Exhiben el lado femenino de la Revolución Mexicana

CIUDAD DE MÉXICO (29/JUN/2010).- De adelitas, soldaderas y coronelas se conforma la muestra colectiva 'La mujer en la Revolución', que se inaugurará el próximo viernes 2 de julio en el Museo Regional de Arte, en Azcapotzalco, y que ofrecen una visión diferente sobre este hecho histórico que marcó el rumbo del país.

Se trata de 27 artistas que comparten sus propuestas en las que el hombre no es el principal protagonista, pero plasman con belleza, amor y humor fino sus visiones, ideales y nostalgia a estas mujeres solidarias, valientes y soñadoras que enriquecieron la iconografía revolucionaria con un nuevo rostro mítico.

La muestra está integrada por 30 piezas realizadas en diversas técnicas, como óleo, acrílico, acuarela, grafito, tapiz, grabado o mixta, de las cuales se pueden mencionar dos proyectos de mural de Javier Padilla y Alejandro Quijano.

Asimismo se podrá apreciar un telón lúdico donde los visitantes podrán posar sus caras en una vestimenta de mujer revolucionaria, de Celso Zubire; una Frida revolucionaria, de Francisco Rodríguez, o bien una participante del movimiento armado con su amado, de Rosa Galindo, entre otras perspectivas plásticas.

Por primera vez en la Revolución, a diferencia de los conflictos armados que vivió el país a lo largo del siglo XIX, la mujer del campo se vio enrolada en los ejércitos, al desempeñar, además de las tareas tradicionales, las que surgieron como parte de la guerra.

La gran mayoría de mujeres campesinas se incorporan a los distintos ejércitos en función de su lugar de origen, mientras acompañaban al padre, esposo o hermano, por propia voluntad o bajo el viejo sistema de leva.

El rapto y la violación fueron actos de agresión que las mujeres padecieron en este periodo de ilegalidad y en nombre de las distintas facciones. Diversos relatos hablan de esos abusos sexuales.

Incorporadas las soldaderas en los distintos grupos revolucionarios, participaron de muy diversas maneras, como encargadas de las tareas domésticas, como siempre, pero en tiempos de guerra en medio de condiciones más adversas, al peregrinar de un lugar a otro.

En los campamentos improvisados, se ocuparon no sólo de alimentar a la tropa, lavar la ropa y cuidar a los hijos, sino también de atender a los heridos, servir de correos y de espías en los pueblos, abastecer de armas y brindar compañía sexual a sus hombres.