Lunes, 13 de Octubre 2025
Entretenimiento | En la Facultad en aquella época, era más literatura europea que literatura en lengua hispánica

Día del Maestro: Magdalena González Casillas, su etapa en Francia

Cuando comencé a meterme en los archivos y descubrir en ellos tierras ignotas, sentí que era algo similar a lo que había hecho Cristóbal Colón: Magdalena González Casillas.

Por: EL INFORMADOR

Por: David del Toro

Segunda de tres partes

¿En Francia daba clases en francés o en español?

Se suponía que estaba dando clases a alumnos de posgrado que iban a trabajar, o en embajadas de lenguas hispánicas o en empresas internacionales en lenguas hispánicas. Entonces tenían que dominar correctamente el español, tenían que exponer temas. Mi materia se llamaba: Problemas Actuales de América Latina. Claro que problemas actuales de América Latina hace 13 años, no eran los problemas actuales de América Latina hoy. Eran diferentes, pero en fin, era actualizar la situación de América Latina ante futuros miembros de embajadas o de grandes empresas internacionales. Tenía alumnos de África, Asia, Europa, de distintos lugares.

Las clases magistrales las impartía en un auditorio, hablaba frente a 200 alumnos que se dividían después en grupos de 10 para hablar ellos del tema general que yo había expuesto en la magistral, ellos lo particularizaban. Te pongo un ejemplo, la mendicidad en América Latina me impresionó muy fuertemente, pues yo no sabía, hasta que estuve allá, que, por ejemplo, en Brasil hace 13 ó 14 años había 10 millones de habitantes, y en México casi cinco; lo que esto impactaba a los europeos que eran mis alumnos, era una cosa que nos acababa sacudiendo a todos.

¿Esto se debe también a la época de intercambios comerciales?

Probablemente, era ese el momento del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Yo sentía que estábamos llegando al primer mundo porque se crearon los nuevos pesos, le quitaron tres ceros, cosa que a los francos les había ocurrido años antes, y estaba el peso a tres pesos por dólar, mientras el franco estaba a siete por dólar. Entonces valía más el peso mexicano que el franco. Yo sentía que habíamos llegado al primer mundo, después pensé: qué bueno que no estoy dando esta signatura en Francia porque estaría llorando, je, je, je.

¿Cuáles eran sus expectativas antes de ser docente, investigadora, o jefa de alguna área administrativa?

Llegué a ser presidenta de la Academia de Literaturas Hispánicas, Oficial Mayor con varios directores; coordiné la maestría en Letras a la muerte de Adalberto Navarro Sánchez, en fin. Mi papá notario, hijo, nieto y bisnieto de notarios, me dijo dos cosas terribles cuando le expresé: voy a estudiar Filosofía y Letras. “Pues vas a tener que vivir en un cuarto de azotea, no creo que te dé para más”, mi respuesta: a mí no me importan los cuartos de azotea, lo que me importa es hacer algo que me dé placer, pero si quieres estudio Derecho. “No” me respondió, “una abogada en mi familia, eso no se ha dado nunca”, entonces decidí que en el momento en que yo fuera mayor de edad, me metía a lo que me diera la gana, y ya está.
 
Y dentro de lo que ha obtenido mediante la docencia o la investigación, ¿qué es lo más resaltable?

Cuando empecé como investigadora regional fue porque José María Murià, que había sido compañero mío en el área de Historia, yo en Filosofía, me dijo “Oye, me acaban de pedir que coordine una Historia de Jalisco, ¿le entras?”. Con qué tema, pregunté. “Con las bellas artes en Jalisco”. Yo de Jalisco sólo sabía que tenía una capital que se llamaba Guadalajara, párale de contar, porque los programas que teníamos en la Facultad en aquella época, era más literatura europea que literatura en lengua hispánica. Muy poco de Latinoamericana y de México casi nada, y de Jalisco absolutamente nada. Le dije que sí porque siempre me gustaron los retos, pero yo no sabía de Jalisco nada. Entonces cuando me inicié en la investigación, primero con un miedo endemoniado, me acuerdo que entré a la oficina de Murià en el Instituto Nacional de Antropología e Historia y dije: “Oye ¿y cómo se inicia uno en la investigación?”. Su respuesta me dejó fría: “Ah, no lo sé, ese es tú problema”. Él tampoco lo sabía, nadie lo sabíamos.

Cuando comencé a meterme en los archivos y descubrir en ellos tierras ignotas, sentí que era algo similar a lo que había hecho Cristóbal Colón. Los archivos mostraban lo más insospechado, lo más inesperado, lo más fascinante que se puede uno imaginar. Ahora, pues, lo que se ha convertido en libros, en artículos, en conferencias, es algo que me fascina.

Tapatío

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