Un caldo humeante, con carne de pierna deshebrada o patitas de puerco, el grano esponjoso y grande como perlas, metamorfosis del nixtamal; el matojo de lechuga, una llovizna de cebolla, rodajas de rábano, y el respectivo picor de chile, como una pincelada de acuarela que pinta el caldo. El pozole, un manjar gastronómico que a su vez es uno de los platillos mexicanos por excelencia. Existen pozoles de distintos colores, pozole vegano, pozole de mariscos y tantas otras variantes que se escapan a la imaginación, pero uno que es especialmente delicioso es el pozole rojo, típico de Jalisco -e ícono a nivel nacional-, y que todo visitante de nuestras tierras debe degustar.El pozole jalisciense se conforma por carne de cerdo y maíz -nixtamal-, dos de los alimentos que más se producen en la tierra de nuestro estado. El característico color rojo varía de cocinero a cocinero, de casa en casa, de cocina a cocina; puede utilizarse chile de árbol -Yahualica-, chile mirasol, chile guajillo o chile ancho; sea cual sea el que se use, el colorido y el sabor son los que dan identidad a este platillo nuestro. El pozole estilo Jalisco puede encontrarse en cualquier rincón de Guadalajara; desde fondas callejeras hasta cenadurías, en restaurantes de cadena, en las celebraciones de Independencia o cualquier reunión o cumpleaños familiar, y en cada barrio, colonia de la ciudad. El pozole es mero pretexto para la reunión y la convivencia, para el sabor y la familia, para la fiesta. Conocer Jalisco es saborear sus platillos, sus olores, aromas y gustos, encapsulados en un pozole rojo, humeante, irresistible, aguardando en la siguiente esquina de Guadalajara. CT