Nueve mil almas con Joaquín Sabina

GUADALAJARA, JALISCO (11/NOV/2011).- Frisaban las 11 de la noche cuando unas nueve mil personas escuchaban, de pie, quizá al Joaquín Sabina más roquero que haya pisado Guadalajara. Confirmado: no era Aerosmith, aunque cantante y músicos se encargaron de repetirlo varias veces en la noche. “Le tuve que pagar el doble a mis músicos”, aseguró el flaco de Jaén. Anoche, el ruido en el Auditorio Telmex sonaba a algo así como ¿Tiene pastillas para no soñar?

Joaquín Sabina, lugar común del público ávido de bohemia, fiesta del cuarentón, destrampe intelectual de las adolescentes, recibió anoche la rechifla más cariñosa del mundo cuando, a las 11:11 de la noche, fingió que se despedía para dejarle a Toño García de Diego el escenario con Tan joven y tan viejo. Era el momento del encore luego de 18 canciones a través de sus discos más recientes. Se había echado el público a la bolsa con Por el bulevar de los sueños rotos y lo había hecho ponerse de pie con 19 días y 500 noches. Le había hecho recordar el concierto de hace casi 20 años en el Teatro Rex, cuando el público eran 300 personas.

La canción 20, anoche, fue la imperdonable Noches de boda, regalito romanticón para el público tapatío al que suele consentir. Noche de bombines negros de a 250 pesos, regados por toda la butaquería, Sabina ofreció en el concierto que iba a redimirse por haber postergado el concierto de abril pasado por motivos de salud. La gente escuchó, medio paralizada, y Joaquín le pagó recordándole que México es su eterno cómplice: “Una vez, un señor, en España, me dijo: ‘Sabina, yo soy el embajador de México’, y yo contesté: ‘Yo también’”.

Hace esa clase de cosas siempre en México, siempre que viene a Guadalajara. Pero anoche mostró una de sus facetas más sinceras. Totalmente en vivo, divertido con sus piezas más histriónicas (Peor para el sol), a capela para arrancar con las románticas, tuvo espacio para cantar a José Alfredo Jiménez y también para sus Peces de ciudad, Aves de paso y hasta Todavía una canción de amor, que suele cantar Andrés Calamaro. Era el mismo Sabina, sesentón, mesurado y sentado a veces, pero totalmente en vivo, con versiones nuevas de sus viejas canciones, dedicado a la Guadalajara que le ha sido leal tantos años: “Yo no quiero Jalisco sin ti”, fue como cantó Contigo.

“Ha sido un placer, queridos”, dijo al comenzar con Y nos dieron las diez, pero volvió para dejarle al guitarrista Jaime Azúa la oportunidad de comenzar con El caso de la rubia platino. Y así hasta completar 26 razones para perdonarle el suspenso de siete meses. Nadie quiso Jalisco sin este Joaquín. Faltaba un cuarto para la medianoche y Joaquín cantaba. Olé, torero: Guadalajara lo había perdonado.

EL INFORMADOR/ IVÁN GONZÁLEZ VEGA