* Disparate

¿Para qué demontres serviría el encuentro amistoso —que no partido propiamente dicho— México-España programado para el 11 de agosto en el Estadio Azteca...?

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Como partido de preparación, no se justifica en absoluto. ¿Preparación para qué diantres, si el Campeonato Mundial terminó exactamente un mes antes de la fecha establecida para ese cotejo...?

Como encuentro de exhibición tampoco tiene razón de ser. Como no sean las camisetas azules que utilizaron el domingo pasado, para disputar la Final ante Holanda, o las rojas que se enfundaron para festejar la conquista de la primera Copa del Mundo de su historia, ¿qué otra cosa podrían exhibir los futbolistas españoles...?

Además, desde que se confeccionó la agenda del 2010, la Real Federación Española de Futbol programó asimismo las vacaciones de los jugadores y el receso en las competencias domésticas. Si el asueto está programado hasta el 9 de agosto, ¿en qué condiciones físicas y futbolísticas es de esperarse que estén los jugadores, que apenas tendrían tiempo para concentrarse, alistar maletas y cruzar el Atlántico para jugar dos días después...?

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Ítem más: considerando que el partido en que estarían estrenando la corona está programado en la ciudad de México, y que los flamantes campeones mundiales estarían enfrentando en ella, de entrada, al fantasma de la altura —que, dígase en contra cuanto se quiera, sí representa un handicap físico y mental para cualquiera, y especialmente si está muy lejos de sus condiciones óptimas—, ¿qué caso tiene exponerse a que un rival de medio pelo (al margen de los vínculos históricos y de las simpatías que eventualmente hubiera en México por España en las etapas decisivas del Mundial sudafricano), sin sus “figuras” e incluso sin técnico nacional, en un descuido los zarandee y les falte al respeto en la cancha...?

Adicionalmente, puesto que ya el Barcelona  —que aportó siete jugadores a la alineación inicial de España en la reciente final de la Copa del Mundo— solicitó (tan atenta como enérgicamente) que se exima a sus equiperos de participar en esa aventura, porque en esas fechas empezarán a prepararse para compromisos internacionales en que sí va de por medio el prestigio no sólo del club sino del futbol peninsular en pleno, bastan y sobran dos dedos de frente para llegar a la conclusión de que ese México-España no tiene, por donde quiera que se le mire, razón de ser.