Jueves, 09 de Octubre 2025
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Tras el terremoto, vive por segunda vez

La vida a veces te da una segunda oportunidad. Hoy Lucía Zamora puede con una sonrisa; el terremoto del 19-S sacudió en ella algo más que la propia tierra

Por: Ruth Romero

Tras el terremoto, vive por segunda vez

Tras el terremoto, vive por segunda vez

El 19 de septiembre de 2017 parecía un día cualquiera. En la calle Álvaro Obregón de la Ciudad de México, sumida en el piso tres de un edificio de coworking, Lucía Zamora vio su vida pasar en un minuto. La tierra se sacudió y ver cada objeto tambaleándose y cayéndose aumentó su adrenalina. Dirigirse hacia las escaleras, cubrirse a sí misma del techo que se desmoronaba, abrir los ojos y verse atrapada entre escombros, fue algo que ella como muchos otros ese día no esperaba. Luego vino el silencio. Sabía lo que pasaba. Estaba entera pero desconocer si viviría, si alguien acudiría a su rescate antes de que fuera demasiado tarde, eran cosas que pasaban por su mente; después de aproximadamente 17 horas, escuchó voces de esperanza dirigidas a ella hasta el momento de ver la luz y renacer de entre los escombros.

Más de una semana ha pasado desde la tragedia que conmocionó nuestro país y logró demostrar la unión de un México devastado por múltiples problemáticas sociales. Los habitantes de las zonas afectadas por el terremoto del 19 de septiembre, comienzan, poco a poco, a volver a la cotidianidad. Quienes sobrevivieron al suceso que ha dejado a cientos de muertos, encuentran la esperanza, el agradecimiento y las ganas de vivir en la segunda oportunidad que ahora se les presenta.

El movimiento era tan fuerte que tampoco se podía caminar. No pude llegar porque todo se desplomó

Ahora Lucía se encuentra en recuperación, en paz y eternamente agradecida por toda la red de apoyo que cooperó en su rescate. No duda en narrar su historia, y quizá en un futuro, escribirla, pues una entre sus pasiones se encuentran la escritura y la lectura, por lo que se dedica principalmente a la creación de contenidos.

Ella recuerda: “No pude llegar a mi destino. No estaba cerca de éste, y el movimiento era tan fuerte que tampoco se podía caminar. No pude llegar porque todo se desplomó. No hay tiempo de respuesta, todo pasó muy rápido, yo iba hacia el camino correcto, y cuando menos me di cuenta el techo se estaba desplomando sobre nosotros. Fue muy rápido, ni siquiera vi el techo cayendo, más bien lo que hice fue cubrirme, y el momento que recuerdo es cuando ya estaba totalmente enterrada”.

El miedo y la incertidumbre la embargaron, desconocía la magnitud del terremoto. Intentó auxiliarse en la tecnología, pero no sirvió de nada, nunca tuvo red para realizar si quiera una llamada. La pregunta inminente golpeó su mente: ¿acudiría alguien a salvarlos a ella y a su compañero Isaac?

“Entre los dos nos apoyamos para revisar que no estuviéramos heridos, para acomodarnos lo más posible en el escombro, para estar a salvo en la medida de lo posible. No estábamos cómodos, yo estaba bocarriba, él bocabajo; y con un espacio de acción muy corto, en las piernas era donde tenía menos movilidad, y hacia el tronco un poco más pero el pecho estaba a una mano de distancia de escombros”.

Los pensamientos continuaban golpeando la cabeza de Lucía;  positivos, negativos y fatales. “Te pasa todo por la mente, hay momentos de optimismo, yo deseaba mucho volver a ver a mi familia y eso era por lo que me mantenía, había periodos de mucha ansiedad, también había periodos de silencio total que eran los peores, eran de mucho miedo. De pronto, decidí mejor mantener en mí pensamientos positivos, no pensar en los peores escenarios, trataba de distraerme. Además, te das cuenta que te toca esperar, yo lo que pensaba es ‘bueno si voy a salir de aquí también tendré que tener mucha paciencia, no será de un momento a otro”.

Voces de esperanza

En la tarde alguien nos preguntó que quién estaba ahí, nos preguntaron nuestros nombres, y a partir de ahí estuvieron en contacto con nosotros para iniciar el rescate

Pernoctaron sin descanso. Al día siguiente, “relativamente temprano, escuchamos la maquinaria”, a partir de ese momento, ambos gritaron una y otra vez para captar la atención de los brigadistas, o de cualquier persona que estuviera dispuesta a ayudarlos. Sin embargo, su deseo no sucedió hasta las cuatro de la tarde, más o menos, pues las horas se derretían mientras el tiempo se convertía en la eternidad.

“En la tarde alguien nos preguntó que quién estaba ahí, nos preguntaron nuestros nombres, y a partir de ahí estuvieron en contacto con nosotros para iniciar el rescate. Al escucharlos, sí pensé que por lo menos ya estaban trabajando. La verdad es que se tardaron bastante en poder realizar la forma más segura de sacarnos y este tiempo también fue muy largo porque estábamos tan cerca y a la vez tan lejos.

Afortunadamente ellos nos ayudaron en todo momento a mantenernos pacientes”.

Los brigadistas estaban rescatando a otra persona que se encontraba en el piso cuatro al momento del temblor, y cayó al tercer nivel, “su rescate tomó más tiempo, pero gracias a ello lograron abrir la brecha para que nosotros también saliéramos”.

A partir del contacto entre Lucía y los rescatistas pasaron seis horas llenas de temor, incertidumbre y por supuesto, esperanza. “La forma de salir era complicada, yo tenía miedo que algún movimiento en falso hiciera que toda la piedra que había alrededor se cayera sobre nosotros. Se sentía desesperante por un lado, pero por el otro los rescatistas me dieron mucha seguridad”.

La luz liberadora

El espacio adecuado para que Lucía e Isaac pudieran salir se abrió y les ofreció la luz que anunciaba la continuidad de sus días. “Una vez que abrieron esa brecha y nos quitaron los escombros, la única instrucción fue que teníamos que salir bocabajo, yo estaba bocarriba por lo que me tuve que voltear, y un poco arrastrarme hacia el agujero, como pecho tierra, y ya de ahí los rescatistas me tomaron las manos, me guiaron hacia otra especie de túnel que habían cavado, y ya de ahí me levantaron con un arnés para sacarme”.

El espacio adecuado para que Lucía e Isaac pudieran salir se abrió y les ofreció la luz que anunciaba la continuidad de sus días. CORTESÍA
El espacio adecuado para que Lucía e Isaac pudieran salir se abrió y les ofreció la luz que anunciaba la continuidad de sus días. CORTESÍA

“Yo no me sentí a salvo hasta que me puse de pie con el cuerpo de rescate. Me sentí liberada”. Una vez fuera de los restos del temblor, el equipo de seguridad cuidó de Lucía. Continúo su camino hasta la ambulancia, al hospital y por fin, con su familia.

Lucía Zamora pasa sus días de reposo en compañía de su familia: su hermana mayor y su sobrino; dispuesta a aprovechar la segunda oportunidad que se le ofreció gracias a toda una red de apoyo que colaboró para su rescate. Hoy, vive para contarlo.

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