Entretenimiento | Galileo se enfrentó al Santo Oficio en dos ocasiones La Verdad sobre el Caso Galileo En primer lugar, Galileo había adquirido gran fama por sus descubrimientos astronómicos de 1609 y 1610, por medio del telescopio que él mismo construyó Por: EL INFORMADOR 10 de mayo de 2008 - 11:27 hs SEGUNDA PARTE Galileo se enfrentó al Santo Oficio en dos ocasiones. La primera ocasión, en 1616, el antecedente clave fue la publicación de Copérnico de 1543, “De revolutionibus orbitum coelestium”, en la que argumentaba que, contrario al sistema prevaleciente Ptolemaico-Aristotélico, en el que la Tierra se encontraba en reposo, el Sol se encontraba en el centro del universo (heliocentrismo) y la Tierra giraba en torno a él y sobre sí misma. Por muchas razones, la teoría de Copérnico fue poco aceptada. El problema es que el sistema copernicano parecía contradecir a textos de la Biblia, y en el Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, se había llegado –entre muchas otras cosas– a la resolución de que los católicos no debían apartarse de las interpretaciones que de la Biblia hacían los Santos Padres. Así, en el año 1616 se acusó a Galileo de sostener y defender el sistema heliocéntrico, una teoría de la que se pensaba que estaba en contraposición a la doctrina católica. Para comprender el trasfondo del asunto han de hacerse del dominio público tres problemas. En primer lugar, Galileo había adquirido gran fama por sus descubrimientos astronómicos de 1609 y 1610, por medio del telescopio que él mismo construyó. Descubrió que la Luna tiene irregularidades como la Tierra, que alrededor de Júpiter giran cuatro satélites, que Venus presenta fases como la Luna, que en la superficie del Sol existen manchas que cambian de lugar, y que existen muchas más estrellas de las que se ven a simple vista. Galileo se basó en estos descubrimientos para criticar la física aristotélica y defender el heliocentrismo. En segundo lugar, en aquellos tiempos la Iglesia católica se encontraba en una posición delicada y sensible ante quienes interpretaban la Biblia de manera privada, por el ya preocupante enfrentamiento con el naciente protestantismo. Finalmente, en tercer lugar, la cosmovisión tradicional que colocaba a la Tierra en el centro del universo se ajustaba a la percepción ordinaria de la época. El 24 de Febrero de 1616, consultores del Santo Oficio dictaminaron que decir que el Sol está inmóvil es absurdo en filosofía y, además, formalmente herético, y que decir que la Tierra se mueve es también absurdo en filosofía y al menos erróneo en la fe. Esta opinión de los teólogos consultores se ha tomado como si hubiese sido el dictamen de la autoridad de la Iglesia, pero definitivamente no lo es; fue solamente la opinión de esas personas. El único acto público de la autoridad de la Iglesia fue el Decreto de la Congregación del Índice en el que no se afirma que el heliocentrismo fuera herético, sino solamente falso. Nadie consideró entonces, ni debería considerarse ahora, que la Iglesia condenó el heliocentrismo como herejía. Enseguida, por orden del Papa Pablo V, el cardenal Belarmino citó a Galileo, que se encontraba en Roma defendiendo y difundiendo el heliocentrismo. El 26 de febrero de 1616, siguiendo la orden del Papa, Belarmino amonestó a Galileo a abandonar la teoría copernicana. La orden papal decía que, en caso de que Galileo no quisiera abandonar tal teoría, el Comisario del Santo Oficio (el dominico Michelangelo Segizzi), delante de notario y testigos, le ordenaría que no enseñara, defendiera ni tratara esa doctrina, y que si se negase a ello, se le encarcelase. Consta en documentos que Belarmino hizo la amonestación; es muy difícil saber con exactitud cómo se desarrolló el encuentro entre Belarmino y Galileo, pero está claro que éste entendió y durante un tiempo dejó de hablar y defender el heliocentrismo. Galileo siempre fue un buen católico, pero sabía que la determinación de 1616 se basaba en una equivocación y estaba consciente del escándalo que sería demostrar con certeza que la Tierra gira alrededor del Sol. En 1623 coincidieron unas circunstancias que parecían favorecer la exposición cuidadosa de los argumentos a favor del copernicanismo. El factor principal fue la elección del cardenal Maffeo Barberini como Papa, quien tomó el nombre de Urbano VIII. En 1624 Galileo fue a Roma y el Papa le recibió seis veces, pero Galileo comprobó, después de tantear el terreno, que Urbano VIII no consideraba herético el heliocentrismo copernicano, pero sí lo creía una doctrina doctrinalmente temeraria que no podía demostrarse. Así, a pesar de todo, Galileo se embarcó en el proyecto de escribir una obra discutiendo el copernicanismo como un diálogo entre un partidario del geocentrismo y un defensor del heliocentrismo, sin llegar a conclusión alguna. No obstante, el lector inteligente se daría cuenta de quién tenía la razón. Su libro del “Diálogo” es mencionado en la primera parte de esta serie. Esta obra, cuya impresión terminó en Florencia el 21 de Febrero de 1632, fue la chispa que encendió la mecha del proceso que, finalmente, marca un hito en la historia de la relación entre Galileo y la Iglesia. Antonio Lara Barragán Gómez OFS Escuela de Ingeniería Industrial Universidad Panamericana Campus Guadalajara HYPERLINK “mailto: antonio.lara-baragan(arroba)up.edu.mx Temas Religión Fe. Lee También Cardenal llama a honrar a santos y difuntos por el Día de Muertos Evangelio de hoy: ¿Acaso Dios encontrará fe en la tierra? Iglesia católica: Este es el lugar en donde el número de católicos más ha aumentado Aumenta número de católicos en el mundo, pero bajan las vocaciones Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones