Desairan primera etapa de Teatro ambulante

GUADALAJARA, JALISCO (02/ABR/2012).- En las sillas metálicas los alumnos gritan, aplauden, ríen a mandíbula batiente. Los profesores pugnan por calmarlos. Fracasan. No, no es un salón de clases ni la hora salvaje del recreo: es la función de apertura del Teatro Ambulante Metropolitano.

Bochornosos parches de plástico negro cubren el esqueleto del “teatro” por donde se cuelan los rayos del Sol. Alzado en la explanada de la Biblioteca Pública de La Tuzanía, en Zapopan, la carpa del proyecto para el que se invirtieron 500 mil pesos del erario, es un horno, un horno que a pesar de contar con aire acondicionado provoca que las sillas se calienten, la ropa se pegue al cuerpo y las frentes se perlen de sudor.

El proyecto, organizado por la Secretaría de Cultura de Jalisco y el CONACULTA, en coordinación con los Ayuntamientos de los municipios de la metrópoli, busca emular a aquéllos hechos a principios del Siglo XX que generaban cercanía entre actores y público. Nació de un espectáculo llevado a cabo en Michoacán (llamado Rocinante) que propuso el maestro Luis de Tavira.

Las funciones del programa del Teatro Ambulante Metropolitano se cancelaron el 23 y 27 de marzo pasado debido a que en la primera fecha los alumnos de la Secundaria 59 no tuvieron clases y en la segunda hubo una falla eléctrica con los reflectores. La inauguración había sido apenas el día 22 y el viernes que pasó el programa entró en receso vacacional.

El día de la inauguración,  la cercanía entre el público y el teatro comienza cuando “Chuy”, prefecto de la Secundaria 59, entra al aula de Jessica y le pide al grupo de primer grado  que se forme, baje los escalones con orden y se dirija en silencio hacia el interior del teatro en donde desde hace rato las mujeres terminaron de barrer y los hombres de desdoblar sillas y pegar gritos desesperados al celular.

“Apúrate, se me hace que hoy viene Cravioto”, dice con tono estresado uno de los organizadores.

Afuera, cubiertos por la sombra, esperan Carlos Sánchez, director de Actividades Culturales de la Secretaría de Cultura de Jalisco (SC); Guillermo Gómez, titular del Instituto de Cultura de Zapopan, y Alfonso Munguía, coordinador del proyecto.

Al entrar por uno de los bordes de la inmensa túnica señorial, Jessica y sus compañeros piensan que verán  a Daddy Yankee. Se sorprenden cuando ven salir a Macario.

“El día que se acaben los grillos se escucharán los gritos de las almas”, dice Macario y los alumnos cierran la boca por un momento. A las 11:00 horas da inicio la obra basada en un cuento del escritor jalisciense Juan Rulfo. Macario (Adrián Martín) salta como un sapo y con sus bruscos movimientos hace crujir la madera del entarimado mientras afuera se escucha el ronroneo de un avión. Macario simula matar cucarachas con la mano y un niño distrae la atención al contar un chiste. Macario bebe de los pechos de Felipa (Judith Hernández) y se escucha el claxon de un automóvil. Macario se somete a la dura mirada de su madrina (Rosa María Zepeda) y los maestros regañan a los alumnos. Macario, salido de una ficción, recibe un encontronazo con la realidad.

Algunos alumnos —son la mayoría del público presente— reconocen no entender y no haber asistido nunca a una obra de teatro; otros, ni siquiera conocer a Rulfo.

Una de las actrices de Macario, Judith Hernández, reconoce que los adolescentes son un público difícil. Le parece que “el proyecto va mejorando porque se está pasando la voz”, aunque el telón se cerró viernes 30 de marzo con la obra Asústame panteón.

Sentada sobre el peldaño de una escalera, Guadalupe Moro, una de las vecinas de la zona, se queja del vocabulario que se usa en las puestas en escena: “Para haber tantos niños hay mucho albur, muchas groserías”.

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“El Tlacuache” está acostumbrado a convivir con niños. Ex estudiante de teatro y “titiritero por  la escuela de la vida”, le hubiera parecido mejor tener a una escuela completa que a dos o tres grupos. “El Tlacuache” sale al escenario con un grito y los estudiantes de sexto y tercer grado de la Primaria Urbana 743 se meten inmediatamente en la obra Cuentacuentos. Ven desfilar y fracasar sobre el borde de una caja de aproximadamente dos metros a un títere de barba cerrada y rostro blanqueado que barre el polvo y es sorprendido por una nube humo. El títere intenta matar a una mosca y no lo consigue; intenta pescar y un tiburón le arranca la cabeza. El títere es especialista en perder.

Los acalorados niños —los suéteres y sudaderas sobre el espaldar de las sillas o amarrados a la cintura— también se sobrecogen con las desventuras de un conejo al que un duende verde de larga nariz le roba una zanahoria plantada con mucho esfuerzo.

En un momento, el conejo saca un pequeño estéreo y con una frase hace romper a carcajadas a toda la concurrencia: “Mejor me voy a llevar mi grabadora porque estamos en La Tuzanía y no vaya a ser”.

De no ser por la presencia de los niños, en el lugar bien se hubiera visto a unas 10 personas entre curiosos y vecinos que entraban por momentos y después salían.

Esmeralda, una de las alumnas de tercer grado, dice que la obra le gustó mientras se echa a la boca una palomita de maíz y se la empuja con un yogurt. Al salir de la carpa, una  vecina de la zona  define el espectáculo con voz firme y fría:

“Méndigo teatrote para 50 personas, hubiera estado mejor invertir el dinero en otra cosa”.

EL DATO

Apúntense

Organizada por la Dirección General de Actividades Culturales de la Secretaría de Cultura de Jalisco y el H. Ayuntamiento de Zapopan, con una inversión de 500 mil pesos, procedentes de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), se anunció que esta primera etapa comprenderá 100 representaciones, en las cuales se contará con la participación alterna de ocho grupos de teatro, los cuales se presentarán en los municipios que lo soliciten, por lo que la convocatoria queda abierta.