Jueves, 23 de Octubre 2025

Las leyendas más conocidas del Panteón de Belén en Guadalajara

El recinto funerario es uno de los sitios más emblemáticos y enigmáticos de la ciudad

Por: Oralia López

Hoy, el antiguo cementerio funciona como museo y punto de encuentro para quienes buscan conocer las tradiciones funerarias y las leyendas tapatías más célebres. EL INFORMADOR / ARCHIVO

Hoy, el antiguo cementerio funciona como museo y punto de encuentro para quienes buscan conocer las tradiciones funerarias y las leyendas tapatías más célebres. EL INFORMADOR / ARCHIVO

El paso del tiempo convirtió al Panteón de Belén en un lugar envuelto en misterio y tradición. Entre sus mausoleos, esculturas y tumbas, comenzaron a contarse relatos sobre apariciones, almas en pena y sucesos inexplicables que, según los visitantes, ocurren, sobre todo, al caer la noche. Cada historia surgida entre las criptas reforzó su fama como uno de los sitios más emblemáticos de Guadalajara, un espacio donde la historia y la leyenda se entrelazan con naturalidad.

Con el cierre del panteón de Santa Paula a finales del siglo XIX, las narraciones sobre sus personajes y sombras no hicieron más que multiplicarse. Hoy, el antiguo cementerio funciona como museo y punto de encuentro para quienes buscan conocer las tradiciones funerarias y las leyendas tapatías más célebres. Durante las fechas cercanas al Halloween y el Día de Muertos, las visitas guiadas y recorridos nocturnos reavivan esas historias que, generación tras generación, siguen alimentando el imaginario popular de la ciudad.

La tumba de Nachito

Entre los pasillos del antiguo Panteón de Belén hay una tumba que nunca pasa desapercibida. Es la de Ignacio Torres Altamirano, a quien todos conocen como Nachito. Siempre está cubierta de juguetes, pelotas, carritos y muñecos que los visitantes dejan como ofrenda. Pero más allá de las flores y los colores, lo que realmente atrae a la gente es la historia que se cuenta detrás: la del niño que no soportaba la oscuridad, ni siquiera después de morir.

Dicen que Nachito lloraba todas las noches porque le aterraba quedarse a oscuras. Sus padres, con tal de verlo dormir tranquilo, encendían antorchas alrededor de su cama. Una noche, el viento apagó las luces y, con sus padres fuera de casa, el niño lloró hasta que su corazón se detuvo. Murió de miedo, aseguran algunos.

Lo extraño empezó después del entierro. A la mañana siguiente, el ataúd apareció fuera de la tierra. Los trabajadores pensaron que se trataba de ladrones y lo volvieron a enterrar. Pero al día siguiente volvió a pasar. Y otra vez. Y otra. Como si el niño no quisiera estar bajo tierra.

Cuando su madre se enteró, recordó el terror que Nachito sentía por la oscuridad. Dijo que seguramente su hijo seguía asustado, incluso muerto. Entonces mandaron construir un ataúd de piedra, sobre el suelo, para que descansara sin quedar encerrado entre sombras.

Hoy, la tumba tiene forma de pequeña locomotora y está rodeada por cuatro torres donde antes se encendían antorchas para alumbrarla. Los visitantes aseguran que, a veces, los juguetes cambian de lugar solos o aparecen nuevos sin que nadie los haya dejado. Hay quienes dicen que por las noches se escuchan risas infantiles cerca del lugar. Tal vez Nachito sigue jugando, agradecido de no estar más en la oscuridad.

El árbol que nació de una estaca

En una de las esquinas del Panteón de Belén crece un árbol distinto a todos los demás. Su tronco grueso y retorcido parece custodiar un secreto de muchos años, y los guías suelen señalarlo con respeto: dicen que ese árbol nació de la estaca que atravesó el corazón de un vampiro.

Todo comenzó a mediados del siglo XIX, cuando en la vieja Guadalajara comenzaron a aparecer animales muertos en las calles. A los pocos días, los cuerpos fueron humanos. Todos presentaban las mismas marcas: dos orificios en el cuello y el cuerpo sin una gota de sangre. El miedo se extendió rápidamente. Nadie salía al caer la noche y las familias rezaban detrás de puertas cerradas, temiendo encontrarse con el monstruo que caminaba entre ellos.

Los rumores apuntaron hacia un recién llegado, el Conde de Baldón, un europeo de porte elegante y costumbres extrañas que solo se dejaba ver después del anochecer. La gente, convencida de que era el causante de las muertes, se organizó y lo atacó. Con un trozo de madera afilado -que cortaron de un árbol cercano- le atravesaron el pecho y, para asegurarse de que no regresara, lo enterraron en el Panteón de Belén con la estaca aún clavada en el corazón.

Con el paso del tiempo, aquella estaca echó raíces. De ella brotó un árbol que creció fuerte, con un tronco que tomó forma rectangular, como si guardara algo en su interior. Muchos aseguran que dentro de ese tronco sigue encerrado el ataúd del vampiro. Y, según la leyenda, si algún día la estaca se desprende o el árbol cae, el conde podría volver a la vida para cobrar venganza contra los descendientes de quienes acabaron con él.

Por eso, cuando el viento agita sus ramas o el tronco cruje durante la noche, hay quienes prefieren no mirar. Nadie quiere ser el primero en notar si el árbol empieza a inclinarse, porque si cae… quizá el vampiro despierte de su largo sueño.

El consultorio médico

Entre las gavetas del Panteón de Belén hay una que siempre llama la atención por su epitafio y su elaborada escultura: la del joven doctor José Castro, fallecido a los 29 años. En su tumba se distingue la figura de una madre desconsolada, flanqueada por dos personajes simbólicos y un sauce llorón que parece custodiar el descanso del muchacho, como si todavía velara sus pacientes noches de trabajo.

La historia cuenta que el doctor era muy querido por la gente de Guadalajara. Atendía sin distinción a quien lo necesitara, y su consultorio siempre estaba lleno de enfermos que confiaban en su buen juicio. Por eso, cuando murió, su funeral reunió a decenas de personas que acudieron a despedirse del médico que tantas veces les había devuelto la salud. Pero lo sorprendente vino al poco tiempo.

Pasaron los días, las semanas y los meses, y aún se veían personas llegar a su tumba. Algunos dejaban flores, otros hablaban en voz baja frente a la lápida, como si esperaran una respuesta. Decían que seguían yendo a "consulta", convencidos de que el espíritu del doctor Castro continuaba atendiendo desde el más allá.

Se cuentan historias de quienes acudieron con un padecimiento y, tras visitar su tumba, aseguraron sentirse mejor. Por eso, todavía hoy, algunos enfermos o familiares de enfermos se acercan al nicho con una vela o una nota donde explican sus síntomas, esperando que el joven doctor les escuche y les ayude como en vida.

Quizá, entre el murmullo del cementerio, aún se escuchen las palabras de consuelo de aquel médico que nunca dejó de atender a sus pacientes. Tal vez, quién sabe, el doctor Castro todavía hace guardia en su eterno consultorio.

Dos benefactores en vida y después de la muerte

En una de las zonas más visitadas del Panteón de Belén se encuentran las llamadas "gavetas de la suerte". Ahí descansan dos personas cuyo recuerdo sigue vivo no solo por su historia, sino por la ayuda que, según muchos, aún ofrecen desde el más allá. Se trata de Joseph Johnson y Jean Young, un matrimonio de origen escocés que llegó a Guadalajara en tiempos difíciles, cuando el hambre y la pobreza golpeaban con fuerza a la ciudad.

Cuentan que un día, al ver a un grupo de personas persiguiendo un perro para matarlo y comerlo, los esposos quedaron profundamente conmovidos. A partir de entonces, dedicaron sus días a alimentar a los necesitados y a repartir ropa a quienes sufrían los estragos de la miseria. Su generosidad los convirtió en figuras queridas y respetadas por todos, un ejemplo de bondad en una época en que la esperanza parecía escasa.

El destino, sin embargo, los separó pronto. Joseph murió víctima del cólera y, cuatro meses más tarde, Jean siguió sus pasos. La gente de Guadalajara los despidió con gratitud, pero la conexión entre ellos y la ciudad no terminó con el entierro. Con el tiempo, comenzaron a surgir historias de personas que aseguraban haber recibido favores o milagros al visitar su tumba. Así, las gavetas donde reposan fueron bautizadas como "de la suerte".

Hoy, el sitio está lleno de ofrendas: cartas, pulseras, rosarios, cajas de medicinas, velas, estampitas y hasta tarjetas de crédito, dejadas por quienes piden su intercesión en momentos de necesidad. Incluso hay un ramo de novia, colocado por alguien que, tal vez, agradece un amor concedido o suplica por uno nuevo.

Y no es lo único misterioso de esa zona. Muy cerca, en las mismas gavetas, descansa otro extranjero que llegó desde el legendario poblado de Salem, un nombre que por sí solo despierta ecos de magia, superstición y oscuros presagios.

Historia y arquitectura del Panteón de Belén

Más allá de las leyendas que envuelven sus tumbas y los relatos de apariciones que parecen cobrar vida entre sus pasillos, el Panteón de Belén es también una joya arquitectónica que guarda buena parte de la historia de Guadalajara. Su diseño, de aire solemne y casi místico, combina el arte funerario con una simbología religiosa que convierte al lugar en un espacio único.

En el corazón del cementerio se levanta el majestuoso mausoleo, una estructura coronada por una cúpula que recuerda a las torres de la Catedral de Guadalajara. En su interior se encuentra la antigua capilla donde se celebraban las misas de cuerpo presente antes del entierro. Debajo, en las catacumbas, reposaron originalmente los restos de los hombres ilustres de Jalisco, cuyos cuerpos fueron trasladados tiempo después a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, en el Centro de la ciudad.

El mausoleo no solo destaca por su belleza, sino también por su simbolismo. Tres escaleras conducen hacia la parte superior, y cada una representa un camino espiritual distinto: la del frente es la del "reino del Padre", la lateral derecha simboliza el "reino del Hijo", y la de la izquierda, el "reino del Espíritu Santo". Este diseño, cargado de significados, refleja la visión religiosa con la que se concibió el cementerio, un espacio pensado para honrar la vida, pero también para recordar el misterio de lo que hay más allá.

Caminar por sus corredores de piedra, entre mausoleos y esculturas que el tiempo ha cubierto con musgo y silencio, es recorrer un pedazo de la historia tapatía. Un lugar donde la arquitectura y el mito conviven, y donde cada rincón parece guardar una historia esperando ser contada.

¿Dónde está el Panteón de Belén de Guadalajara?

El histórico Panteón de Belén se localiza en la Calle Belén #684, en la colonia El Retiro, de Guadalajara.

En los tradicionales puestos de periódicos del Centro Histórico también es posible encontrar pequeñas joyas literarias dedicadas al Panteón de Belén. Entre revistas, historietas y recuerdos, los visitantes pueden adquirir libros que recopilan las leyendas más famosas y los relatos que han dado fama al camposanto, además de fragmentos de su historia y personajes ilustres. Algunos de los títulos más buscados por locales y turistas son Panteones de Belén y Mezquitán, El Panteón de Belén y otras historias extraordinarias y Sucesos y sucedidos del Panteón de Belén.

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