pieza, “porque si no se los regreso”, le dice a la cajera con un falso tono de broma. Una vez revisados, a lo que sigue.

—  Son 918 pesos.

Mete su mano al bolsillo y saca la cartera. Una tarjeta de crédito será la encargada de surtir los regalos. “Tiene hasta marzo para pagar”, dice la empleada mientras desliza la tarjeta por la terminal, ante la mirada resignada del comprador.

Esa tienda departamental del Centro vive la tarde con cierta calma. La imagen contrasta con lo que sucede afuera, donde familias enteras caminan de un lado a otro con nieve en mano. Algunas personas merodean por los pasillos y eligen ropa, juguetes y electrodomésticos. Otros, los que llegan a preguntar, se encuentran con la decepción de que ya se agotó el objeto deseado, como le pasó a una señora.

— ¿Tiene muñecas de Monster High, o sabe cómo se llama?

— No señora, se nos acabaron hace como tres días.

— Uy...

Allá, en la calle...

A ese Santa Claus le faltan kilos. Será que los programas antiobesidad lo alcanzaron durante 2012, pero como que no convence de su autenticidad. Su cabaña, ubicada en la Plaza de la Liberación, luce vacía. Apenas un par de niños le gritan a unos metros de distancia, uno de ellos para preguntarle si le va a traer sus regalos o no.

Cercanas las 16:00 horas, la plaza luce como cualquier otro día. Hay gente, pero no tanta como para alarmarse. Lo que más resalta es el nacimiento gigante que fue ubicado frente al Teatro Degollado. Si bien el Papa Benedicto XVI dijo que no había ni buey ni asno en el momento en el que nació Jesús, nada dijo sobre los invasores. Porque en ese nacimiento los hay. Niños y adultos brincan las cuerdas que protegen —o eso pretenden— al nacimiento, y posan junto a los animales que, al ser falsos, no les queda otra que dejarse tocar.

A unos metros de ahí está la promesa de una pista de hielo. Será hasta este 18 de diciembre cuando los tapatíos puedan hacer largas filas para deslizarse en ella, porque hasta ayer aún estaba en mantenimiento y sólo algunos se detenían a ver, conteniendo las ganas de entrar en ella.

La calma se rompe cuando se camina por la calle Pedro Loza. A principios de noviembre, el Ayuntamiento se dispuso a “limpiar” al Centro de ambulantes, pero parece que el plan no tuvo el éxito deseado. Apenas separados por unos cuantos metros, las personas pueden encontrar juguetes, ropa, perfumes, dulces y cualquier variedad de mercancía, toda puesta sobre el piso.

Poca gente es la que se detiene a preguntar por precios, pues la mayoría, ya sea por falta de interés en comprar u obligada por el río de gente, camina despacio y en línea recta.

En Plaza Universidad hay una estampa similar. Cercanas las 17:00 horas aumenta la cantidad de gente, pero nada como para volverse loco; más bien, loco estaría quien esperara encontrarse con el Centro vacío en esta época.

Uno de los más beneficiados por la ubicación es otro Santa. No es el más gordo, pero parece que sí el más popular. Su cabaña está puesta justo al terminar el andador que lleva de Plaza Tapatía a Plaza Universidad. Paso obligado para miles de personas. A los otros gordos con barba les quedará resignarse o ir a pelearle el lugar. Quién sabe qué tan amigable sea Santa cuando el negocio no camina.  

“Anímese, má...”


Decir que no se puede caminar en la Avenida Alcalde es una exageración no muy alejada de la realidad. Sumada a la gente que camina y a la que espera el camión, está la que se detiene en los negocios para preguntar por las ofertas navideñas. En uno de ellos, que tiene a la vista una hilera de carros eléctricos para niños, se desarrolla la siguiente escena:

— Ahorita está en precio chido, después va a subir, yo le digo.

Hace varios minutos que una mujer joven, como de 25 años, le insiste a una señora —que se asume que es su mamá, por el simple hecho de que así le dice— que compre uno de esos carros eléctricos, que cuesta dos mil 500 pesos, para un niño al que menciona con insistencia. La señora sólo asiente con la cabeza y sonríe, pero nada más. Tras pedírselo varias veces, la señora accede a entrar y preguntar. Ya entrada en confianzas, la mujer joven le dice a la encargada de la tienda que le muestre que sí funciona.

— Pos qué tal que me cotorrea y no sirve.

La encargada enciende el motor, que hace un ruido como si un quejido saliera del miniauto. Después de convencerse de que no la quieren cotorrear, la mujer vuelve a insistirle a su madre, quien reacciona exactamente igual: asiente y sonríe.

— Mañana a primera hora pida unos dos mil 500 y venimos temprano por el carro.

¿Sería propuesta u orden? Quién sabe. Sólo la señora, quien ya camina hacia Pedro Loza, sabe si mañana tendrá ganas de pedir dinero a tan tempranas horas. 

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones