Entretenimiento | No venía preparado para encontrarme con una hilera ininterrumpida de basura tan kilométrica CRÓNICA: Playa, sol, arena y basura Mientras contemplábamos la majestuosa puesta de sol, atravesada por una parvada de pelícanos, escuchamos el ruido de un motor, tal y como podría sonar el de un platillo volador. Por: EL INFORMADOR 15 de mayo de 2008 - 16:35 hs Por: Gerardo Lammers Hace poco fui a la playa. Un amigo me recomendó un lugarcito tranquilo con una playa desierta en las costas de Nayarit. A bordo del auto, enfilé hacia la autopista a Puerto Vallarta y, como venía con una amiga extranjera, tomé la curva hacia Tequila, para que ella pudiera apreciar cómo es el lugar donde se produce “lo nuestro”. Así, fueron apareciendo unos espectaculares de botellas gigantes, presagio de lo que veríamos durante el resto del viaje. La autopista de cuota que va a Puerto Vallarta termina en un entronque que une a Tepic con los pueblos costeros del sur de ese estado. A partir de ahí, la carretera se hace de dos carriles, y también a partir de ahí, los acotamientos están atascados de basura, en su mayoría de botellas y botellones de plástico (pet), que es un material reciclable, aunque nunca autorreciclable. No venía preparado para encontrarme con una hilera ininterrumpida de basura tan kilométrica, así que aquello consiguió ponerme de pésimo humor. Yo quería que mi amiga contemplara los paisajes tropicales con una buena música de fondo, pero aquella cantaleta de botellones era insufrible. Además, ¿cómo explicarle a una sueca que está leyendo El laberinto de la soledad el gusto de muchos mexicanos por tirar basura en cualquier lugar? ¿Es una expresión de resentimiento social? ¿Es falta de sentido común? ¿Es una manera de apropiarnos del paisaje? Tomando en cuenta que mis conversaciones con mi amiga eran en inglés, decidí dejarlo en una simple y vulgar falta de educación. Pasado un puente, viramos a la izquierda, en dirección al Pacífico. Un camino de terracería nos introdujo primero en un pueblito nayarita y después en plena jungla. Subimos un cerro y lo bajamos hasta llegar a una colina con un pequeño hotel y una playa desierta. Mi amiga estaba encantada. Ya en la playa, no dábamos crédito a la belleza del sitio. La espesa vegetación sólo era interrumpida por una malla metálica que recorría casi toda la ensenada. En uno de sus extremos, justo donde termina el camino de terracería, estaba una caseta privada de vigilancia. Y un par de anuncios. Uno decía que se prohibe la entrada. Y otro que hasta esa playa llegan las tortugas marinas a desovar. Una mañana, decidimos recorrer la playa hasta la otra orilla. Nos desviamos de nuestro camino para seguir unas huellas diminutas, las de un tejón, que andaba persiguiendo cangrejos. Unos pasos más adelante, los encontramos sobre una explanada de arena: toda una colonia de cangrejos, de esos que cuando son adultos desarrollan una coraza morada, laborando, extrayendo montoncitos de arena de sus respectivos túneles, entre botellones de plástico, pedazos de platos de unicel, latas de cerveza y leños quemados. Mi amiga me hizo ver que buena parte de esa basura es arrojada por el mar y que en Suecia las playas amanecen también con basura. De niña, ella jugaba con sus amigos a ver quién encontraba la lata del país más lejano. De regreso en el hotelito donde nos hospedamos, los dueños, una pareja mexicana que renunció a la vida citadina para estar cerca del mar, nos contó algo previsible: detrás de la malla de alambre se gesta un proyecto hotelero a gran escala. Parece que el progreso va a llegar con todo para crear nuevas fuentes de trabajo y desarrollar la riviera nayarita como lo ha hecho con sitios como Nuevo Vallarta, por ejemplo. Mientras contemplábamos la majestuosa puesta de sol, atravesada por una parvada de pelícanos, escuchamos el ruido de un motor, tal y como podría sonar el de un platillo volador. Era el camión de las aguas embotelladas. Temas Tapatío Lee También Donde duele, florece: el universo de Frida Kahlo Sobre el pensamiento femenino de las comunidades nahuas del sur de Jalisco Isaac Hernández, del patio de su casa al “Olimpo” del ballet Valses, polkas y Mozart: la elegancia de Viena llega al Degollado Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones