No está bien comenzar un texto o una columna hablando de los cargos personales, por lo tanto, me disculpo de antemano pero ya entenderán porque lo hago así. Soy directora de la Escuela de Pedagogía y Psicología de una de las mejores universidades de este país. Soy pedagoga de profesión e hice un doctorado en educación y por si fuera poco, tengo cinco hijos, con lo cual, ya se darán cuenta la dimensión y el espacio que tiene en mi vida la educación.Hace ya casi cuatro años, llegó un día un padre de familia a mi oficina que exigía hablar conmigo porque estaba seriamente angustiado y quería mi ayuda. Me dijo: “vengo a hablar con usted porque necesito que me ayude. Tal vez usted no lo sepa pero Fulanita, mi hija, ha sido la mejor alumna de su generación, tiene una tremenda capacidad; de hecho, ella ha sido aceptada para estudiar medicina, le han ofrecido beca casi completa en otra prestigiosa universidad y no entiendo por qué quiere estudiar pedagogía, pudiendo ser abogada, médico, ingeniero. Ayúdeme por favor” Francamente me dejó sin palabras, no solo me ofendía lo que decía sino que yo solo pensaba, ¿y por qué viene a decirme eso a mí que soy la directora de la Escuela de Pedagogía? ¿Qué exactamente pretende hacerme pensar o hacer? Después de dos respiros le contesté: “Su hija quiere estudiar Pedagogía, precisamente porque es muy lista, porque tiene capacidad y porque seguramente ha tenido profesores que le han ayudado a desarrollar esas capacidades, que le han servido de modelo e inspiración para descubrir su vocación. El servicio, no es para los que no tienen capacidad o no fueron aceptados en facultades de ciencias exactas; la educación es lo único a lo que el ser humano no puede renunciar jamás porque lo necesitará toda su vida y que sepa que donde haya una persona habrá un pedagogo o pedagoga, habrá un profesor. O ¿acaso le hubiera gustado que los profesores de su hija fueran gente que no consiguió otra cosa que hacer en la vida, fueran todos los que no alcanzaron un promedio para ser admitidos en una universidad de alto nivel de exigencia? Yo creo que su hija quiere dedicarse a la educación porque sabe que es la profesión que habrá de darle la satisfacción que ninguna otra le podrá dar, hacer crecer al ser humano.No sé si lo convencí, lo asusté o lo regañé, pero no le quedó más remedio que aceptar y apoyar la vocación profesional de su hija y he de decir que ha sido una de las mejores pedagogas que hemos egresado.Traigo esta anécdota a colación porque, existe la tendencia a pensar que la educación es algo natural, no en el sentido de ser algo inherente o esencial en el ser humano, sino en el sentido de espontaneidad, de automaticidad, de simplemente suceder; y eso no es así. La educación remite a una relación interpersonal con la intención clara de ayudar a que el educando crezca, que mejore y no solo en los ámbitos más básicos que le son perfectibles sino en aquello que precisamente le caracteriza como persona. Es decir, no está mal que mejore su técnica de dibujo, que sea un hábil futbolista, pero es indispensable que aprenda a pensar, a tomar decisiones, a integrar su afectos y a actuar con coherencia y conciencia de su deber con los otros y con su país. ¿Verdad que no es cosa simple educar y que no cualquiera puede dedicarse a eso?No toda la gente está dispuesta a entender a quién se tiene delante, un contador, un constructor, no tiene el deber de entender y de conocer personalmente a aquél con quien trabaja, pero un profesor sí. Un profesor está en ello todo el tiempo, cada día, en cada participación en clase, en cada tarea, en cada mueca dentro del salón, en cada ausencia, en cada travesura, en cada pelea con los compañeros. En ninguna otra profesión como en la educativa, hay una implicación de índole personal como ella. En la mayoría de las profesiones, uno consulta al experto, le dice que hay que hacer, el otro lo hace y se acabó. En la labor educativa uno tiene que lograr que el otro haga, pero además le debe convencer para que sea constante y poco a poco debe intentar que esa motivación que lo lleva a actuar sea cada vez más intrínseca, no le puede imponer o empacar la verdad para llevar o para comer en el salón; ha de intentar mostrarla pero para que sea el alumno el que la descubra y a su vez le tendrá que ayudar a desarrollar los procesos que le hagan capaz de reconocerla y de querer seguirla conociendo, descubriendo un método para ello, entrenándose para semejante tarea de toda la vida: aprender a aprender.En ninguna otra profesión como en la educativa, se toca el corazón de la gente para toda la vida. Alguna vez escuché al Dr. Marvin Berkowitz decir en una conferencia, “piensen en alguien que de verdad haya transformado su vida”; la gente al contestar hizo en su mayoría referencia o a sus padres o a algún maestro y es que los maestros tenemos en nuestras manos la materia más valiosa de este mundo, las almas y los corazones humanos, y cada uno de nosotros hemos tenido la fortuna de habernos encontrado con alguno, alguna o varios profesores y profesoras que dejaron en nosotros un aprendizaje para toda nuestra vida.Por eso no es de extrañar que dediquemos un día especial a esas mujeres y hombres valientes, que dijeron en su momento sí al servicio, sí a la persona, sí al encuentro interpersonal, sí a hacer crecer la cabeza, el corazón y el hacer y obrar del ser humano, sí a sufrir y gozar con el otro; felicidades a todos y cada uno de quienes están con su labor humanizando la sociedad.Gracias Maestra, gracias maestro.*La Dra. Daniela Salgado Gutiérrez es Directora de la Escuela de Pedagogía y Psicología en la Universidad Panamericana Campus Guadalajara.