Jueves, 19 de Junio 2025

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Cultura | El Teatro de las Artes es obra de los arquitectos Alfonso López Baz y Javier Calleja

En las alturas del teatro

A 23 metros del suelo, Francisco Javier López afronta el reto de construir escenografías

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- Francisco Javier López, jefe de tramoya del Teatro de las Artes en la Ciudad de México, es una persona que disfruta y le apasiona el teatro.

Conoce bien su foro: sube con facilidad una escalera ubicada al lado derecho del escenario que lo conduce a la parrilla del telar del teatro, ubicada a más de 20 metros de altura.

Camina sin miedo sobre las barras de hierro que forman la parrilla sólida, mientras platica sobre su labor, sin esconder el agrado que tiene a su profesión. "Básicamente hacemos estructuras, telones y todo lo que sirve para colgar. Armamos escenografías y plataformas, además, adecuamos el escenario para que el utilero lo ambiente. En realidad es ocultar cosas dentro de la misma escenografía", comenta.

El Teatro de las Artes -concebido por los arquitectos Alfonso López Baz y Javier Calleja- presenta una variada programación que incluye espectáculos de ópera, música, danza, teatro, presentaciones de libros y conferencias.

Con una capacidad de 606 espectadores, el foro ha recibido en su escenario a compañías extranjeras, agrupaciones profesionales y también a creadores con propuestas alternativas que requieren de las amplias capacidades de los técnicos.

La labor de los tramoyistas es muy importante. Para el actor y director Sergio Jiménez, la "unidad teatral" está conformada no solo por el escenario y los actores, sino también por los técnicos y el propio público.

A mediados del siglo XV, las puestas en escena cambiaron radicalmente de temáticas y de espacios; se dejó a un lado los dramas sacros y los sitios abiertos, y se crearon salas teatrales en los grandes palacios de los adinerados italianos.

En 1584, en la ciudad italiana de Vicenza se construyó el primer teatro destinado exclusivamente a representaciones teatrales, equipado con espacios y maquinaria adecuada para los montajes de la época.

En el siglo XVIII se renovó el diseño escenográfico; las perspectivas hieráticas, paralelas y rígidas fueron suplantadas por decorados fundados en las leyes de la perspectiva oblicua.

Con los avances técnicos, actualmente existen aparatos que permiten en escena que una casa gire por medio de una maquinaria de motores o puedan subirse paneles muy pesados en segundos.

Magia

Con cinco años al frente del equipo de tramoya, Francisco Javier López explica que este trabajo en el foro es manual, es decir, para mover un telón o volar algún decorado se utilizan contrapesos o plomos en las cuerdas del telar para que permitan la salida de objetos, según las necesidades de la puesta en escena.

Antes de iniciarse en el trabajo de tramoya, este profesional estudió los primeros semestres de la carrera de Diseño Gráfico Industrial, pero pronto sus hermanos -técnicos en tramoya, utilería y traspunte del Centro Cultural Universitario-, lo acercaron a los escenarios. El teatro Juan Ruiz de Alarcón, el foro Sor Juana Inés de la Cruz y la Sala Miguel Covarrubias fueron los lugares donde empezó a realizar escenografías y adecuar espacios.

Confiesa que la complejidad de algunas puestas en escena aún lo sorprende. "Me cautiva totalmente la magia que se realiza. Como espectador, tú puedes ver una apariencia, observas de frente y ves una gran estructura, pero a veces es lo más sencillo y frágil de realizar. Detrás del escenario hacemos posible cosas que se ven imposibles como espectador".

Dentro de las puestas en que ha participado, se encuentra la construcción de escenografías para directores como José Caballero, Leopoldo Falcón, Gerardo Hernández y Francisco Franco. Francisco Javier López considera que los técnicos deben tener sensibilidad para comprender a los creativos y "respetar el trabajo actoral".

Asegura que cada espectáculo conlleva una cierta dificultad, pero con el tiempo se hace normal lograr lo inimaginable. Recuerda que en el año 2000, El atentado -obra escrita por Jorge Ibargüengoitia, dirigida por David Olguín y con un trazo escénico de Gabriel Pascal- requirió realizar unas inmensas paredes de madera con divisiones horizontales que pesaban cada una de ellas 800 kilos.

Sin embargo, se refiere a Miriñaque -espectáculo de danza de la compañía Humanicorp- como una de las puestas más complicadas en las que ha trabajo. Propiamente el miriñaque es la estructura metálica que daba forma a los vestidos de mujer que se usaban en siglos anteriores.

 En el montaje, mientras los bailarines danzaban, había una gran estructura que asemejaba a un miriñaque, que también se tenía que mover. "Por tal razón, íbamos con nuestra propia coreografía, coordinándonos, porque cualquier error implicaba que las cuerdas se enredaran y había que tener mucho cuidado. Por ejemplo, en la tercera escena, el miriñaque tenía que atrapar a la gente y volverse a subir y bajar, era todo un juego con movimientos muy elaborados y en otros foros donde se ha presentado no ha sido lo mismo", cuenta.

Afirma que conoce su espacio y que ha aprendido a calcular en cada espectáculo los movimientos en la oscuridad. "Siempre pasa algo, más cuando hay muchos bailarines, porque a veces ellos se deslumbran por la luz, y con la oscuridad no ven nada y luego chocan. Por tal razón tienes que esperar, verlos cuando vienen para no tropezarse o chocar al meter alguna cosa al escenario".

Pinitos sobre las tablas

En ocasiones, Francisco Javier López ha salido a escena, como en Don Juan de Moliére. "Ahí salíamos como guaruras a abrir dos inmensas puertas iguales que medían seis metros de altura por ocho de largo".

Muestra orgulloso algunos de los bocetos que le han dado los escenógrafos para sus obras. Estos planos son un tesoro para Francisco Javier López, quien los lee a contraluz para construir la escena, concibiéndola de atrás para adelante, de manera inversa a como la ve el espectador.

Entre estos esquemas tiene el de la ópera Tristan und Isolde, montada en el Palacio de Bellas Artes en 1996 por Sergio Vela y con el diseño escenográfico de Mónica Raya, y Noche de estío, de 1999, dirigida por Germán Castillo y un trazo escénico de Gabriel Pascal.

A sus 35 años, trabajar en el teatro le ha ampliado el panorama sobre las artes escénicas. "Tienes que buscar la forma para que quede un espectáculo. Aquí vienen y te presentan en papel el proyecto y en ese momento ya tienes que estar imaginando cómo vas a resolver para colgarlo y que se vea tal como el escenógrafo lo imaginó".

Reconoce que todas las obras en las cuales ha trabajado le satisfacen por las pequeñas diferencias que se dan en cada función. "Nunca haces lo mismo, eso es lo bueno del teatro. Pareciese que es igual todos los días, pero no, siempre es hay algo diferente". Sonriente afirma que en "cada nueva obra se aprenden nuevas cosas".

A la hora de pensar en el futuro, Francisco Javier López lo tiene claro: "Seguiría haciendo lo mismo, no cambiaría de oficio. Con mi trabajo he paseado, he conocido otros países y diversos lugares de la República, y cuando va uno otra vez es un orgullo, porque reconocen tu forma de trabajo y no hay peros, todo se da".

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