Una tarea escolar inaplazable es enseñar a los alumnos a manejar, inteligentemente, la relación entre estas tres dimensiones del ser humano.Si queremos avanzar en una mayor cultura cósmico-planetaria, las personas tenemos que superar la tendencia a perder la razón debido a nuestros impulsos y afectos, especialmente los negativos, y así seguirnos justificando nuestros actos violentos.Es bien sabido que una persona civilizada, culta, inteligente y responsable no pierde la cabeza y mantiene vivos los elevados valores de la humanidad, a pesar de las múltiples circunstancias que lo justificarían.El aula de clases se necesita convertir en un gimnasio para también aprender a dominar los impulsos y a conducir los afectos de una manera estable y equilibrada. Ya estamos en la era de la inteligencia emocional, en la que también se enseña a identificar los diversos sentimientos y emociones para que, en vez de perturbar nuestra razón, la ayuden a que brille, bajo la tutela de la cultura.Hasta ahora se pensaba que la educación se reducía y limitaba a enseñar las diversas ciencias. Con ello prepara el conocimiento a base de una rica información que había que memorizar y demostrar que se había asimilado, pasando los exámenes. Cuando mucho se ha sometido a los alumnos a la disciplina y obediencia del buen comportamiento y el cumplimiento de las tareas, a base de castigos, bajas calificaciones y expulsiones.Pero aún no se introduce, en los planes de estudio, la importancia de educar en el adecuado manejo de los impulsos y de los afectos, para que éstos no generen estériles conflictos con la razón y actuemos sin pensar las consecuencias y, sobre todo, cuidando los elevados valores de nuestra civilización.Cómo bien reflexiona E. Morin “hay una relación inestable, permutante, rotativa, entre la razón, los afectos y los impulsos. La racionalidad no dispone pues del poder supremo; es una instancia que compite y se opone a las otras instancias de una triada inseparable; es frágil: puede ser dominada, sumergida, incluso esclavizada por la afectividad y la impulsividad.”El miedo, el enojo, los apegos, las adicciones y muchas calamidades emocionales siguen perturbando a la razón humana, hasta el punto de justificarla como un estilo de vida, en donde la codicia, los deseos de superioridad, conquista y explotación se acompañan de un mundo frívolo y consumista. Una subcultura que no deja espacio a que la razón reine con los valores de la cultura y de las ciencias. Pues aún encontramos un mundo bañado de sangre, con persecuciones y guerras que fomentan destruir cualquier tipo de vida y hasta el planeta mismo en aras del enriquecimiento y el poder individual y egoísta.La educación debe de asumir su importante papel formativo y transformador, también cultivando el conocimiento preciso de los afectos, impulsos y emociones para que cada alumno sea dueño y señor de sí mismo conquistando una mayor estabilidad, paz y armonía en su interior y pueda desarrollar su inteligencia creadora, sin las perturbaciones emocionales que aún azotan a la humanidad.