Miércoles, 24 de Abril 2024

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Reloj de Agua

Por: José Luis Martínez Ruiz

CORTESÍA

CORTESÍA

Observar, medir, gozar o padecer el tiempo es consubstancial a la existencia de todo ser humano. Se vive en el tiempo, brevemente  transcurrimos en un espacio que compartimos con nuestros semejantes y otros entes vivientes y al que nombramos planeta tierra. El tiempo en la concepción occidental es rectilíneo, una flecha que atraviesa el espacio, una línea continua que se confunde con su entorno, raya  que nos precede y nos trasciende, somos tan sólo un punto, quizás una gota de agua que se disuelve en el trayecto.

Al tiempo lo podemos asociar al estado del clima y a los periodos en que priva un elemento dominante y que por ocurrir periódicamente las culturas o sociedades los han empleado para dividir un tiempo cíclico determinado, como lo hacemos ahora al dividir un día en 24 horas, un año en 365 días  a su vez segmentados en 12 meses o 4 estaciones.

La ll

uvia tarde o temprano termina por cautivar a cualquier alma, mirar cómo cae una gota de agua nos obliga a mirarnos, a ver nuestra existencia en el devenir inexorable del tiempo. En algún momento el hombre en su vida cotidiana pensó en idear un artefacto para medir el paso del tiempo. Uno de estos instrumentos fue el reloj de agua. Los primeros artefactos que se fabricaron datan de Babilonia y Egipto alrededor de 1,600 años a.C., propagándose a otras regiones como la India, China y Europa. Los griegos al retomar este invento le dieron el nombre de clepsidra. De acuerdo al diccionario de la lengua española su etimología proviene del griego klepsydra

El mecanismo más simple de un reloj de agua para cronometrar el paso del tiempo, consiste en el escurrimiento del agua de un depósito al que se le perfora en su base un pequeño orificio que permite fluya con regularidad constante en velocidad y cantidad, a otro recipiente con iguales dimensiones al que se le fija marcas que permiten definir lapsos de tiempo. A diferencia del reloj de Sol, que dependía de la presencia luminosa del astro solar, la clepsidra podía medir el tiempo durante la noche o en aquellos días lluviosos o nublados cuando el sol se ocultaba, de igual modo para emplearlo en los interiores de los templos.

Es interesante hacer notar las diferentes aplicaciones del reloj de agua entre los griegos, entre los más mencionados, estaba cronometrar el tiempo que podían disponer los oradores; medir el tiempo para los alegatos durante los juicios; o en el caso de las hetairas, -mujeres cortesanas que ejercían con refinada elegancia el otorgar placer sexual- para determinar con exactitud el tiempo acordado entre la cortesana y su cliente: a la famosa hetaira Metike se le conocía como Clepsidra porque una vez que concluía el tiempo acordado, “no admitía prolongaciones” (1).

Otro uso fue para indicar en el campo militar la duración de las guardias nocturnas. El agua origen y sustento de vida, no solamente puede servir para cronometrar el tiempo, nos conviene disponer de un reloj de agua que marque la permanencia o extinción de nuestros modos de vida y el tipo de relación que mantenemos con la naturaleza, no vaya a ser que nuestras sociedades se queden sin el gotero de la vida.

(1)http://www.planetadelibros.com/pdf/Historiadelo20sgriegos.pdf

*El Doctor Martínez Ruiz es antropólogo, poeta y cineasta.

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