Viernes, 19 de Abril 2024

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Seguridad y estupidez humana

Por: Sergio Oliveira

Seguridad y estupidez humana

Seguridad y estupidez humana

Un accidente ocurrido el pasado fin de semana en Guadalajara, en el que perdió la vida una joven pareja de recién casados, generó consternación y reabrió la discusión sobre la seguridad de los automóviles en el país. El choque fue atípico. La pareja iba en un Chevrolet Aveo de generación anterior y supuestamente estaba en baja velocidad para pasar un tope cuando su auto fue alcanzado por un Ford Mustang nuevo. Inicialmente se manejó la versión de que el Mustang se desplazaba a 160 km/h en el momento del choque y que el conductor, un joven futbolista llamado Joao Maleck, estaría bajo efectos del alcohol. Más tarde las autoridades dijeron que el Aveo iba a no menos de 35 km/h y el Mustang a 73 km/h. En teoría el golpe equivaldría a que el Mustang chocara a 38 km/h contra el Aveo detenido. Si esos números son ciertos, la estructura del Aveo resulta muy débil, lo que no es precisamente una novedad. Pero es difícil creer en esas cifras.

Sin entrar más en el mérito del nivel de culpabilidad y estupidez del conductor del Mustang por exceso de velocidad, de alcohol o de ambos, el punto es que muchos comenzaron a cuestionar la seguridad de los autos y a preguntarse si otro que no el Aveo -que recibió cero estrellas de seguridad en las pruebas de LatinNCAP, aunque no me parezca particularmente un organismo fiable- hubiera resistido al golpe. Es complicado decirlo, pero es difícil que un coche más moderno y de mejor nivel hubiera ayudado a proteger a las hoy víctimas.

El lado más difícil de verse

Ante una tragedia como esa, que finalmente parece haber alcanzado mayores niveles mediáticos debido a que el conductor era futbolista, es complicado encontrar un lado positivo, pero como siempre existe. Este punto favorable es que se genera la discusión sobre la seguridad de los coches vendidos en México, un tema en el que estamos muy rezagados no solo comparados al primer mundo, sino también a países de nivel socio-económico similar como Argentina o Brasil. Aquí se permite que se vendan autos con seguridad mínima o inexistente y el que paga las consecuencias son los consumidores mexicanos.

Algunos piensan que hay algo de “culpa” de los que se hacen de un auto inseguro, pero no comparto esa opinión. El público en general no tiene por qué saber de autos, ellos los compran por necesidad de transportarse, muchos debido a una pobre estructura de transporte colectivo. La responsabilidad de la venda de autos inseguros es de la autoridad, no necesariamente de la actual, que con poco tiempo aún en el poder, no pudo haber cambiado reglas que hieren intereses económicos muy poderosos. Pero de aquí en adelante es su responsabilidad, obviamente. Es como si se descubre que hay algún tipo de veneno en un producto comestible, la obligación de la autoridad es quitarlo del mercado para proteger a los ciudadanos, no de éstos en saber qué compran. Con los autos la actitud debería ser la misma.

En el caso específico de este accidente, debido a la muy baja frecuencia en la que ocurre a escala global, la industria dedica muy poco esfuerzo en reforzar la seguridad trasera de los vehículos, hay que dejar en claro. Pero en general, autos como el Aveo de generación anterior o el recién discontinuado Tsuru, no tenían solo la parte trasera débil. Esos coches, tal y como se vendieron aquí, no debieron haber tenido permiso de estar en el mercado.

Si la muerte de la joven pareja resulta suficiente para levantar la discusión sobre la seguridad de los coches en general, la importancia de no manejar bajo efectos del alcohol y mejor aún, si produce una reacción de la autoridad sobre esos temas, al menos no habrá sido en vano, lo que obviamente no quita el dolor de sus familiares y amigos.

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