Sábado, 20 de Abril 2024

¡No tengas miedo, tú puedes!

Por: Dinámica Pastoral UNIVA

Mt. 25, 14-30 “Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”. ESPECIAL

Mt. 25, 14-30 “Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”. ESPECIAL

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA: Prov. 31, 10-13.19-20.30-31. “Trabaja con sus hábiles manos”.

SEGUNDA LECTURA: 1Tes. 5, 1-6. “Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón”.

EVANGELIO: Mt. 25, 14-30 “Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”.

La parábola de los talentos que la liturgia de la palabra nos ofrece para reflexión en este domingo, nos sitúa ante el miedo a las exigencias y el compromiso con los dones recibidos. Alguien nos puede pedir cuenta de ellos, y por eso, no podemos escondernos y paralizarnos por el miedo. Nadie nos pide que salvemos el mundo, sino que emprendamos un camino de transformación según nuestra capacidad. A nadie se le exige lo que no puede dar, pero sí se le exige en lo poco o en lo mucho que puede aportar, sobre todo si uno se sitúa ante la pasividad provocada por el miedo, que nos conduce al abandono de la confianza.

No es una cuestión de superioridad o de comparación entre las capacidades de unos y de otros, sino una cuestión de saber responder a lo que se nos pide con responsabilidad y valentía. La respuesta es personal y libre y no permite excusas. Y es una respuesta a la gracia de Dios, que nos ha confiado sus dones. Tampoco es una diferencia injusta de oportunidades, sino una respuesta que cuestiona nuestra esperanza y nuestra confianza en Cristo que nos libera, y nuestra capacidad para responder con gratitud por esos dones.

En el empleado inútil, por abstenerse de obrar, puede que nos veamos retratados todos con mayor o menor intensidad. Casi no solemos examinarnos ni sentirnos culpables de los pecados de omisión.

Sin embargo, el abstencionismo, la apatía, la pereza, la comodidad, el miedo y la inacción egoísta son los mayores pecados sociales que puede cometer un cristiano hoy en día. Porque nuestro seguimiento de Jesús tiene que ser productivo; de lo contrario, quedaremos descalificados.

Hay muchos bautizados que entierran sus talentos y se conforman con lo mínimo obligatorio o a la productividad cero por no complicarse la vida ni tener que arriesgar nada en un compromiso serio por el bien de los demás. Viven instalados, desilusionados, apáticos. Como el siervo holgazán, no malgastan el talento, pero lo entierran; se contentan con mantener intacto, pero infecundo, el depósito de la fe que heredaron de la familia.

En cualquier sector de la actividad humana la filosofía de conservar y no perder es insuficiente para el crecimiento y desarrollo. Lo mismo sucede en el servicio de Dios y de los hermanos. Es por eso que debemos asumir el riesgo de invertir nuestros talentos en la construcción del Reino de Dios en nuestra vida personal, de familia, de trabajo y de sociedad. Lo contrario sería renunciar a ser persona y cristiano, es enterrarse en vida con nuestros valores en conserva. La vida tiene sentido sólo si la compartimos con otros, si desarrollamos las cualidades que tenemos incluyendo a los demás, si nos hacemos solidarios del dolor ajeno, a ejemplo de Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien.

TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO

Mano llena... mano vacía

Un periplo es la vida, una navegación con el mismo puerto de salida para levar anclas y en el mismo, tiempo después, dejarlas caer para siempre. Dios es principio y fin, alfa y omega de toda la historia y de todas las pequeñas historias, no menos importantes; las vidas particulares, lo aparente y lo oculto, todo patente ante los ojos de Dios.

Por larga que sea una vida -aún esas que tocan al siglo-, los hombres pasan “como las naves, como las nubes, como las sombras”.

Mas no sólo es pasar, para el ser humano, inteligente y libre, factor y responsable de su propia suerte. El hombre ha de rendir cuentas, porque bajo su propia responsabilidad le han sido entregados bienes que ha de saber administrar.

El mensaje en este domingo es escatológico. Esta palabra derivada del griego significa final; es decir, muerte y juicio, y está dentro de una sencilla parábola, como siempre, para hacer más fácil y comprensible el profundo misterio de la tercera venida de Cristo, en la que, como juez justo, pide cuentas de una vida al final. Es el llamado juicio particular. Así empieza la parábola: El de los Cielos parece a un hombre que, como iba a salir de Viaje a tierras lejanas, llamó a tres de sus servidores y les entregó a uno cinco talentos a otro dos y al tercero uno, según su capacidad, y se fue. A su retomo quería no sólo el capital que les confió, sino lo que hubieran ganado trabajando, negociando La palabra talento designa una moneda imaginaria de los griegos y de los romanos, que equivalía a sesenta en Grecia y a cien ases en Roma. En el sentido general, talento es el conjunto de dotes naturales o sobrenaturales con que Dios capacita a cada persona, para su bien personal, de su familia y de la sociedad en que ha de actuar.

Porque es moneda imaginaria, simbólica, se por talento la inteligencia, la imaginación creadora, la sensibilidad, la voz, la figura, las oportunidades y la inacabable de gracias que -juntamente con la principal, que es la vida- el humano va encontrando a su paso cada día.

Por eso los genios que han cruzado por la historia, han dejado una estela luminosa de su paso. Los artistas, los grandes benefactores de la humanidad, en su mayoria, han sido humildes, porque han tenido idea clara de que cuanto han sido y han tenido, ha llegado, ellos por la largueza de la invisible mano del Creador. ¿Qué que hayas recibido? y si lo recibiste , ¿por qué te envaneces, como si no lo hubieras recibido?

José Rosario Ramírez M.

Un exorcismo a nuestros miedos

El mal mayor de todos nuestros males es el miedo que se produce por la percepción de un peligro real o imaginario. Esta emoción que se caracteriza por una intensa sensación desagradable ha existido a lo largo de los tiempos. En el allá y en el entonces de Jesús, sus discípulos se vivían vulnerados por el miedo, producto de sus sistemas de creencias personales sostenidas por la Ley y el Templo.  Al igual que en aquellas épocas, en el aquí y ahora muchas personas estamos contagiados por el miedo a que no nos quieran, al fracaso, al vacío que deja la soledad, al sufrimiento, al conflicto, al abandono y a la enfermedad.  Hoy por hoy esa reacción que se produce ante un peligro se hace más visible que nunca.

Jesús se vivía libre y sin miedo, sostenido por la comunicación amorosa con su Padre.  Lejos de vivir esa sensación de vulnerabilidad que provoca el temor, anunciaba desde el amor todo lo que daba vida y denunciaba aquello que enfermaba y mataba por el miedo a Dios y a las leyes; invitaba desde la palabra y el ejemplo a la liberación de las personas, a que instauraran una nueva y sana relación con Dios como Padre bueno, amoroso, perdonador, creador y salvador, con las demás personas y con la creación entera.  Jesús, desde el valor, la tranquilidad y la confianza, incluía lo excluido, llevaba lo condenable al perdón, la enfermedad a la salud y lo individualizado a la compartición.

La vacuna al miedo como gran mal que nos aqueja como humanidad, es el exorcismo a nuestros más grandes temores. Fuimos hechos para responder con todas nuestras habilidades y recursos a las adversidades, sin enterrar nuestras fortalezas. La fuerza desterradora del miedo es estar más cerca que nunca, haciendo lo que nos toca, es decir cuidar (nos) y cuidar la Casa Común. La palabra de Dios nos dice: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa” (Isaías 41:10).

Javier Escobedo, SJ - ITESO

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