* Sombra

Estaba escrito: con sus seleccionados —y especialmente con los goles del “Chicharito” Hernández que se erigió, por derecho propio, en la revelación de la temporada—, el Guadalajara era luz; sin ellos..., sombra.
Con ellos hizo historia: eslabonó (“golpe a golpe, verso a verso”, cantaría Serrat, sobre los versos de Antonio Machado) la mayor racha de victorias en el arranque de una temporada; sin ellos, extravió por completo —en la competencia local, al menos— la fórmula del triunfo.

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El sábado, ante el Morelia, el “Rebaño Sagrado” fue un equipo patético: verlo suscitaba sentimientos de dolor, tristeza y melancolía. Tenía la encomienda de hacer dos goles en 90 minutos. Su absoluta inoperancia ofensiva y el desorden defensivo —consecuencia de apelar a la cantidad cuando faltó la calidad— generaron más oportunidades de gol para el rival que para los rojiblancos. Para fortuna de éstos, Rey y Droguett estuvieron en plan de perdonavidas. En consecuencia, quedó en un decoroso 1-0 adverso la que pudo ser goliza.

(Ya el tiempo dirá, por cierto, si en la floja entrada en ese encuentro en que el  Guadalajara se jugaba la vida en el campeonato, influyeron las ocurrencias más recientes de sus peculiares dirigentes: la “renuncia” de Rafael Lebrija, el boicot a los medios... y la suscripción al esoterismo y la charlatanería como sucedáneos del trabajo, la disciplina y el futbol como fórmulas del éxito).

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Tres de los semifinalistas se resolvieron a favor de la lógica: Morelia, porque lo que quedó del Guadalajara era una triste caricatura de lo que había al principio; Toluca, porque difícilmente el América llevaría la supuesta metamorfosis de las últimas jornadas hasta las últimas consecuencias; Santos Laguna, porque la ventaja del partido de ida se antojaba suficiente para pasar a la siguiente ronda... y porque tanto a los “Pumas” como al América podía aplicarse el axioma de que “La naturaleza no da saltos”.

De la restante —Pachuca— podría decirse que se resolvió a favor de la sorpresa, si no hubiera el antecedente de que el Monterrey, campeón de la temporada anterior, tuvo entonces un jugador que marcó diferencias con respecto al resto en las jornadas decisivas: el “Chupete” Suazo.

En efecto: los goles que le faltaron al Monterrey están actualmente del otro lado del mar: en Zaragoza —luchando por evitar el descenso de su equipo, por cierto—, para ser exactos.