Sábado, 04 de Mayo 2024
Cultura | Por Vanessa Robles

El agente Cháirez tiene envidia

La peor esquina para ser agente de tránsito de Guadalajara un 30 de diciembre debe ser la de Mariano Otero y Las Rosas

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (01/DIC/2012).- La peor esquina para ser agente de tránsito de Guadalajara un 30 de diciembre debe ser la de Mariano Otero y Las Rosas. Pero el agente Cháirez –en caso de que se llame así–, señala que esa afirmación es exagerada: “Estamos para servirles en cualquier momento a los intelectuales de a pie y a los de carro”, dice con la cara hecha una brasa encendida por el Sol.

En realidad el agente Cháirez dice cualquier cosa. No porque sea un mentiroso, sino porque es un sociable en el empleo equivocado. Durante ocho horas sólo habla con el silbato y hoy, a las cuatro de la tarde, apenas está en la mitad de la jornada. Por eso cuando alguien le pregunta a Cháirez cualquier cosa, él se suelta con una plática que es difícil detener.

En estos días de feria del libro, Cháirez y otros nueve policías viales la hacen de réferis en la lucha por el cruce de las calles que libran cientos de automovilistas contra miles de peatones en los alrededores de la Expo Guadalajara.

Vistos desde cualquiera de las cuatro esquinas de Mariano Otero y Las Rosas, el conjunto parece un grupo de toreros en pista de dragones. Y es que si en Guadalajara hay alguna abundancia, ésta es en vehículos motorizados. En 2006, el Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente ponía a la Perla Tapatía como la ciudad con más autos por habitante –un coche por cada cinco almas–. Se cree que hoy circulan varios miles más.

La cosa es que donde hay muchos coches se necesitan muchos agentes como Cháirez vestidos de scout, con pantalones cortos, camisetas blancas y zapatos tenis blancos, con sus respectivos calcetines blancos.

A Cháirez le gusta hablar, ya se ha dicho. En la plática confiesa que entre los “intelectuales de a pie y los de carro”, él prefiere a los de carro. “Son más finas personas”. Y envidioso señala a una pareja que se come a besos justo a la mitad de Mariano Otero, entre los claxon y el gentío. La escena podría ser el final de un cuento, donde el protagonista sólo puede besar a su silbato.

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