Viernes, 29 de Marzo 2024
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Religión... y ética

Por: Jaime García Elías

Religión... y ética

Religión... y ética

Tres noticias: 1) El cardenal australiano George Pell, fue condenado a seis años de cárcel, tras ser declarado culpable de abuso sexual de dos menores de edad en 1996. 2) En una reciente carta “al pueblo de Dios”, el Papa Francisco alude a “un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años”. 3) El líder de la Iglesia La Luz del Mundo, Naasón Joaquín García, fue detenido en Estados Unidos, “por presuntos crímenes sexuales ocurridos entre 2015 y 2018”.
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Mil estudiosos han intentado explicar la religiosidad del ser humano. Lo han hecho de buena fe: a partir del respeto que las creencias religiosas (todas) de todas las personas, merecen.

Pascal Boyer, en “Y el hombre creó a los dioses” (Ed. Taurus, 2010), señala que “El hombre es el eterno testigo de fenómenos que parecen desafiar la razón (…). Los dioses y los espíritus (…) explican lo que está más allá de nuestro entendimiento”. Michel Onfray, en “Tratado de Ateología” (Ed. Anagrama, 2006), establece: “No desprecio a los creyentes; no me parecen ni ridículos ni dignos de lástima, pero me parece desolador que prefieran (…) la fe que calma, a la razón que intranquiliza, aun al precio de un perpetuo infantilismo mental”.

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Para todos los autores que han abordado el tema, hay una premisa básica: Dios -entendido como el Creador, cuya existencia nadie, nunca, ha probado- no fundó ninguna religión. Ostentarse, por tanto, como su ministro, su representante o su apóstol, es mera fantasía.

Las religiones adquirieron el rango de fenómeno social a medida que creencias y ritos se convirtieron en aglutinante primero de las tribus y más tarde de pueblos y naciones; todas, además, han aportado normas éticas convalidadas por la mayoría de los hombres: no robar, no matar, ayudar al desvalido…

José Antonio Marina, en “Dictamen sobre Dios” (Ed. Anagrama, 2001), lo dice así: “Las religiones han producido las morales…, pero, por el mismo dinamismo que desencadenaron, ahora tienen que someterse a la ética, que es una moral laica de nivel más alto”… Así, más allá de la pretensión de verdad, plasmada en concepciones teológicas diferentes -y aun antagónicas-, las religiones se sustentan en la rectitud de intención…, y pierden crédito en la medida en que sus propios líderes o ministros son cuestionados o exhibidos por dañar la dignidad de otros seres humanos. 

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