Miércoles, 15 de Octubre 2025
Deportes | A propósito por Jaime García Elías

* 39 años después

A propósito por Jaime García Elías

Por: EL INFORMADOR

Los memoriosos suspiraron...

Un día como ayer, pero hace 39 años, Brasil e Italia fueron finalistas de uno de los mejores campeonatos mundiales de la historia. Por supuesto, ninguno de los herederos de las glorias y los títulos del “Scratch de Ouro” y de la “Squadra Azzurra” que ayer se enfrentaron en Pretoria, dentro de la Copa Confederaciones, había nacido cuando se disputó la batalla decisiva del primer Mundial mexicano, que consagró a Brasil como Tricampeón y a Pelé como “El Rey” del futbol. Ello, sin embargo, no obstaba para que el partido de ayer fuera observado con respeto en todos los confines del planeta.

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Se sabía de antemano que no se trataba de una reedición de una historia escrita con letras de oro hace casi cuatro décadas. Aunque la sola presencia de los ingredientes básicos --Italia y Brasil-- en la misma cartelera sea garantía de futbol de alto nivel, es obvio que, independientemente de que el partido de ayer no era una Final, la Copa Confederaciones nunca alcanzará la jerarquía de una Copa del Mundo...

En todo caso, aunque muchas crónicas, hoy, se vayan por la ruta simplista y, a la vista del 3-0 con que se escribió la historia, aseveren que Italia no fue rival, que estuvo muy lejos del nivel que debería esperarse de un campeón mundial defensor, o, por el otro lado, que Brasil fue una aplanadora y que el episodio de ayer es un anticipo de lo que puede suceder en el Mundial en puerta --dentro de un año en Sudáfrica, por cierto--, los primeros 35 minutos de juego, ayer, por la calidad y la ambición de que hicieron alarde los dos cuadros, fueron espectaculares.

El oportunismo de Luis Fabiano, especialmente en el primer gol, al convertir en pase un disparo deficiente de uno de sus compañeros, y la fulgurante pared de Kaká y Robinho que precedieron al tercer tanto, fueron los chispazos geniales que definieron un partido que fue, durante 37 minutos, un duelo de gigantes...

El resto también lo fue... con la diferencia de que uno de ellos ya estaba en la lona.

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El “toque mexicano” en ese partido fue el arbitraje de Armando Archundia.

Sería excesivo calificar su trabajo de impecable. Es de elemental justicia, en cambio --aunque rabien los detractores sistemáticos del arbitraje mexicano--, calificarlo, con todas sus letras, de excelente.

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