Domingo, 20 de Abril 2025
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Querétaro: una tragedia cocinada a fuego lento

Por: Diego Petersen

Querétaro: una tragedia cocinada a fuego lento

Querétaro: una tragedia cocinada a fuego lento

Lo que pasó el sábado en el estadio de Querétaro tiene responsables con nombre y apellido. Fueron personas concretas con nombres propios los que golpearon salvajemente a otras personas por el simple hecho de ser aficionados de otro equipo.

Fueron guardias con nombre y apellido los que facilitaron que esto sucediera, directivos y autoridades también con nombre propio los que fallaron. La justicia debe llegar a cada uno de ellos y castigar las acciones u omisiones, las conductas personales y particulares.

Dicho esto, no podemos dejar de lado que la tragedia de Querétaro se cocinó a fuego lento. Un proceso continuo de incremento en la violencia primero verbal y luego física en las tribunas. Las porras se convirtieron en barras y las barras en grupos de choque dentro y fuera del estadio.

Un estudio antropológico realizado por Rodolfo Humberto Aceves Arce (un resumen de su trabajo se puede consultar en “Las tribus futboleras en la ciudad de Guadalajara: las barras de los equipos Atlas y Guadalajara en la actualidad”, publicado la revista

Desacatos #33 de Ciesas en enero de 2014) nos recuerda que estas barras violentas fueron introducidas al futbol mexicano por el club Pachuca. En 1996, en un partido contra el América, sorprendió a todos la intensidad de la “Ultra Tuza”, una porra que ya no sólo gritaba vivas, sino que cantaban y brincaban todo el partido con rimas que insultaban al equipo rival.

En el Atlas fue la Barra 51, nacida en 1997, la que cambió la forma de apoyo a este equipo. La barra “argentinizada” de chavos fanatizados y organizados para apoyar y defender los colores del equipo dentro y fuera del estadio desbancó a la porra oficial compuesta de familias. Los enfrentamientos en los estadios subieron de nivel.

Fomentadas por los propios directivos de los equipos del futbol mexicano, los “hinchas” -otro término argentinizado- pasaron su rivalidad de las canchas a los barrios. Desde 2007 diversos trabajos periodísticos han mostrado cómo las barras se vincularon a las pandillas y a la protección del territorio. Usando el grafiti como forma de expresión y control territorial y el internet para insultarse y retarse los unos a los otros, los barrios de Guadalajara se convirtieron en extensión de la rivalidad deportiva.

A lo largo de los años las barras más violentas del Atlas fueron desarrollando rivalidades no sólo con la Chivas, su archienemigo, sino con otras de otras ciudades, particularmente con las de Tigres, León y Querétaro.

En los últimos años las barras dejaron de ser sólo una expresión alentada por los directivos del futbol para convertirse en extensiones del control territorial del crimen organizado. El caso más reciente lo vimos de manera espeluznante en la forma que fue amenazado, con mensajes que contenían todos los códigos de narcomantas, el recién cesado entrenador del Monterrey, Javier Aguirre.

La tragedia de Querétaro es resultado de decisiones de hace 25 años, y síntomas de una descomposición social que va más allá del futbol, pero que el sábado pasado estalló de forma brutal y sangrienta en la cancha. 

La tragedia de Querétaro es resultado de decisiones de hace 25 años, y síntomas de una descomposición social que va más allá del futbol
 

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