Miércoles, 24 de Abril 2024

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¿Se justifica el optimismo en el TLC 2.0?

Por: Luis Miguel González

¿Se justifica el optimismo en el TLC 2.0?

¿Se justifica el optimismo en el TLC 2.0?

¿Está cerca un acuerdo para concluir la negociación del TLC 2.0? Para decir eso, los optimistas se enfocan en las señales positivas: hay una retórica menos agresiva respecto al TLC de parte de Donald Trump y un acercamiento en las posiciones de México y Estados Unidos en las reglas de origen en la industria automotriz.

Tenemos también algunas nuevas circunstancias que podrían contribuir a lograr un acuerdo: el yerno de Trump, Jared Kushner, se ha incorporado a la mesa del diálogo y Estados Unidos ha profundizado el conflicto comercial con China, elevando las posibles sanciones arancelarias hasta 25 por ciento.

¿Por qué ayuda la presencia de Kushner? Es una expresión de interés del presidente estadounidense en avanzar en la negociación. Su yerno es un factor de influencia real en la política exterior y un representante de los partidarios del libre comercio en la Casa Blanca.

¿Cómo influirá el escalamiento del conflicto con China? Podría obligar a Estados Unidos a buscar cerrar otros frentes comerciales. En ese sentido podríamos leer la tregua pactada con la Unión Europea hace un par de semanas. Suponiendo que Estados Unidos no optará por un aislamiento comercial frente a todo el mundo, el área de América del Norte es la opción lógica para construir un bloque, desde el cual podría retar a China o a cualquiera.

He enunciado cuatro elementos que podrían favorecer un acuerdo TLC 2.0 y que alimentan el optimismo. No creo, de cualquier modo, que éstos sean suficientes. Una renegociación exitosa requiere mucho más que la superación de diferencias en las reglas de origen del sector automotriz. Hay muchas papas calientes en la mesa, por eso es difícil cantar victoria.

En mayo pasado, las negociaciones del Tratado de Libre Comercio se detuvieron porque las tres partes coincidieron en que las posiciones eran irreconciliables en algunos asuntos relevantes. Estados Unidos insistía en la cláusula de extinción, que pondría fin al acuerdo cada cinco años, y no quería ceder en la reestructura de los mecanismos de resolución de conflictos (quiere que se hagan en tribunales estadounidenses, cuando haya empresas de ese país implicadas). En otro asunto muy delicado, Estados Unidos, junto con Canadá, buscaban arrancar un compromiso de parte de México para reducir la brecha salarial, cuando menos en industrias donde la integración productiva en la zona TLCAN es un hecho.

Nada de eso ha cambiado. Además, hay otros temas de los que no se habla tanto, pero siguen siendo difíciles de conciliar. Hay diferencias abismales en el monto de compras en comercio electrónico que podrían hacerse sin pagar impuestos. En las compras gubernamentales, el TLC vigente plantea la obligación de no dar ventajas a las empresas nacionales frente a las compañías de los otros dos países. En contra de esto, se encuentra el interés de Donald Trump de utilizar estas compras como un mecanismo para fomentar un renacimiento de las empresas estadounidenses.

Esta semana, las negociaciones seguirán enfocadas en la industria automotriz. En juego está la definición de puntos técnicos del tipo: ¿qué porcentaje de acero y aluminio producidos en la región NAFTA debe tener un coche para ser considerado NAFTA?, ¿qué porcentaje de cada vehículo debe ser producido por trabajadores que ganen más de 16 dólares la hora?
La moneda está en el aire. Aguas con el optimismo. Del otro lado aún está Trump.

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