Sábado, 11 de Octubre 2025
Entretenimiento | El tapatió es uno de los autores de Salvando al soldado Pérez

Francisco Payó, un guionista entre la necedad y la locura

Ser obstinado es vital para disfrutar el cine mexicano, reconoce este tapatío, uno de los autores de Salvando al soldado Pérez

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (22/ABR/2011).- Escribir, borrar, escribir de nueva cuenta, colocar la coma donde sea capaz de crear tensión, el punto en el lugar correcto para formar suspenso, retomar una idea vieja para ver si funciona, trazar el camino al fin de la historia, volver al principio, leer todo, borrar lo necesario. Escribir otra vez.

Para un guionista como Francisco Payó González, la hoja en blanco es tanto un mar de posibilidades, direcciones y decisiones como una enemiga a la que debe vencer línea por línea.

El cine lo fascina desde pequeño y escribir guiones le da un rol en el llamado Séptimo Arte. Pero ser guionista en México no es precisamente el trabajo glamoroso que muchos podrían imaginar y tampoco le otorga el estatus de estrella porque su nombre sea uno de los que aparecen en los créditos de la película.

Requiere, eso sí, un amor tremendo por su profesión, un espíritu de sacrificio que alcanza casi los niveles de santidad y, sobre todas las cosas, ser muy, pero muy necio.

Ahora, Francisco Payó está gozando del éxito que le ha dado el haber coescrito el guión de la película Salvando al soldado Pérez (coescrita y dirigida por Beto Gómez), uno de esos “garbanzos de a libra” de la industria cinematográfica nacional, que ha logrado sobrevivir en la cartelera a la competencia inclemente del cine hollywoodense y ganar, hasta ahora, más de 71 millones de pesos en las cinco semanas que lleva en cartelera, además de que la película protagonizada por Miguel Rodarte, Jaime Camil y Jesús Ochoa, entre otros, ya aseguró su exhibición en Estados Unidos el próximo 16 de septiembre, todo un hito para una película rodada en nuestro país.

El 20 de abril, Salvando al soldado Pérez rebasó la cantidad de un millón 600 mil espectadores con boleto pagado; no sólo sigue en cartelera, sino que en algunos estados apenas se estrena estos días.
Sin embargo, Payó tiene claro que el éxito no es eterno y que tendrá que seguir trabajando duro para seguir figurando de una u otra manera en el mundo del cine. Si es escribiendo guiones y abriéndose paso entre hojas blancas, pues qué mejor.

—¿Cuál fue tu primer contacto con el cine?
—Comenzó desde chiquito. De chavo, a los seis años ya estaba viendo La Guerra de las Galaxias, E.T., ese tipo de películas que te conmueven, te llegan al sentimiento y están bien hechas. Me impresionaba que en el marco de una historia tan fastuosa se retrataran de forma tan fiel las personalidades de los personajes. Aunque, si tengo que definir a la película con la que me enamoré del cine, ésa sería La Guerra de las Galaxias: después de verla fue como si en mi mente apareciera un letrero que decía: “Esto es lo que tienes que hacer con tu vida”.

—¿Y en qué momento de tu vida dejaste de pensarlo y decidiste que era el cine tu camino definitivo?

—Fue una combinación de muchas cosas, pero al principio debo decir que fue muy difícil, sobre todo en Guadalajara, donde la frase usual era: “¿A quién le interesa hacer cine, o ver lo que aquí se hace?”. Y entonces era ser como pelota de pinball, yendo de una producción a otra, buscando la oportunidad de aquí y otra allá.
Lo que me ha mantenido en esto ha sido básicamente la necedad, la constancia. Creo que son valores que aprendí de mucha gente como Daniel Varela, Rigo Mora y ahora Beto Gómez, que me han apoyado siempre. Para poder comenzar a contar algo, entendí que hay que tener mucho valor y aventarse al vacío si es necesario.

—¿Qué referencias usaron tú y Beto Gómez para darle forma a Salvando al soldado Pérez?
—Para El soldado Pérez comenzamos a trabajar con un guión que tomara todo tipo de referencias que nos sirvieran. Hay algo de La Guerra de las Galaxias como también lo hay de películas de Pedro Infante o de Tin Tan. Creo que las referencias son sabrosas mientras funcionen para la historia, no las ponemos porque sí.

—Dicen que la labor del guionista jamás acaba, pues debe revisar constantemente su texto y modificarlo de acuerdo a las necesidades de la historia o incluso agregar partes nuevas. ¿Qué tanto se modificó Salvando al soldado Pérez desde su concepción original hasta la edición final?
—La película se comenzó a escribir a principios de 2005 y puedo decir que hasta el momento de rodaje jamás dejó de escribirse y modificarse. El trabajo de guión nunca termina, en el mejor sentido. Creo que la idea original siempre se mantuvo: es la historia de un hombre que se quiere redimir de sus malas acciones haciendo un acto heroico y, sobre todo, porque ese heroísmo implica salvar a la familia.
El guión de cine tiene una particularidad que no posee el texto de un libro o el guión de una novela. Se puede considerar como una especie de “ente vivo” porque nunca deja de estar proponiendo cosas para la misma película. Por eso no puedo decir cuántas veces se reescribió. Estoy seguro de que en algún punto llevábamos la cuenta, pero luego dejamos de hacerlo porque se reescribía de forma constante.

—Cuando hablas en plural sobre las modificaciones que hubo en el guión, ¿es porque hubo alguien más, además de Beto Gómez y tú, involucrado en la formación de la historia?

—Toda la gente que estuvo en la película levantándola tuvo que ver. Durante el mismo rodaje hubo escenas que eran en otros idiomas: en ruso, en árabe, en turco, por ejemplo; entonces, a la hora de estar en el set nos dábamos cuenta de que había que alargar o cortar el guión. Incluso a la hora de la edición hubo una oportunidad más para dotarle de mayor espíritu a la película.

—¿Es fácil ser guionista en un país como México, donde por cada puesto de la industria cinematográfica se pelean cientos de personas, pero se paga en general mal?

—En ningún lugar del mundo es fácil ser guionista, y en México ni siquiera existe un método formal en las escuelas para formar a alguien que diga: “Ah, yo quiero escribir libretos”. Yo me tengo que desempeñar en otros puestos dentro de la misma producción para poder salir adelante.
Aclaro que no se trata de ser mártir. Es cuestión de tener la voluntad y el deseo de estar aquí (en el cine), porque el construir un guión es algo… tan bello. Como bello es ser director, fotógrafo, director de arte, actor. En este mundo hay que apechugar a veces y echarle todas las ganas.

—¿Entonces tú cómo le haces para vivir del guión?
—(Risas) No tengo la menor idea de cómo le hago y eso mismo me lo he preguntado yo muchas veces (risas). Se habla mucho de que los guionistas la tienen difícil, pero así estamos todos. Hay que ser muy necio en esto y aferrarse a lo que quieres contar.

—Con Salvando al soldado Pérez se aferraron a una historia poco común dentro del cine mexicano, ¿por qué?

—El soldado Pérez es una película que difícilmente podría haber conseguido apoyo oficial, así que, cuando elegimos hacerla, entendimos que estábamos solos.
A mí siempre me ha preocupado la tendencia en el cine mexicano por contar las historias desde una realidad “oficial”, esto es, que las historias sean narradas, por ejemplo, en un rancho, o que el héroe llegue en burro, que todo sea campirano. Creo que, si hay algo más difícil que la situación económica del cine nacional, es sobreponerse a ese cine oficial que recibe apoyos del gobierno y que busca contar las mismas historias de siempre. Estoy convencido de que hay muchas formas de abordar la realidad.

—¿Qué atributos debe tener el guionista en este país para poder sobrevivir con su carrera, además de ser necio?
—Necio, irracional y un poco tonto (risas). Porque, si no, a los cinco minutos te vas a dar cuenta de que esto no te conviene y te vas a ir. Debes tener un grado muy especial de locura y hasta de irresponsabilidad contigo mismo. Ahorita estamos contentos con lo que está pasando con Soldado Pérez, pero hay otras veces que pasan hasta años sin que ocurra nada.
Sería mejor si formáramos a los guionistas para que escriban las historias que ellos quieren contar y no las que sus maestros quieren que hagan.

Hombre multitareas


Nacido el 4 de octubre de 1975 en Guadalajara, Jalisco, Francisco Payó González ha tenido que aprender a hacer “un poco de todo” en los proyectos donde ha estado involucrado.

Productor, guionista, director, actor de ocasión y amigo presencial han sido algunos de los roles que ha desempeñado en diversas producciones. Ha tomado el lápiz para los guiones de El último Chichiluco, Floppy y Por un puñado de rosas. Como productor ha trabajado con la banda Plastilina Mosh (2005) y apareció a cuadro en pequeños proyectos, como en el cortometraje Una de balazos (2005) y El método (1999).

EL INFORMADOR/ FRANCISCO GONZÁLEZ

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