Jueves, 28 de Marzo 2024

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Prevenir inundaciones: una responsabilidad común

Por: Juan Palomar

Prevenir inundaciones: una responsabilidad común

Prevenir inundaciones: una responsabilidad común

Es más que evidente que el territorio de la zona metropolitana sufre cada año graves problemas de inundaciones durante el temporal de aguas. De muy atrás vienen las causas históricas de estos fenómenos que alteran seriamente el desarrollo de la vida de la ciudad y conllevan graves riesgos para la población.

En términos de la  relación del hombre y de sus comunidades con el entorno, por siglos se tuvo como un supuesto obvio que era posible alterar el estado natural de los contextos a voluntad de los pobladores. Las consecuencias se han ido acumulando tanto en el ámbito puntual como en el global al grado de que es bien conocido ahora el preocupante nivel de desajustes ecológicos del planeta.

El valle de Atemajac, sitio de asiento de la primera Guadalajara, era al arribo de sus primeros pobladores un sistema natural que por milenios fue conformado por la naturaleza. Los alrededores se encontraban, al decir de las crónicas, intensamente arbolados y todo un sistema de cauces conducía el agua de la base del macizo del bosque de la Primavera hasta la barranca del Río Grande de Santiago. Una adecuada orografía propiciaba el flujo hidráulico, resaltando las pequeñas barrancas que permitían desahogar sin obstáculos las corrientes.

El sistema de urbanización en damero, con la obligada cuadrícula determinada por las Reales Ordonanzas, funcionó adecuadamente hasta una cierta escala, pero su naturaleza volvió complicada la integración de las formas orgánicas de los cauces existentes. De igual manera, la representación mental de la ciudad como un continuo homogéneo propició la idea conmúnmente aceptada de que era necesario y plausible alterar los terrenos naturales para propiciar la expansión.

Tal vez la primera intervención, a fines del siglo XIX, para asegurar esa continuidad física de la traza, haya sido el entubamiento del río de San Juan de Dios, que siguió efectuándose durante los primeros decenios del siglo XX. Una acción que inauguraba la modernidad tapatía refrendando el dominio indiscriminado del hombre sobre su contexto.

Con la década de los cincuenta y los comienzos del gran crecimiento de la ciudad en todas direcciones vinieron multitud de alteraciones a la topografía del valle. Se rellenaron múltiples accidentes del terreno, se borraron cauces, y en general se propició un desarrollo urbano alejado del elemental cuidado de la ecología. Junto con ello, la acumulación de basura y desperdicios en la vía pública generan ahora la aguda problemática de las inundaciones.

Más allá de las indispensables medidas que entraña la red de colectores, es primordial volver a plantear de fondo la relación de la urbe y su población con el contexto natural. Todos los habitantes de la ciudad, con grandes o pequeñas decisiones, somos responsables de la salud ambiental de nuestro entorno. Y la autoridad debe actuar en consecuencia.

jpalomar@informador.com.mx

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